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La eficiencia de la protesta

Para que una protesta contribuya a mejorar las cosas en el país, es necesario que sea efectiva, bien estructurada, proactiva y coherente.

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Escrito en OPINIÓN el

 

En Washington ha trascendido profundamente lo que sucede en nuestro país. Las cosas no se han quedado dormidas y mucho menos, se les ha dado carpetazo. Normalmente cuando una crisis aparece, la manera en que ésta puede acabarse es con otra crisis aún mayor, o generando mayor morbo entre la población y la ciudadanía. Es triste, pero cierto. En la capital de los Estados Unidos he podido observar que la crisis de México respecto a los 43 normalistas desaparecidos no ha bajado su nivel de intensidad, y observo que la prensa internacional se dedica enteramente a condenar la situación en México –cosa que no es para menos– y todos los días aparece algún reportaje, alguna noticia o algún avance sobre lo que acontece en nuestro país.

 

Debo también decir que el tema de la famosa casa de la Primera Dama ha dado la vuelta al mundo y ha ocupado los primeros lugares en todos los diarios relevantes internacionales. En el caso de la capital estadunidense, El Washington Post ha consignado el hecho –levantando indignación– y ha publicado editoriales bastante duros al respecto. Y por supuesto que esa no ha sido la única ocasión en que la opinión pública internacional ha hecho escarnio de este tema.

 

Pero más allá de eso, lo que me quedé pensando es cómo justificar lo que pasa en México cuando le preguntan a uno. Y aquí no encuentro forma de justificar que todo lo que sucede tiene una razón lógica. Vamos por partes. En el caso de los normalistas de Ayotzinapa, hay grupos radicales de maestros en Guerrero que se han esforzado grandemente por prender fuego al Palacio Municipal, a la Residencia del Gobernador y ahora recientemente, también al Palacio Legislativo Local. ¿Cómo justificar la violencia para protestar porque hay violencia? Suena absolutamente absurdo. Y la verdad es que todo ello trasciende las fronteras y nos hacen ver como un país que, literalmente, está en llamas. No sólo eso, sino que retóricamente se dicen cosas del tipo: El Palacio Nacional está en llamas y el Presidente está en China.

 

La duda que me queda de todo esto es si realmente hay efectividad en la protesta o no. Tengo la impresión que es solamente un pretexto para hacer escándalo, para desprestigiar al otro y para culpar a los demás de aquello que no queremos asumir como responsabilidad propia. Creo que no hay nada que nos haga más daño que eso. Hay varios ejemplo: se ha prestado más atención a la frase del “ya me cansé” de Murillo Karam, que a las cosas que verdaderamente importan, mismas que durante una hora antes, estuvo diciendo en la conferencia de prensa. ¿Qué bien le hace al país descontextualizar la frase del Procurador General de la República, para atizar más el fuego? Eso es una maniobra de desestabilización política a favor de un grupo de personas que buscan exactamente eso y ganar algo: posiciones de poder. Eso no es más que un reacomodo de fuerzas internas en el gabinete y una lucha por las carteras. La indignación y la protesta por el simple “ya me cansé” es totalmente ineficiente.

 

Pero las cosas no paran allí, sino que hay otras protestas igualmente ineficientes: quemar la puerta del Palacio Nacional, prender fuego al Congreso de Guerrero, al Palacio Municipal de Iguala, etc. ¿Dónde está la efectividad de esta protesta social? No la encuentro por ningún lado. Si esas acciones no se traducen en acciones concretas, propositivas y coherentes, la verdad es que solamente son actos vandálicos, pérdida de tiempo, grilla inútil y otras tantas cosas más.

 

Una de las cosas que he aprendido en Washington es que, para que una protesta contribuya a mejorar las cosas en el país, es necesario que sea efectiva, bien estructurada, proactiva y coherente. De otra manera no sirve. La participación ciudadana y social en los grandes asuntos públicos de México también requiere inteligencia emocional de sus actores y de sus jugadores. Tal como lo haríamos con una persona, así también tenemos que ser capaces de hacerlo con el país: hay que saber cómo decir las cosas, el momento adecuado para hacerlo, la mejor forma de hacerlo para que sea eficiente y los medios y mecanismos que utilizaremos para que nuestro mensaje llegue con claridad.

 

Aunque entiendo las razones del escarnio público en estos tiempos de crisis, la verdad es que no comparto la manera en que estamos abordando nuestros problemas, y me parece que nos estamos equivocando en algunas cosas. El tiempo lo dirá; pero mientras eso pasa, hay que recordar que el mundo nos observa, y peor aún, escribe en periódicos y noticieros acerca de nosotros.

 

@fedeling