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La gran fuga

La única respuesta posible a los hechos que ocurrieron el sábado por la noche es la corrupción.

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Escrito en OPINIÓN el

El tema de la semana es, sin duda, la fuga de un penal federal de máxima seguridad en el país, por segunda ocasión, de Joaquín Guzmán. El domingo por la mañana los mexicanos amanecimos con esa noticia que sonaba a broma, muy difícil de creer. Acudimos a nuestras fuentes habituales de información para confirmar algo que parecía imposible, algo que se nos había dicho, no volvería a ocurrir, “sería imperdonable”, en palabras del titular del Ejecutivo Federal.

 

La forma en la que ocurrió la fuga del Centro de Readaptación número 1 “El Altiplano”, conocido como “Almoloya”, la planeación minuciosa de cada momento antes, durante y después de que sucediera el hecho, es algo que las autoridades tendrán que explicarnos a todos los mexicanos. En nuestro país, además de que la corrupción irrumpe en cualquier área del sector público sin ninguna consecuencia, cuando parece haber alguna, resulta más fácil escapar de un penal de alta seguridad, que comprobar la adquisición legal de una casa o la compra de bienes con supuestos recursos provenientes de sueldos ganados como servidores públicos que ni por asomo podrían comprar con ellos o documentar los innegables nexos entre la política y el crimen organizado.

 

La comparecencia ante los medios de comunicación de los titulares de los órganos del Estado encargados de la seguridad del país intentando explicar lo sucedido, fue patética. Desencajados, sin saber qué contestar y sin poder articular respuestas coherentes y claras, fueron la evidencia de que no tenían la menor idea de lo que había ocurrido. Mencionaron entre otras cosas que, con toda seguridad, el delincuente que había recuperado milagrosamente la libertad, había tenido cómplices. ¡Qué gran revelación! El Chapo no había excavado el túnel por sí mismo.

 

Él no había diseñado el túnel, introducido tanques de oxígeno en su interior, habilitado una motocicleta para facilitar el transporte de materiales y herramientas, y sacado toneladas y toneladas de tierra a través de la casa deshabitada por la que después huiría. Una de las primeras grandes revelaciones de la investigación en marcha para su búsqueda y captura en nuestro país y el extranjero. Señores secretarios, Joaquín Guzmán seguramente permanecerá en México ¿en qué otro lugar lo protegerían y cuidarían tanto?

 

La única respuesta posible a los hechos que ocurrieron el sábado por la noche es la corrupción. La corrupción fue la que permitió al delincuente que regresa a la lista de los más buscados del mundo, permanecer en la misma celda durante casi año y medio, conseguir los planos de un penal de alta seguridad, pagar a los funcionarios del penal para la realización del túnel, contratar empleados que desde el exterior ejecutaran los trabajos necesarios para construirlo, planificar cada segundo de su salida del penal y finalmente, la forma en la que llegaría al destino planeado.

 

Si las casualidades no existen, lo que también resulta preocupante es la facilidad de un delincuente que está retenido en un penal desde hace dieciséis meses, para conseguir la información pertinente que le permitió elegir con todo acierto el momento más fácil para su fuga. En el momento en el que sucedieron los hechos, los dos cargos del Ejecutivo Federal, no se encontraban en el país. El sábado por la noche, tanto el presidente de la República como el secretario de Gobernación junto con los de Marina y Defensa, se encontraban en el viaje que les permitiría acudir juntos a la gira presidencial en Francia. Incómodo momento para nuestro país, dar la cara en el extranjero cuando no pueden darla en territorio nacional. La prensa internacional se encargó de exhibir los contrastes entre una fastuosa y concurrida visita de estado y la fuga del delincuente más buscado en el mundo.

 

Como ciudadanos debe preocuparnos y mucho, que el señor Guzmán cuente con más y mejor información de lo que sucede en el país que nuestras propias autoridades. Mientras el delincuente conocía a la perfección dónde se encontraban el presidente y el secretario y que, por tanto, su capacidad de respuesta se retrasaría, los segundos no tenían ni por asomo conocimiento de los planes del encarcelado.

 

No tenían información de que, durante meses, se realizaba esa obra debajo del penal que conectaba directamente con la celda de Guzmán, no monitoreaban continua y metódicamente el perímetro del penal con la finalidad de detectar actividad inusual, no se enteraron de varios trabajadores entrando y saliendo de la casa deshabitada, de camiones cargados de material sacado de la cercanía del penal, no escucharon el trabajo incesante de las herramientas necesarias para excavar el túnel, las detonaciones, pero lo más grave de todo, es que ni la Secretaría de Gobernación ni la Procuraduría General de la República tuvieron conocimiento que, desde un penal de alta seguridad, se estaban buscando los planos de su construcción. ¡Cómo es posible que las labores de inteligencia en nuestro país no tengan conocimiento que cualquier persona, quien sea, está preguntando, consiguiendo y comprando los planos de un penal de alta seguridad en México!

 

Seguramente, tal como sucedió en el caso de Iguala, las autoridades contaban con meses de antelación con información relevante que desestimaron, lo que parece ser una constante en el gobierno, y que tiene como consecuencia un gobierno ineficaz e incapaz de garantizar seguridad a los ciudadanos.

 

¿Qué clase de inteligencia se hace en nuestro país cuando los corruptos siguen en la calle, adquiriendo bienes, beneficiándose con negocios y dinero ilícito desde sus cargos como funcionarios públicos? ¿Qué tipo de actividades de inteligencia y seguridad se llevan a cabo en nuestro país, si es que se realiza alguna, que les impide detectar y prevenir casos como Ayotzinapa y la fuga de El Chapo Guzmán? La complicidad del Estado es la única respuesta, no hay otra. La facilidad con la que se mueve la corrupción y el crimen organizado en el país es posible gracias a la inactividad del Estado. La ley no se aplica, los delincuentes están en la calle y los ciudadanos a merced de la complicidad que existe entre los delincuentes y el Estado.

 

Sí, señor secretario, Joaquín Guzmán tuvo cómplices, son ustedes.

 

@C_Humphrey_J