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Informe de gobierno y la elusión de responder como cultura

Se tomó la ocasión como oportunidad para conseguir algo personal, no para hablar sobre los asuntos públicos.

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Escrito en OPINIÓN el

El primero de septiembre se presentó ante el Congreso el informe del estado que guarda la administración. El informe es una pieza necesaria para la rendición de cuentas, pero no suficiente. La rendición de cuentas requiere, además, de un diálogo entre quienes informan y quienes reciben tal informe que, además, deben responder y evaluar. El Congreso es el órgano de la pluralidad y la representación, pero no la sustituye.

 

Lamentablemente un ejercicio que debiera ser de un gran rigor -- porque ahí se expresan las carencias, los pendientes y los avances--, ha transitado de la exaltación a la figura presidencial a la elusión del diálogo vigoroso. Mientras la rendición de cuentas supone una comunicación más directa entre los poderes, se camina hacia el desencuentro.

 

 La tradición parlamentaria, pienso en España o en el Reino Unido, son buenos ejemplos de cómo el Jefe de Gobierno establece un duro debate con los parlamentarios. Aquí pueden verse dos muestras del debate parlamentario a propósito del estado de la Nación. El procedimiento y el tono del mismo posibilita el debate ríspido sobre asuntos públicos y sobre apreciaciones personales, sin mayores miramientos. Los símbolos se preservan para los palacios reales.

 

La discusión abierta de los asuntos públicos tiene relación directa con el tipo de democracia que se vive y con el tipo de políticos y su discurso. Lamentablemente los procedimientos seguidos, sea al rendir informes sobre el estado de la administración, o bien, en los “debates” electorales organizados por el INE, están diseñados para no responder; están hechos para no enfrentar debates vigorosos, aún más, los debates electorales, ni siquiera son obligatorios.

 

La práctica de no comparecer directamente ante el Congreso eliminada desde sexenios anteriores, terminaron por perfeccionar la elusión del debate. Ni en el nivel federal, ni en el de los estados se aprecia alguna práctica relevante en contrario.

 

No obstante, debe apreciarse, en su valor, el ejercicio hecho por el Presidente de dialogar con un grupo de jóvenes. Que la rendición de cuentas se exprese en un ejercicio con la sociedad es valioso porque involucra a una parte de esta en la comunicación directa con quien tiene la responsabilidad de informar.

 

Rendir cuentas a la sociedad es relevante, se puede profundizar y mejorar. Como todo, los procedimientos, las prácticas y las bases para hacerlo son relevantes para crear una buena cultura de rendición de cuentas.

 

La información con la que se cuente, como condición para el diálogo, es una de las bases. El diálogo es mejor si se conoce aquello de lo que se habla. Que el público con el que se dialoga tenga la posibilidad previa de conocer la información rendida permitiría la calidad de las preguntas, mayor exigencia en las respuestas.

 

Evitar la sospecha de auditorios condescendientes es otra de las condiciones para propiciar el debate serio.

 

Crear la cultura de rendición de cuentas de quien la recibe es un proceso que lleva tiempo. El ejercicio vigoroso no significa tampoco oponerse para pasar por crítico. En lo visto en el encuentro del primero de septiembre vimos, por ejemplo, quien pidió ser proveedor del gobierno federal, o quien solicitó una beca para hacer posible su sueño de ser futbolista profesional. En ambos casos, se tomó la ocasión como oportunidad para conseguir algo personal, no para hablar sobre los asuntos públicos. Si la respuesta es complaciente se crea un incentivo para que actos como este sean momentos para las peticiones personales. La respuesta es también una oportunidad para y transformar las peticiones personales en cuestiones de política pública.

 

La rendición de cuentas tiene todavía mucho trecho por recorrer.

 

@jrxopa

@OpinionLSR