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La captura de El Chapo

Aciertos del estado mexicano y fallas de las organizaciones del narco.

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Escrito en OPINIÓN el

El anuncio sobre la recaptura de El Chapo Guzmán ha causado tanta o más sorpresa como en su momento lo hizo su inverosímil fuga. A partir del mensaje del presidente Peña Nieto, las redes sociales se volcaron a recordar los desaciertos y oscuridades de un estado mexicano incompetente en mantener dentro de sus prisiones a sus más peligrosos criminales. La noticia de la detención, pronto desató las suspicacias sobre las condiciones en que el evento ocurrió y, en especial, si esta vez las autoridades podrían mantener en prisión al líder del Cártel de Sinaloa.

 

Sin embargo, más allá de las reservas del caso, lo cierto es que la captura de El Chapo es un hecho de enorme importancia política, que fortalece el Estado de derecho en México y la imagen internacional del país. Sobre todo, da un respiro a un gobierno federal que se encontraba debilitado por la falta de credibilidad que provocó por la opacidad mostrada en el caso “La Casa Blanca” y por los errores descomunales en la investigación sobre Ayotzinapa.

 

Más aún, la caída de Guzmán Loera ocurre en medio de un clima de desconfianza en la capacidad de la administración federal para enfrentar la turbulencia financiera mundial ocasionada por China, la caída de los precios del petróleo y la devaluación del peso frente al dólar. En ningún otro mundo un presidente podría recibir mejor regalo de inicio de año.

 

Pero dada la trascendencia de la caída del criminal más peligroso y rico del mundo -a decir de la DEA-, es imprescindible analizarla desde dos puntos de vista: La fortaleza y efectividad del estado mexicano y la dinámica operativa de las organizaciones criminales como el Cártel de Sinaloa. La captura del capo no se entiende sin observar estos dos elementos, aunados a uno más, no menor: Su personalidad.

 

Desde el punto de vista de las fuerzas del estado mexicano es evidente que se apostaba todo para capturarlo. El cerco que la Marina, el Ejército y fuerzas de la Policía Federal habían construido alrededor del capo comenzó a adquirir forma desde julio de 2015 cuando la DEA informó al gobierno mexicano de una reunión de Guzmán Loera en Los Mochis, Sinaloa. Sin embargo, El Chapo escapó por siete minutos. A partir de ahí comenzó una tenaz persecución que involucró sofisticados artefactos de inteligencia y espionaje, como drones, rastreo satelital, escuchas telefónicas, y demás.

 

La Fuerza de Operaciones Conjunta, ese agrupamiento encabezado por la Marina, pero con apoyo logístico y de inteligencia de expertos en crimen organizado de drogas de Colombia y Estados Unidos, estrechó, aún más, el cerco al capo. Poco después, en el contexto de un despliegue impresionante de operaciones de campo, se publicaron las fotografías de la cabaña en Bastantitas, municipio de Tamazula -lugar donde Guzmán Loera vivió después de su fuga- y, además, tuvimos noticias de un supuesto enfrentamiento en el que había resultado herido. El cerco siguió estrechándose… y la espera continuó.

 

Por supuesto, las fuerzas de seguridad del estado mexicano no sólo luchaban contra una de las organizaciones criminales más violentas y financieramente más sólidas del mundo. También luchaban contra sí mismas, de ahí que la espera fuese larga. En efecto, el estado luchaba contra las debilidades de sus órganos de inteligencia, contra la ineficiente coordinación interinstitucional, y contra la nunca suficiente confiabilidad y profesionalismo de sus agentes. Pero, principalmente, luchaba contra la corrupción que ha corroído todas las estructuras institucionales del régimen político.

 

A pesar de esto, la captura ocurrió. Pero no solo ocurrió gracias a estas instituciones, a las que El Chapo Guzmán compró y burló con su fuga. Ocurrió también porque del lado de la organización criminal comandada por el capo de Sinaloa existían una serie de características que jugaban contra sí mismo.

 

Para empezar, las organizaciones criminales funcionan con base en la confianza interna. Dada su condición de ilegalidad que las convierte en blanco efectivo de las fuerzas de seguridad, y dado que las guerras contra cárteles rivales ocurren de forma violenta, las organizaciones criminales forzosamente necesitan desarrollar fuertes vínculos de confianza que permitan evitar filtraciones, capturas, traiciones; vínculos que se convierten en canales de comunicación que aceitan las operaciones de drogas, las ventas, los pagos y el lavado de los dinero.

