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La libertad de expresión

En lo personal creo que la libertad de expresión en México no está dañada por este tipo de hechos “colosales” como el despido de alguien de un medio.

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Escrito en OPINIÓN el

Hace algún tiempo escribí una de mis colaboraciones sobre la libertad de expresión. En ese entonces, acababa de ir al museo de las noticias (“Newseum”) en la capital de los Estados Unidos y me impresionó mucho lo que vi en dicho lugar. Entre otras cosas, narré que había un mapa inmenso del mundo, iluminado por colores, en los que se marcaba en verde aquellos países que tenían libertad de expresión, en amarillo aquellos que tenían algo y en rojo a aquellos que no tenían libertad de expresión, según los datos de “Freedom House”. Para decirlo de alguna manera, el mapa se puede consultar en línea también y cuando uno da “click” sobre nuestro país, aparece la leyenda que dice “Not Free” (no libre).

 

Esto quiere decir que, por alguna u otra manera, en México, para esta organización, no existe la libertad de prensa. Claro está – y hay que aclararlo – que cuando se menciona a México como un país que no es libre, en buena medida se refieren a la autocensura impuesta por los propios periodistas debido al clima de violencia, inseguridad y crimen organizado. Es decir, es una cuestión vinculada a estos motivos, más que a la censura que se impone desde el gobierno, como podría suceder por ejemplo con China, que también es un país “no libre”.

 

Traigo todo esto a colación, porque un par de colegas en la ciudad de Washington DC me preguntaron sobre el tema de Carmen Aristegui. Es un asunto que ha levantado mucha polémica y que todos los medios internacionales han recogido. En lo personal, hay cosas que comparto y otras que no comparto de la manera en que Carmen hace periodismo en México. Debo reconocer que admiro algunas cosas, y en otras estoy en desacuerdo. Mi intención no es emitir un juicio sobre el despido de Carmen. Creo que ya hay muchas voces que están hablando de lo mismo. Mi objetivo es más bien reflexionar sobre el hecho, y sobre la percepción que se tiene de nosotros como mexicanos, como una nación y una sociedad que no tiene libertad de prensa.

 

Entiendo muy bien que actualmente hay una discusión pública en torno a si el despido de Carmen Aristegui de MVS Radio tiene que ver con que hubo supuestas presiones ejercidas desde el gobierno (alguien en el gobierno), o es más bien un conflicto con la empresa. Al menos en la prensa y en la opinión pública internacional se han comprado la versión que en México no hay libertad de expresión (que es diferente a la libertad de prensa) y que persisten los “vendavales autoritarios” (parafraseando a la misma Carmen). En lo personal creo que la libertad de expresión en México no está dañada por este tipo de hechos “colosales” como el despido de alguien de un medio. Me gustaría que Carmen siga opinando como lo hace hasta el momento, porque creo que es sano y creo que es benéfico para el país, pero creo que en todo caso, la censura y las libertades “cercenadas” no lo están allí solamente. Están en la cotidianeidad de las cosas.

 

Vamos por partes: El reporte que hace Freedom House es muy atinado. En México, la censura es autoimpuesta. Los medios de comunicación no están siendo coercionados directamente por las autoridades para que publiquen determinada cosa, o para que oculten alguna otra. Los periódicos, los noticieros de radio y de televisión y los comentaristas y articulistas no están (estamos) siendo presionados por nadie para escribir de un tema o para evitar otro. Lo digo en primera persona. Creo que la visión de Freedom House es más atinada, porque atiende a las pequeñas cosas de todos los días que generan censura y destruyen la libertad de prensa y de expresión en el país.

 

Me refiero, por supuesto a la violencia en ciertas zonas del país, que como ya se dijo al inicio, provoca miedo. Pero también (y especialmente me refiero) a aquellos comentaristas que se deleitan en complacer al gobernante en turno, sólo porque ello genera condiciones beneficiosas para él o para ella. Creo entonces que –en todo caso– si nuestra libertad de expresión está maltrecha y malherida, no se debe a las presiones autoritarias de un dictador, no, más bien se debe a todas esas cosas rutinarias (y que dependen de nosotros mismos) para no ser serviles o complacientes.

 

Ojalá que las condiciones en México cambien y seamos un país “libre”. La buena noticia es que en gran medida depende de nosotros mismos.

 

@fedeling