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La incomprensión

En el imaginario del jefe del Estado mexicano una persona inválida o discapacitada se encuentra necesariamente imposibilitada para gobernar.

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Escrito en OPINIÓN el

Ronald Dworkin identificaba en la igualdad a la virtud soberana de una comunidad política democrática, pues si los ciudadanos no reciben un trato igualmente digno ante las leyes y en la distribución de oportunidades y recursos, no tienen entonces las condiciones para desarrollar  libre y responsablemente un proyecto de vida propio. En la argumentación de este filósofo norteamericano, las instituciones de gobierno se juegan su legitimidad en su capacidad para tratar a todas las personas con igual importancia y respeto.

 

A pesar de las profundas desigualdades socioeconómicas que lastran a nuestro país, de la discriminación que cotidianamente sufren millones de mexicanos y de la existencia de instituciones excluyentes y extractivas que reproducen las condiciones que permiten la desigualdad extrema, garantizar un trato igualmente digno a todos los ciudadanos no parece ser parte de la visión política y el proyecto de gobierno de la Presidencia. Los hechos y los gestos discursivos avanzan en un sentido diferente a la comprensión de la desigualdad.

 

Un primer gesto. La familia presidencial decide posar en pleno para ¡Hola! en conmemoración de la graduación de preparatoria de la hija de la primera dama. No importaron la afirmación frívola del privilegio y la exclusión que representa la revista en cuestión o el rechazo social a reportajes de esta naturaleza después de escándalos de conflictos de interés o giras de shopping al extranjero. La prioridad es la exhibición gratuita del privilegio y la opulencia, la pose que aparenta buen gusto y distinción. Un ejercicio vacío de falso glamour detrás del cual hay únicamente clasismo.

 

Tan importante es que seas virtuoso como que lo parezcas, señala Gracián en un principio del Arte de la Prudencia. Lo que hace irresponsable la exhibición de la opulencia presidencial, es que esta ocurre en el mismo contexto en que se anuncia la necesidad de recortes presupuestales y de mayor austeridad, lo cual supone que muchas personas perderán sus empleos y que millones de familias mexicanas enfrentarán mayores dificultades para completar su gasto mensual. No entienden que no entienden o comprenden perfectamente pero no les interesa.

 

Todavía más odiosa resulta la portada de ¡Hola! cuando en la misma semana en que la familia presidencia exhibe su condición privilegiada, se dio a conocer el reporte de OXFAM sobre la desigualdad extrema en México elaborado por Gerardo Esquivel (informe que se puede consultar aquí). Los datos de este informe nos advierten sobre las profundas condiciones de exclusión y marginación que prevalecen en México. A pesar del tamaño de nuestra economía, México se encuentra en el 25% de naciones con mayores niveles de desigualdad en el mundo, 1% de la población captura 21% del ingreso nacional y el 10% de la población con mayores ingresos se benéfica del 24% de la riqueza nacional.

 

Detrás de la profunda desigualdad socioeconómica en nuestro país está el diseño de instituciones excluyentes y extractivas que permiten a una élite la captura del Estado y los recursos nacionales, profundizando la marginación de la mayoría de los mexicanos y la vulnerabilidad de grupos como los indígenas, los niños y las mujeres. La desigualdad no es sólo un problema económico, sino  también de acceso a las instituciones políticas y sociales y es en este ámbito donde resalta un segundo gesto presidencial claramente discriminatorio: después de pasar por una cirugía el Presidente declara que está en condiciones de gobernar pues no está “inválido, ni discapacitado”.

 

Más que un lapsus momentáneo, la frase otorga demasiado. Refleja una profunda incomprensión sobre la igualdad y el ejercicio de los derechos ciudadanos. En el imaginario del jefe del Estado mexicano una persona inválida o discapacitada se encuentra necesariamente imposibilitada para gobernar. ¿Qué es lo que entiende en el fondo por invalidez? ¿Asume que todas las discapacidades son iguales, afectan a las personas de la misma forma y por ende las imposibilitan en todos los casos para tomar decisiones en forma autónoma?

 

En su libro En el Poder y en la enfermedad, David Owen, analiza casos históricos de líderes cuyo estado de salud permite abrir legítimamente un debate sobre su capacidad para gobernar. Sin embargo, hay una distinción clara entre padecimientos que permiten abrir dudas sobre las condiciones de salud de un jefe de Estado y la invalidez, como lo representa el caso de Franklin D. Roosevelt.

 

Los que estos actos y declaraciones nos dicen, es que la presidencia no comprende la magnitud de las desigualdades sociales y políticas en nuestro país, pero mucho menos las consecuencias que la marginalización y pobreza tienen en los grados de violencia que vivimos y para la calidad de nuestra vida democrática. La portada del Hola! y las declaraciones sobre la invalidez y la discapacidad, simplemente ponen en evidencia la profunda disociación de la visión de la Presidencia y la situación de exclusión que enfrenta nuestro país. 

 

@ja_leclercq