 

Por otro lado, estos vínculos se construyen, como en el caso de la organización de Sinaloa, sobre la base de los lazos familiares y comunitarios. Estos grandes cárteles criminales nacieron en el interior de grupos familiares dedicados al cultivo y siembra en las zonas serranas de Sinaloa. El negocio floreció en estos territorios comunes y, a partir de ahí, se fue ampliando y sectorizando por territorios que se repartían a lugartenientes con vínculos de sangre o de extrema cercanía. La fragmentación que el Cártel de Sinaloa ha experimentado desde su nacimiento (el mismo cártel es producto de la fragmentación del Cártel de Guadalajara) no ha impedido que su crecimiento siga estos patrones de lazos consanguíneos y de amistad.

 

Por último, en el caso del Cártel de Sinaloa su estrategia de crecimiento y expansión ha transitado por dos vertientes: La violencia y las alianzas. Desde su nacimiento, esta organización criminal ha abierto los más diversos y cruentos frentes de guerra, ya contra el Cártel de Tijuana, ya contra el Cártel del Golfo y Los Zetas. El derramamiento de sangre y la locura extrema que ha acompañado el uso de la violencia es de sobra conocido.

 

Ciudades como Juárez han atestiguado el nivel de crueldad y demencial violencia con que estos grupos se enfrentan. Pero, por otro lado, el Cártel ha sabido construir sólidas y muy fructíferas alianzas con organizaciones rivales e, incluso, con sus otrora enemigos. Aunque, sin duda, las alianzas más fructíferas han sido con las autoridades de gobierno de todos los niveles y con representantes de todos los poderes: diputados, presidentes municipales, jueces y policías.

 

En este sentido, el Cártel necesitaba de un líder que no solo conociese el entramado de relaciones familiares, de compadrazgo y amistad que constituyen el núcleo duro de la organización, sino que el líder fuese parte de este núcleo, que proviniese de este círculo primigenio. Se necesitaba, también, de una mente estratégica, fría y calculadora, con la suficiente inteligencia para establecer alianzas y pactos que diversificaran las actividades de la organización, la consolidaran en el territorio mexicano y la expandieran a nuevos mercados. Al mismo tiempo, se requería de un individuo extremadamente cruel y vengativo, que no dudase en usar la violencia contra sus detractores y valerse de cualquier medio para alcanzar sus fines. Finalmente, el cártel precisaba, por las mismas características operativas que demanda una organización de drogas, un individuo que él mismo fuese el responsable de toda la ejecución de los planes. Un perfil así, es el que presenta El Chapo Guzmán.

 

De ahí, también, se derivan las razones de su captura. Uno se preguntaría, ¿por qué un individuo con tal poder financiero no huyó al fin del mundo para escapar de la “justicia mexicana”? Por las razones aquí enunciadas: 1) la forma de estructuración de la organización criminal demandaba de la mayor secrecía y confianza entre los actores; 2) esto se aseguraba mediante los lazos y vínculos familiares y de amistad o compadrazgo de El Chapo con los principales lugartenientes; 3) además, la operación del cártel requería de una enorme capacidad estratégica tanto para establecer alianzas como para destruir organizaciones enteras; 4) y, finalmente, requería de alguien con el suficiente conocimiento sobre las maneras de comprar y sobornar autoridades.

 

Por eso, El Chapo se refugió, primero, en la sierra, espacio de cultivos y soldados del narco que lo protegían y le brindaban seguridad. Por eso, pronto inició con sus incursiones en las zonas urbanas, lugar donde negociaba y pactaba, además de ser la esfera en que departía con su familia y amigos. Por eso, también, la Marina pudo construir un perfil y una agenda que le permitió anticipar posibles movimientos, rutas de escape, comportamientos y escenarios.

 

Al final del día, el enorme egocentrismo del capo, esa demencial confianza en sí mismo que no pudo haberse construido de esa manera, si no es por la enorme ineficiencia y corrupción de las instituciones mexicanas, fue el elemento detonante de su caída. A decir de la Procuradora General de la República, Arely Gómez, la pista de El Chapo se hizo nítida al descubrirse sus intenciones de financiar una película autobiográfica; de inmortalizar su leyenda como el narco más peligroso del mundo, el más rico y poderoso, como aquél que dos veces había escapado de las cárceles de seguridad mexicana, de aquél que puso en jaque al estado mexicano. El capo se consumió en la hoguera de sus vanidades.

 

La captura de El Chapo es un logro de algunas de las instituciones del estado mexicano, de ese estado del cual el capo se burló. Pero también, la detención de Guzmán Loera muestra las debilidades internas y operativas de las organizaciones criminales y de sus líderes. Habrá que reconocer la captura, pero habrá también que continuar señalando los huecos, las fallas y desaciertos de nuestro sistema de procuración de justicia.

 

@EdgarGuerraB