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La agenda imposible

Los derechos humanos siguen siendo parte de un discurso político.

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Escrito en OPINIÓN el

El tema de los derechos humanos, su aplicación, respeto y constante difusión como un asunto de cultura general extendida y consolidada sigue siendo más una agenda exclusiva  del discurso político que una realidad medianamente enraizada en la identidad nacional.

 

La aplicación, observancia y defensa de los derechos humanos en las filas de las fuerzas federales (léase ejército, fuerza aérea, marina y policía federal) es un tema de constante estira y afloja, de inevitable desencuentro.

 

El asunto fue siempre evitado o cuando menos mal planeado, pesimamente visualizado por los estrategas de la guerra antidroga, del combate a la delincuencia en todas sus formas. La protección a los derechos humanos comenzó a ser tema oficial en los años ochenta. Vivió tragos amargos en esa década y marchas forzadas en la siguiente, cuando el ojo del huracán se centraba apenas en las corruptas y oscurísimas policías judiciales el país, comenzando por la macabra y extinta Policía Judicial Federal, la dantesca PJF .

 

Ejército y Marina quedaban fuera del alcance del faro do observancia de los derechos humanos. Los episodios de abuso y criminalidad que llegaban a  ser identificados en el accionar diario de soldados y marinos, quedaban irremediablemente ocultos bajo la alfombra de la justicia militar.

 

Cuando no era así, la PGR o las procuradurías estatales se encargaban maquillar o desvanecer lo que fuese que hubiera sucedido.

 

La agenda se fue tornando imposible hasta el surgimiento de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y el boom que su aparición trajo en casi todo el país.

 

El tema siguió dejando fuera de la órbita a los militares y a los marinos porque su naturaleza, historia y doctrina poco o nada han tenido que ver con ese par de palabras, con el concepto más incómodo y anticastrense que pueda haber: los derechos humanos, cuyo ejercicio y respeto es incumplido antes que nada en las aulas militares, en los cuarteles y luego en las guarniciones, bases, zona y regiones militares.

 

Los militares se quejan, cuando pueden hacerlo –por cierto de manera cada vez más frecuente y abierta– de toda clase de abusos cotidianos de sus jefes y mandos. Están hartos de malos tratos, de órdenes contrarias a lo que se supone deben proteger.

 

Están cansados de la manipulación, de quedar entre la espada y la pared a la hora de rendir cuentas por actos de abuso que están enmarcados de mala manera en la difusa y destructiva estrategia para combatir a los delincuentes.

 

Están nuevamente desmoralizados y hartos de que sus mandos terminen dándoles la espalda ante el juicio mediático que los ubica como represores, abusivos, asesinos. Lamentablemente soldados, marinos y policías federales no necesitan mucha ayuda para ubicarse bajo los reflectores del señalamiento y el juicio de la historia.

 

Con Felipe Calderón la Sedena recibió 110 Recomendaciones de la CNDH y la Marina 22. En este sexenio los militares ya llevan seis y los navales tienen 12.

 

Cuando se les llama para recibir apoyo es en casos seleccionados, paradójicamente emblemáticos, como el de Tlatlaya y los 22 civiles abatidos por elementos del 102 Batallón de Infantería de Santa María Rayón, en el Estado de México.

 

Entonces, los derechos humanos son citados para abanderar ceremonias de disculpa, para apuntalar discursos de compromiso y misión irreductible. El hecho es público, inédito, multidifundido por la estructura mediática de defensa de la defensa.

 

Entonces, pese a reproches y señalamientos en todos los tonos posibles, la milicia agarra su propio camino y lo cabalga bajo su dinámica y percepción, pero con el antecedente del resentimiento como moneda de cambio por cumplir con una misión –la de la lucha anticrimen– a la que se les envió sin protección jurídica, sin un plan real, sin una estrategia de amplio espectro, sin un esquema de combate paralelo que apoyara desde otras áreas el despliegue militar y policiaco.

 

El general Cienfuegos y sus asesores jurídicos presionan un debilitado e indeciso Enrique Peña Nieto y presentan una lista de reformas al Código de Justicia Militar y Procedimientos Penales para colar por un camino de terracería los cambios que las legislaturas que acompañaron a Vicente Fox y a Felipe Calderón se negaron siquiera a analizar.

 

El problema  es que esos cambios, esas reformas diseñadas para interferir en la vida civil a partir del pretexto de la lucha contra la delincuencia organizada, son inconstitucionales, violan principios básicos que delimitan  las esferas civil y militar.

 

Todo esto de adelantó, se dijo en las semanas previas a la discusión en el Senado de semejantes cambios. Catedráticos y especialistas en seguridad y asuntos militares advirtieron de los excesos de esas reformas. La bancada priista y sus compinches se cerraron y pasaron por alto cualquier argumento para evitar tales cambios.

 

Se aprobó la aberración. Se celebró el nuevo escenario para militares y marinos. La CNDH guardó silencio porque analizaba el tema y la forma de revertirlo, con o sin choque de trenes. Fue inútil. La semana pasada la comisión interpuso un recurso de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para revertir las reformas militares aprobadas irresponsable ente por los senadores.

 

El recurso fue interpuesto dos semanas después de la firma de un trascendental acuerdo de colaboración especial entre la Marina y la CNDH para reforzar la capacitación del personal naval en materia de derechos humanos y extender la difusión de esta agenda. No solo fue eso.

 

La Marina llevó el acuerdo más allá  y consiguió que la CNDH le brinde apoyo para darle seguimiento a la cadena de denuncias y quejas interpuestas por organizaciones civiles contra la institución armada para identificarlas, deslindar responsabilidades y demostrar que existe una especie de cifra negra con una vertiente cuyo objetivo es golpear y desgastar a la secretaría por su exitosa lucha anticrimen.

 

Lo malo es que un día después de la firma del acuerdo, la CNDH le prescribió a la Marina su doceava Recomendación (20/2016) por abusos (cateo, detención ilegal y golpes) cometido en Veracruz.

 

Luego vino el episodio del recurso de inconstitucionalidad y con el surgió la punta de un iceberg candente en pleno debacle pro derechos humanos en el régimen peñista, avivada por informes, análisis y  declaraciones sobre la ocurrencia de crímenes de lesa humanidad cometidos sistemáticamente por fuerzas federales y por narcotraficantes (los Zetas) durante años.

 

La de los derechos humanos, su respeto, aplicación y vigencia, es una agenda imposible y tapizada de desencuentros en cualquier régimen y bajo cualquier signo partidista.

 

Las siguientes semanas serán también una prueba de fuego para la SCJN y sus ministros, proclives a decisiones sesgadas o bien a evitar meter las manos al fuego en temas que trascienden fronteras.

 

El desencuentro marca, una vez más, la ruta de una convivencia imposible por naturaleza.

 

@JorgeMedellin95 

@OpinionLSR