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¿Internet killed the erotic star?

El exceso de sexo viralizado amenaza con desaparecer el sexo erotizado.

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Escrito en OPINIÓN el

La excesiva socialización de un bien puede resultar en la extinción del bien socializado. La verdad no recuerdo quién lo dijo o dónde lo escuche, a pesar de saber que fue en mi adolescencia. Sin embargo la idea de esa frase quedó grabada a fuego en mi mente y la he visto confirmarse en los más amplios e insospechados ámbitos. Uno de esos ámbitos es el cine, concretamente el cine erótico.

 

Hagamos un poco de historia para poder explicarme adecuadamente.

 

La tecnología digital nos ha permitido romper muchas barreras. Hace no muchos lustros para poder acceder a muchos de los ejemplos icónicos del cine había que hacer verdaderas expediciones a foros especializados o “de mala fama” para poder acceder a algunas piezas de cualquier género y en especial del erótico. Curiosamente los cine clubes, círculos de discusión cinematográfica y cines semiporno entraban en aquellos días dentro de la misma clasificación imaginaria y, al menos en provincia, si te atrevías a asistir al cine “indecente” de la ciudad con algo de suerte podías ver por el mismo boleto Emmanuelle y alguna del Mofles en función doble.

 

En mi caso, hace veinte años, fueron necesarios viajes tipo safari desde Ciudad Victoria, Tamaulipas, al DF para poder ir a ver películas o cortos de todo tipo (clásicas, las de moda que en provincia llegaban seis meses después, documentales, experimentales y por supuesto, cine erótico). El extinto Centro Cultural de Arte Contemporáneo de Televisa, el Museo de Arte Moderno, las salas del centro cultural de la UNAM, la UPN, el COLMEX y hasta el cine Teresa fueron algunos de los objetivos de dichas expediciones.

 

Hoy por el contrario, internet y las maravillas tecnológicas que son el pan de cada día nos han colocado en el sector opuesto de la misma situación. Sólo hace falta una buena conexión de banda ancha y podemos acceder a miles de archivos de películas de casi todos los países y de cualquier año. Basta con meter alguna búsqueda en san Google y encontraremos comentarios, reseñas, clips parciales, películas dobladas, versiones extendidas, versiones de fans y mucho más.

 

Esto ha desembocado, de acuerdo con Corey Price, vicepresidente del afamado sitio pornográfico PornHub, en que los internautas mexicanos accedan casi 80 millones de veces a dicho sitio el año pasado, colocando a la comunidad nacional de internautas como el octavo país más activo en visitas. Y algo me dice que el lugar sería el mismo o más alto si realizáramos un estudio comparativo que conjuntara otros sitios como XVideos, YouPorn y demás que son famosos en nuestro país.

 

En otras palabras, en la época de las cavernas en términos de internet había que viajar cientos de kilómetros para ver un suspiro supuestamente orgásmico emitido por Silvia Kristel y algo de su esbelta y hermosa fisionomía, ahora sólo necesitamos buscar algo de privacidad en nuestro cubil y dar click en la tablet para tener acceso a miles y miles de horas de sexo explícito en alta definición y con todas las variantes imaginables.

 

¿Esto es un avance? Me temo que no.

 

Más allá del debate moral sobre lo que cada quién define como la función privada y social del sexo quiero establecer mi posición en función del tratamiento que se da al sexo como producto audiovisual. Por un lado nos encontramos al género del cine erótico, que como cualquier otro género de este arte tiene ciertas reglas canónicas que le permiten expresar un mensaje definido con un lenguaje implícitamente acordado con la audiencia.

 

Por ejemplo, en los años ochenta una de las películas comerciales más afamadas y que marcó época fue 9 1/2 Weeks (Lyne, 1986). Esta producción  protagonizada por Mickey Rourke y Kim Basinger, en algunos de sus mejores momentos eróticos en pantalla, abordaba una relación de placer y sexo entre los personajes fugaz. Sin embargo el canon que dicta en el cine erótico que muchas veces es mejor dejar algo a la imaginación se mantuvo durante todo el film, sin importar si la escena los colocaba haciendo el amor mientras jugaban con comida, en una escalera pública después de una pelea o en un estilizado departamento donde Kim hacía un striptease al ritmo de una canción de Joe Cocker, siempre en contra luz y con la torpeza de una supuesta novata en las lides del amor. Vean aquí a lo que me refiero: Ver Video

 

Otra de las reglas del cine erótico es el factor de lo prohibido y del rompimiento de las reglas. Por eso una historia en pantalla puede permanecer dentro del género erótico a pesar de mostrar muchos desnudos e incluso mostrar escenas altamente explícitas, siempre que se enmarquen dentro de una historia que sirva de soporte y un tratamiento correcto (luces, sonidos, actuación, mensaje, ritmo tono de la actuación y movimientos de cámara). Un buen ejemplo de esto lo podemos ver en L´amant (Annaud, 1992), en donde tan intensa como los encuentros sexuales de la joven y el chino es la barrera de prejuicios que los separa a pesar de sus propios deseos. La polémica que levantó en su momento fue tal que muchos se inconformaron con que solamente fuera clasificada para adultos pero comercial, en lugar de pornográfica. La verdad es que el ambiente recreado para toda la película es altamente erótico y no es necesario que los protagonistas desnuden su piel para provocarnos. Creo que este clip puede explicarse mejor que yo, quiten el audio y concéntrense en las imágenes: Ver Video

 

Finalmente el cine erótico busca romper con los esquemas. No es imprescindible una cama o el sillón o la ducha para ser erótico. Una cocina llena de olores a especias y condimentos  que invitan los apetitos y de alimentos que provocan al cuerpo es un lugar ideal (y poco usado en el mundo real) para despertar la sensualidad de nuestros sentidos. Como Agua para Chocolate (Arau, 1992) es altamente subestimada como ejemplo de sensualidad pero si vemos la comida como una fuente de erotismo y bajo la luz de que no todo sucede entre sábanas podemos dar rienda a nuestro deseo. Ver Video

 

Por el otro lado, en contraposición con el cine erótico, la red nos ofrece desnudos y tomas casi ginecológicas y urológicas (nada para la imaginación), poca o nula historia de soporte (mujer llega ve al hombre y tiene sexo en el sofá/piso/cama/cajuela de auto, repartidor de pizza llega y tiene sexo con las dos rubias de la casa; gente camina por la calle y ¿adivinen qué?, tienen sexo entre todos); y para finalizar, no existe ninguna tensión real ni sensualidad no sexual o al menos buscar sitios no comunes para expresar el erotismo. Bueno eso último quizá sí lo hace el porno…

 

El punto aquí es que como anuncia la cita del inicio el exceso de sexo en la red y los medios amenazan con reducir al mínimo los espacios donde el erotismo reina, el exceso de sexo viralizado amenaza con desaparecer el sexo erotizado en nuestras pantallas. Y tan claro lo tienen las personas que se dedican a la pornografía industrializada de la red que ellos mismos lo dicen, y para muestra un botón: Ver Video

 

¿Y tú consumes porno de la red o vas al cine a ver erotismo?

 

@HigueraB

eduardohiguerabonfil@gmail.com