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¿Las palabras hieren?

Creo que ha sido muy sana la discusión que se ha producido en los medios de comunicación y sobre todo en las redes sociales en torno al tema de los gritos que se suelen proferir en los estadios de fútbol.

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Escrito en OPINIÓN el

En particular, ha habido un interesante debate sobre el alcance de la expresión “puto”, que con tanto fervor se profiere por los aficionados mexicanos, tanto en el interior de nuestro país como cuando se viaja al extranjero para ver jugar a la selección nacional.

Que el debate se haya generado es sano ya que demuestra una nueva sensibilidad social hacia el uso de términos peyorativos. No me imagino a la sociedad mexicana discutiendo sobre este tema hace 20, 30 o 40 años; para empezar porque en ese entonces los espacios de debate estaban muy limitados: casi todos los medios de comunicación seguían la línea oficial y lo que quedaba para la libre discusión era el espacio de los foros universitarios o de plano las meras conversaciones de café.

Hoy en día tenemos mucha más libertad para discutir y plantear asuntos que son del interés de todos. Eso es algo que siempre debemos valorar y defender.

El uso del lenguaje es uno de esos asuntos, pues de una u otra manera nos relacionamos con los demás precisamente a través de las palabras (aunque también lo hagamos, por ejemplo, a través de una mirada o de una caricia, por supuesto).

¿Es correcto que en un estadio se le grite “puto” a un árbitro, a un jugador o incluso a los policías que resguardan el orden público?

Quienes defienden la pertinencia de esa expresión señalan que no siempre ni necesariamente tiene tintes homofóbicos. Según ese punto de vista se le puede gritar “puto” a una persona que no pone todo su esfuerzo en lo que hace o que no realiza adecuadamente su trabajo (como en el caso del árbitro, por ejemplo). Lo cierto es que no he visto que nadie niegue que la expresión es en extremo ofensiva. Se trata, sin ambages, de un insulto. Eso nadie lo niega.

La SCJN ha sostenido, en línea con la mayor parte de los tribunales constitucionales del mundo, que los insultos no cuentan con protección constitucional ya que no resultan un ejercicio apropiado de la libertad de expresión. Creo que es un criterio correcto.

Nadie puede ampararse en el derecho fundamental a la libertad de expresión para humillar u ofender a otra persona. No importa si está en un salón de clase o en un estadio: esa regla es aplicable a cualquier sitio y momento.

De hecho, el correcto uso del lenguaje demuestra el grado de civilización de un país. Cuando uno escucha a miles o decenas de miles de personas coreando insultos, tiene buenas razones para dudar de su grado de civilidad. O de la forma en que controlan y dominan sus emociones, por lo menos.

Yo no estaría favor de sancionar a nadie por gritar en un estadio, ni me parece que la muy desacreditada FIFA (que carece de cualquier legitimidad moral para dar lecciones de honradez y buen comportamiento) deba sancionar a una selección por los gritos de sus aficionados, pero sí creo que deberíamos hacer un esfuerzo entre todos para ir civilizando e imponiendo el trato respetuoso en cada una de las esferas sociales en las que nos desenvolvemos.

Claro que se puede ser muy vehemente en el apoyo a la selección nacional e incluso en las críticas a los árbitros. Pero eso no quiere decir que nos parezca correcto que se recurra a insultos, tengan o no carácter homofóbico (yo creo que la expresión que ha generado toda esta discusión sí es claramente homofóbica, pero eso lo podremos discutir en otra ocasión).

Las palabras hieren. Las palabras pueden hacer daño. No cuesta nada usarlas correctamente. Con eso ganamos todos y nos hacemos mejores como seres humanos. No lo olvidemos, ni siquiera en los estadios de fútbol.

 

@MiguelCarbonell