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La genética mexicana

No es extraño ver a mexicanos en el extranjero exigiendo como si fueran los dueños del changarro.

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Escrito en OPINIÓN el

Nuestro ADN no se puede ocultar; llevamos nuestra genética en todo el cuerpo. Pero no estoy hablando solamente de aquello que nos hace ser altos, con complexión robusta o delgada, con ojos claros o no, o bien, con cabello castaño o negro. Por supuesto que hay un cierto tipo de características de nuestra fisonomía que nos hacen únicos. Pero así también hay “genes” culturales y es innegable que ellos salen a relucir constantemente.

 

Me refiero a que existen un cierto tipo de características que son invariablemente inherentes a nuestro origen y por ende, nos hacen únicos. Pero estos genes los hay de dos tipos: positivos y negativos. Como todo, y como todos, nuestra mera existencia está plagada de luces y sombras. De eso precisamente quiero hablar.

 

Para comenzar, quiero decir y comentar aquellas características que los mexicanos tenemos y que no nos damos cuenta. Aquellas cualidades que nos destacan del resto de la población y de la comunidad y que nos distinguen para bien. La primera de ellas es el trabajo. He podido comparar como testigo de primera línea aquella labor que realizan (o realizamos) los mexicanos frente a las de otras comunidades en Estados Unidos y es evidente que el trabajo realizado por los mexicanos es de una calidad mucho muy superior a la que realizan los nativos de este país.

 

Quizá tenga que ver con un sentido del desapego y de no tener seguro nada, por lo que el esfuerzo se hace doblemente necesario. Si los mexicanos quieren tener éxito, entonces no dan nada por hecho y por tanto, logran lo que otros no. La incertidumbre de no tener un futuro asegurado es un incentivo para poner manos a la obra.

 

Lo anterior tiene seguramente su origen en las largas jornadas laborales que se trabajan en México, pero que a la postre resultan altamente improductivas. ¿De qué sirve que nuestro país sea el que mayor número de horas le dedica al trabajo de todos los países de la OCDE, si no somos ni por mucho el país que más productivo es?

 

Ahora bien, no siempre todo es miel sobre hojuelas, porque también los mexicanos tenemos una serie de vicios que nos vuelven poco atractivos para otras culturas. La principal de nuestras fallas es la falta y el incumplimiento a las normas. Constantemente estamos buscando cómo darle vuelta a aquellas regulaciones que no nos parecen y nos quejamos cuando alguien pretende aplicar la ley y disciplinarnos.

 

Es lo mínimo que tenemos que hacer cuando vivimos en otro país (y tendría que ser igual cuando vivimos en México). He visto a muchos mexicanos cruzar la calle por donde no se debe, o he visto a otros que siguen pensando que pueden hacer alguna “trampa” en su trabajo sin que esto tenga consecuencias.

 

Basta solamente encontrarse con otros mexicanos (especialmente aquellos que vienen de fuera o de visita) para atestiguar que somos un tanto cuanto rebuscados (sobre todo quienes ejercen algún tipo de encargo público en el país). No es extraño ver a los mexicanos exigiendo como si fueran los dueños del “changarro”, sin entender que todos valemos lo mismo; cuantimás fuera de nuestra frontera nacional.

 

La cultura mexicana tiene luces y sombras. Como ya se ha dicho en innumerables ocasiones anteriormente, la esencia de los mexicanos es muy atractiva y puede tener una vertiente sumamente positiva. Cuando los mexicanos queremos, podemos ser sumamente ordenados, trabajadores y dedicados. Esta es una de nuestras fortalezas más grandes y más importantes. Sin embargo, cuando dejamos que nuestro lado negativo nos haga presas, entonces caemos exactamente en lo contrario.

 

Por último, me gustaría mencionar que, quizá, a veces son los mexicanos de quienes menos esperamos los que nos sorprenden en cualquier sentido. No es una cuestión de educación solamente; sino de principios. Quizá tenga que ver con la sensación de sentirnos seguros y bien “plantados” en nuestro lugar. Aquellos mexicanos que deberían saber cómo actuar y en qué momento cumplir con las reglas, a veces, son los que menos siguen las instrucciones.

 

En cambio, a veces aquellos de los que no esperamos una conducta ejemplar, son quienes acaban poniendo el ejemplo. Lo que trato de decir es que la frontera, para nuestra cultura, es reveladora. Es como si cruzarla sirviera para desvelar el verdadero rostro de nuestras intenciones y conductas. Pero más allá de todo esto, a lo que yo aspiro es a que eventualmente, nuestra tendencia negativa no sea lo primero por lo que se nos conoce y a dejar que lo mejor de nosotros salga a flote. Sin duda un caso revelador.