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La megalópolis que llegó para quedarse

Los patrones de crecimiento en las ciudades no siguen un plan territorial.

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Escrito en OPINIÓN el

Las ciudades mexicanas han mantenido durante décadas uno de los peores patrones de crecimiento imaginables, y no como muchas personas piensan debido a “una falta de planeación”, sino precisamente como consecuencia del sistema de planeación urbana vigente. Han sido muchos los conspicuos urbanistas mexicanos que, como les suelo decir a mis alumnos, han logrado dominar una sofisticada técnica llamada copy-paste para calcar sin pudor alguno el urbanismo estadounidense y aplicarlo a rajatabla en las ciudades de nuestro país. Si sirviera de consuelo, más o menos lo mismo ha sucedido en la gran mayoría de las ciudades del continente americano.

 

El patrón de crecimiento al que nos referimos en el párrafo anterior se caracteriza por una concepción lineal y simple del altamente complejo fenómeno urbano, con el que se promueve una urbanización horizontalmente extendida, de baja densidad de población, con zonas excluyentes de usos del suelo y una serie de absurdos requerimientos normativos como el que obliga a un cierto número mínimo de cajones de estacionamiento por metro cuadrado construido, sin tomar en cuenta los contextos particulares y las variables que realmente explican la demanda de dichos cajones. Al final esta exigencia genera un muy costoso desperdicio de suelo que reduce la rentabilidad de las inversiones y empequeñece por diferentes vías el poder adquisitivo de las familias. 

 

Los resultados de esta planeación están a la vista: las ciudades de México son espacialmente desordenadas y de muy bajas eficiencias urbanas, económicas, ambientales y sociales, causando todo tipo de costos que merman sistemáticamente la calidad de vida de sus habitantes.

 

Pero así como las ciudades crecen sin control, también sucede lo mismo con las zonas metropolitanas y las regiones del país porque nunca hemos tenido un plan de desarrollo económico y regional que defina un modelo de desarrollo de largo plazo que tome en cuenta aspectos como las ventajas competitivas de la planeación territorial.

 

En este contexto es que el crecimiento urbano y económico de las ciudades del centro del país ha ido conformando fortuitamente un macrosistema regional al que ahora nos referimos simplemente como la megalópolis y en el que hay que incluir a ciudades y zonas metropolitanas como la Ciudad de México, Toluca, Cuernavaca, Cuautla, Puebla, Texcoco, Pachuca, Querétaro, San Juan del Río y Tula.

 

Si bien puede haber varios criterios básicos de inclusión en la megalópolis, me parece que los fundamentales son los que dan cuenta de las relaciones reales y cotidianas entre las mismas, y en este sentido se trata de un enjambre de relaciones económicas y sociales que generan una altísima cantidad de flujos de personas y de todo tipo de bienes y mercancías.

 

Las tasas de crecimiento de las manchas urbanas que conforman la megalópolis han sido muy altas en los últimos años, generando patrones aleatorios y altamente desordenados de crecimiento en la región. Algunos cálculos frescos nos dan una buena idea de la forma en la que estas ciudades han estado creciendo, por ejemplo, el crecimiento de algunas de las zonas metropolitanas mencionadas, entre el año 2000 y mediados de este 2016, ha sido el siguiente: la del Valle de México ha crecido en esos 16 años un 140%; la de Toluca un 249%; la de Cuernavaca un 160%; la de Pachuca un 226%; la de Cuautla un 149%; la de Puebla-Tlaxcala un 238% y la de Querétaro en un 128 por ciento.

 

Como es de esperarse, estos patrones de crecimiento no siguen un plan territorial y se van dando realmente en función de los acuerdos a los que llegan las autoridades municipales con los desarrolladores inmobiliarios, contribuyendo cada cual en la construcción de una megalópolis cuyos problemas de contaminación atmosférica, de manejo de residuos, de abastecimiento y tratamiento de aguas y de baja competitividad regional irán también creciendo inexorablemente.

 

La opción es por supuesto que el Estado se decida a agarrar al toro por los cuernos, pero como la probabilidad de que eso suceda es mucho muy baja, no nos queda sino seguir haciendo la lucha para sobrellevar nuestra cotidianeidad en la megalópolis que llegó para quedarse.

 

@lmf_Aequum

@OpinionLSR