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¿Justicia o estadística?

Hay una maquinaria que produce masivamente sentencias, no justicia.

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Escrito en OPINIÓN el

Los gobiernos han proscrito al gobernado de su función primordial; su razón de ser no es ya el individuo y su felicidad, sino la permanencia y crecimiento de la maquinaria gubernamental. La función pública en tanto fin de la función pública.

 

En su novela “El Proceso”, Kafka destaca magistralmente la deshumanización de los trámites judiciales y la impotencia de la persona ante ellos. El clima que lo hace posible es un burocratismo que se colma en sí mismo.

 

Cuando Arendt analiza el comportamiento de Eichmann (Eichmann y el holocausto) encuentra que no había maldad en él, sino ciega y burocrática amoralidad. Su pecado no fue buscar ni hacer el mal, cuanto omitir distinguir entre éste y el bien. Abdicar de su raciocinio y su moralidad.

 

En el caso de los funcionario públicos en general, desvirtuar la naturaleza de su función, que hace de su actuar individual una acción de consecuencias colectivas.

 

Para Arendt todo gobierno totalitario y, para el mismo efecto, toda maquinaria burocrática, busca esencialmente “transformar a los hombres en funcionarios y simples ruedecillas de la maquinaria administrativa y, en consecuencia, deshumanizarles.” Le llamó “el imperio de Nadie”, un estado burocrático que adquiere vida propia sin capacidad de tomar decisiones sobre necesidades concretas. Un impulso ciego e imparable que no pregunta por la razón y objetivo de su existencia. Un Leviatán fuera del control humano y desconectado de la sociedad. Maquinaria regida por reglas hechas para engrosarse a sí misma y para la que el ser humano carece de significado.

 

En México, en materia de tribunales se tiene como medida de desempeño el número de resoluciones que se dictan, sin importar si éstas ponen fin al juicio o lo prolongan indefinidamente. La diferencia para los justiciables es de vida o muerte, para la maquinaria judicial es sólo una forma de medición de un desempeño que se colma en el desempeño mismo.

 

¿Qué es lo que sucede? Que la mayoría de nuestros tribunales opta por dictar sentencias de ping pong que sin resolver el fondo del asunto lo remiten a otra instancia que, a su vez, hará lo mismo, de suerte que un mismo caso puede llegar a contar cientos, sí, leyó usted bien, cientos de sentencias que dictan una y otra vez los mismos jueces y tribunales, sin que en ninguna de ellas se alcance la justicia en definitiva.

 

Una maquinaria que produce masivamente sentencias, no justicia.

 

Si nos atenemos al índice de resoluciones dictadas encontramos a tribunales y jueces con un record de bateo excepcional, pero si preguntamos cuántas de ellas ponen punto final a los asuntos, los números son alarmante y amargamente negativos.

 

El sistema y su maquinaria incentivan a sentencias de reenvío, de suerte que el asunto vuelve a ser estudiado, la mayoría de las veces por quien ya lo hizo en varias ocasiones, quien debe dictar una nueva resolución que regresa a manos de quien la remitió con antelación y que volverá a hacerlo ad nauseam. En esa banda sin fin, el asunto jurídico termina extraviado en laberintos procesales donde la justicia nunca brilla.

 

El Consejo de la Judicatura, así, presenta cuentas sorprendentes, los medios las resaltan y la opinión pública las aplauden; pero la justicia no llega.

 

El juzgador no se cuestiona sobre la justicia del caso, sino sobre el funcionamiento aceitado de la maquinaria judicial y las metas cuantitativas de su desempeño.

 

¿La justicia? ¿A quién le importa?

 

La maquinaria judicial, con sus excepciones, vive para sí, no para la justicia. Importa el índice numérico de su desempeño, no su eficacia y calidad. Acumular resoluciones que nada resuelven. Burocratizar justicia, industrializar resoluciones insustanciales.

 

Estadística judicial, no justicia.

 

El juego es el proceso mismo; dominar todas sus facetas y jugarlo sin fin. Sustantivar lo adjetivo, convertir lo procedimental en fin entrópico y circular. Desnaturalizar la justicia reduciéndola a lo instrumental. Divinizar el proceso y en sus altares sacrificar hombre, ley y justicia.

 

Jurisdicción es la acción de decir el derecho (juris y dictio) y proceso la de ir hacia delante (procedere); en México, sin embargo, los procesos judiciales giran sobre su propio eje y la jurisdicción es cacofonía de leguleyos: personas que aplican el derecho sin rigor y desenfadadamente.

 

@LUISFARIASM 

@OpinionLSR