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Las redes y el odio

Cuando las personas no tienen las herramientas intelectuales, argumentativas o retóricas para defender sus creencias generalmente atacan a las creencias opuestas.

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Escrito en OPINIÓN el

 

Recientemente las redes sociales se han vuelto un lugar muy feo. Con el paso del tiempo las redes se usan menos para comunicar y dialogar y más para decretar posicionamientos absolutistas llenos de odio y rencor. Es curioso que una herramienta diseñada para unir a los seres humanos en un nuevo espacio público, en verdad los está alejando. A través de la observación en mis distintas redes y una consulta de distintos estudios he notado distintas etapas que llevan a los internautas de ser “políticamente activos” a ser  lo que comúnmente se llaman trolls. Es un camino hacia el odio.

 

La polarización

 

El Pew Research Internet Project realizó un estudio para identificar y mapear arquetipos y modelos de comunidades digitales[1]. Uno de los modelos más prominentes, especialmente en torno a temas políticos, era el arquetipo polarizador. Las características de este modelo es que se forman dos grandes clusters (agrupaciones) de usuarios que no dialogan entre ellos. En este sentido cada agrupación utiliza sus propios hashtags (#) y fuentes de información para definir y reafirmar sus posturas y valores.

 

En el centro de estas concentraciones siempre existen líderes que buscan fortalecer posturas maniqueas, ya que allí radica su poder. Es normal que disidentes que cuestionan las posturas fijadas por el grupo y sus líderes sean víctimas de trolleo.

 

Lo trágico de esta falta de diálogo entre las partes es, como dice la profesora Shanna Pearson de la Universidad de Rhode Island: “Cuando la gente no entiende el racional detrás de creencias distintas a las nuestras, algo que aprendemos a través de platicar con amigos con distintos puntos de vista, tendemos a ser menos tolerantes con la oposición”.

 

La desinformación

 

Dada la polarización previamente establecida y tomando en cuenta la falta de comunicación con personas del grupo contrario, la lealtad a los valores del grupo y las penalizaciones “impuestas” a los disidentes, es como podemos comprender la desinformación que actualmente existe en las redes. Para acotar el término desinformación en este caso me refiero específicamente a sitios web “patito” que publican notas completamente falsas (i.e. AMLO y sus casas en bosques, ONU pidiendo renuncia del presidente, etc…) en un tono serio y no abiertamente de sátira (todos amamos el Deforma).

 

El consumo de estas notas, aparte de reforzar creencias y prejuicios preestablecidos para “ingresar” al grupo, profundiza la diferenciación con el grupo contrario y dificulta las posibilidades de un diálogo real y productivo entre sus miembros y representantes (ya sean políticos o digitales).

 

La implosión

 

 

La fuerza centrípeta del proceso polarizador y desinformativo lleva a lo que yo metafóricamente describo como una implosión de conciencia o adoctrinamiento. Este punto en la cual la gravedad del grupo es tal que uno se define, no como individuo, sino como unidad al servicio del grupo. Es en este proceso donde vemos nacer a los famosos trolls, peñabots y pejezombies por mencionar algunos calificativos para estos usuarios.

 

El odio

 

Cuando un ser humano desarrolla una codependencia tan fuerte con el grupo que esté, lo llega a definir, cualquier ataque o cuestionamiento a éste resultaría un ataque directo a la persona. Hacer a alguien dudar de lo que hasta el momento ha justificado su existencia es llenarlo de temor. Este temor, en este caso irracional, lo llevará a odiar todo aquel que pudiera llegar a fisurar su sistema de valores y creencias.

 

Cuando las personas no tienen las herramientas intelectuales, argumentativas o retóricas para defender sus creencias generalmente atacan a las creencias opuestas.

 

Esto explica mucho de lo que estamos viendo en las redes sociales hoy en día.

 

@RobertoMorris

 

[1] Puedes consultar el estudio en: www.pewinternet.org