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La revolución tecnológica llega a las universidades

En las universidades privadas cursar una carrera puede tener un costo superior a los 700 mil pesos.

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Escrito en OPINIÓN el

Las universidades han sido desde hace siglos el vehículo privilegiado para lograr el desarrollo de la educación de alto nivel en nuestro planeta. Sus aportaciones al mundo contemporáneo han sido enormes no solamente en el plano de la docencia (a través de la formación de millones de profesionistas preparados para desempeñarse con éxito en el mercado laboral y para ser mejores ciudadanos), sino también en el de la investigación (muchas de las cosas que hacen más fácil nuestra vida han sido inventadas en las aulas y laboratorios de las universidades). Pero ha llegado el momento en que deben cambiar profundamente su forma de trabajo.

Lo que hasta ahora conocíamos como el trabajo universitario tradicional (desarrollo e impartición de cursos, asistencia de los alumnos en horarios determinados, publicaciones periódicas en las que escriben los académicos, obtención de certificados a partir de la realización de exámenes, etcétera) va a dejar de existir dentro de muy poco tiempo. Varios factores van a contribuir a una radical transformación de lo que hacen las universidades.

Por un lado hay que considerar el altísimo costo de la educación universitaria, tanto pública como privada. En las universidades privadas cursar una carrera puede tener un costo superior a los 700 mil pesos (por todos los años lectivos), contando solamente la colegiatura. El costo de las universidades públicas es igualmente impactante, pero lo pagamos entre todos los contribuyentes y no de forma directa los estudiantes o sus familias.

Lo cierto es que hay muchas universidades públicas en estado de quiebra como consecuencia de los pésimos manejos financieros que han tenido y del peso enorme de un sistema de jubilaciones que durante décadas se manejó con enorme liberalidad y sin controles de ningún tipo. En el futuro millones de personas se preguntarán (con toda razón) si esos costos se justifican en virtud de lo que se obtiene a través de la educación universitaria tradicional. Los datos hoy disponibles señalan que la inversión vale la pena, pero nada nos asegura que lo siga valiendo en el futuro.

Por otra parte tenemos la enorme presión de un mercado laboral que requiere de personas con perfiles mucho más específicos y técnicos que antes. Hoy ya no basta con ser licenciado en derecho, sino que el mercado requiere de especialistas en derecho de quiebras, derecho de las telecomunicaciones o expertos en regulación de desechos orgánicos, por mencionar algunos ejemplos. ¿Las universidades, tal como funcionan en la actualidad, pueden suministrar los recursos humanos que está necesitando el acelerado cambio de la demanda laboral? La respuesta es no, a menos que cambien muchas cosas, empezando por el propio diseño curricular.

Un tercer factor de cambio, que ha irrumpido con enorme fuerza desde hace muy poco tiempo, es el internet. Abundan los cursos gratuitos en línea (los llamados “MOOCS”, por sus siglas en inglés), dictados por los mejores profesores del mundo y respaldados por las universidades más prestigiosas. Si una persona puede tomar esos cursos a la hora que quiera, desde la comodidad de su casa, y aprendiendo con los mejores, ¿por qué habría de invertir tiempo, dinero y esfuerzo en estar inscrito en una universidad tradicional en la que se va a encontrar con profesores de discutible capacidad pedagógica, con horarios rígidamente establecidos y en la que la van a obligar a tomar materias que ni le interesan ni le sirven para su futuro desempeño profesional?

Obviamente, el desarrollo de los MOOCS es todavía incipiente, pero la oferta educativa en línea (gratuita o de pago) se está ampliando a una velocidad muy considerable. Las universidades más prestigiosas y los profesores más reconocidos tendrán una ventaja enorme en este nuevo entorno de enseñanza/aprendizaje. Los alumnos se verán beneficiados por la ampliación del acceso a cursos de alta calidad, por la flexibilidad de los horarios en los que los podrán tomar y por el bajo costo de los mismos (lo cual será especialmente importante para los países en vías de desarrollo). Además, los MOOCS harán realidad el muy citado propósito de “educación a lo largo de la vida”, ya que van a permitir a personas de edades cada vez más avanzadas (que por muchas razones no pueden acudir a los campus universitarios) que tomen cursos de actualización o profundización que harán que sus conocimientos sigan vigentes y puedan seguir progresando en su respectivo campo profesional.

Ha llegado el momento del cambio para las universidades. Las que no lo quieran entender se van a quedar atrás, igual que lo harán los académicos que pretendan ignorar el terremoto que se está produciendo en la educación superior. Se requiere de un esfuerzo enorme que deben hacer de manera conjunta los administradores universitarios, los profesores e investigadores e incluso los propios alumnos.

La educación universitaria seguirá existiendo y seguirá siendo importante en el futuro; pero su rostro no se va a parecer en nada (o muy poco) a lo que hemos conocido hasta ahora.

 

@MiguelCarbonell