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La pálida sombra de Grey

El ciclo natural de erotismo que regresa una y otra vez a la pantalla no tiene una buena continuidad con la pálida sombra que es Grey.

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Escrito en OPINIÓN el

Cuando se deja fluir al mundo y la vida surgen los ciclos. Las estaciones, las inquietudes políticas y hasta el arte tiene este ir y venir constante, un retomar de formas novedosas viejos temas e inquietudes que acompañan permanentemente al hombre.

 

Esta certeza regresó a mi cuando vi la expectación que a muchas personas, especialmente a las mujeres, les produjo la cercanía  del estreno de Fifty Shades of Grey (Taylor-Johnson, 2015), basada en la novela homónima, primera de una supuesta trilogía erótica.

 

 

La verdad es que ni el libro o libros, ni la película merecen mucho del espacio de mi columna, pues son unos bodrios completos y de mala manufactura. Por el contrario, su mención aquí es debida a que me sirvieron para recordar otras películas que en mayor o menor grado han cumplido la regla de los ciclos naturales del cine, narraciones de intensa sexualidad, verdadero erotismo y profundas e incontroladas  obsesiones que han cimbrado al público de forma periódica.

 

Pero antes de hacer nuestra lista de siempre me gustaría pedirle que se siente tranquilamente en algún lugar que lo invite, querido lector, a la reflexión. Ya que haya hecho tal acción le pido que se tome su tiempo para contestar las siguientes preguntas:

 

¿Cuál es la película erótica que recuerda de forma más vívida?, o si lo prefiere así, ¿cuál le hizo sudar en su butaca por el deseo que le saltaba desde su interior gracias a lo que veía en la pantalla grande?

 

Me adelantaré a las críticas que seguramente vienen en camino y acepto mi culpa de antemano. Por supuesto que ambas preguntas son capciosas y tienen su truco. Para empezar tenemos que definir lo que es erótico y diferenciarlo de lo sensual y lo pornográfico, lo cual ha motivado a lo largo de la historia un sinfín de debates morales, legales, estéticos y religiosos.

 

Es en este punto donde debemos definir claramente, al menos para nosotros y con respecto al cine, qué es lo que nos resulta placentero y estimulante al momento de ver una película con temática supuestamente erótica. Y es que para algunas personas una película como The Pillow Book (Greenaway, 1996) le puede parecer un ejemplo de erotismo sofisticado que merece poner toda nuestra líbido al servicio de la pantalla de plata, o como una amiga alguna vez me dijo, un tremendo alucine que produce dolores de cabeza.

 

 

Después de esto viene la segunda trampa, es decir la segunda pregunta.

 

El que una película nos ponga la piel de gallina, nos haga sudar y nos deje con un impulso casi irrefrenable de pasar de espectadores de una película a recreadores de las mejores ideas y escenas sexuales de la misma en la vida real, no significa que los que nos motiva a nosotros sea lo que motiva a los demás, en otras palabras el erotismo está en el ojo del que mira.

 

Y aquí debo mencionar como ejemplo una película que, en su momento, todos mis amigos y amigas me recomendaban como una tremenda conjunción de la lucha contra la soledad a un nivel casi filosófico, mezclada con sexo duro y rock, excelente manufactura y oficio creativo. Y la verdad es que 9 Songs (Winterbottom, 2004) me decepcionó profundamente pues me pareció que la historia era bastante anodina, los encuentros sexuales eran dignos de algún canal amateur de porno y la técnica supuestamente documental dejaba mucho que desear. Por el contrario y a pesar de las críticas que los admiradores hardcore de Marguerite Duras hicieron de la versión en celuloide de L´amant (Annaud, 1992) me pareció, y sigue pareciendo, una historia sensual con excelente manufactura y  exquisitamente erótica sin caer en demasiados clichés visuales.

 

 

Ok, ahora le doy el tiempo que necesite para reflexionar ambas preguntas…

 

Bienvenido de vuelta, espero haya podido responder a su satisfacción plena las preguntas de antes. Le apuesto que la gran mayoría de ustedes respondió cada pregunta con una película distinta pero eso es válido.

 

Lo importante aquí es que de acuerdo con su edad será la respuesta, aún si tiene una amplia cultura cinematográfica esta es una regla casi invariable pues el erotismo cinematográfico es, como ya dije, un ciclo que regresa a nosotros.

 

Last Tango in Paris (Bertolucci, 1972), Emanuelle (Jaeckin, 1974) y Ai no korîda (Ôshima, 1976) son ejemplos de historias que conmovieron y hasta escandalizaron a la generación de mis padres y hermanos mayores.

 

En mi caso y de aquellos un poco más jóvenes nos movieron películas como Lucia y el Sexo (Medem, 2001), Basic Instinct (Verhoeven, 1992), Nine 1/2 Weeks (Lyne, 1986) –por cierto el personaje de Mickey Rourke es antecesor directo de la trama y el personaje de Mister Grey, pero menos pretencioso- y por supuesto, la inolvidable Henry & June (Kaufman, 1990).

 

 

Este hermoso y brillante ciclo de películas que escandalizan a través de la belleza de los cuerpos y lo atrevido de sus historias ha quedado trunco si nos detenemos a ver la cartelera de estos días. El ciclo natural de erotismo que regresa una y otra vez a la pantalla no tiene una buena continuidad con la pálida sombra que es Grey, que de tan fantasiosa y complaciente con un público comercial que no tiene mayores referentes termina siendo sosa y aburrida.

 

Por fortuna películas que nos estimulen a seguir el camino del placer y que valgan la pena como piezas de la creatividad subversiva del cineasta siempre habrá. Mejor ahorre su dinero y no lo gaste en cincuenta sombras deslucidas y espere una película que de verdad explore ese camino oscuro y dulce, como lo define Joaquín Sabina, que es el erotismo.

 

PD. Me encantaría saber qué películas recordaste con esta columna, por favor compártelo en mi twitter @HigueraB, saludos.

 

eduardohiguerabonfil@gmail.com