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Hacia un nuevo ciclo de las izquierdas

El caso de José Luis Abarca en el PRD es el mejor botón de muestra de lo que pasa cuando el dinero sirve para hacer política y la política sirve para hacer dinero.

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Escrito en OPINIÓN el

2015. El calendario electoral ha arrancado, pero el país sigue estremecido. La masacre en Iguala pese a ser un doloroso acontecimiento después del cual ya nada volverá a ser como antes, es minimizada por los responsables de su esclarecimiento, quienes apuestan por el olvido y la resignación. Al Ya me cansé, le sucedió el Ya supérenlo.

 

El gobierno de Enrique Peña Nieto no sale de un escándalo de corrupción cuando ya ha ingresado en otro. En su afán de administrar los daños, responde con soberbia y frivolidad, revelando un abismal distanciamiento con la sociedad.

 

La panacea a la que supuestamente nos dirigíamos llevados de la mano de las reformas estructurales, fue abruptamente desmentida. En vez de “Mover a México”, la violencia y la inseguridad lo han convulsionado. Quisieron gobernar el futuro sin pasar la prueba del ácido de gobernar el presente.

 

Para colmo, la reforma estrella del sexenio —la energética— se estrena con los precios mundiales de petróleo más bajos en la historia reciente. Esta tendencia viene acompañada de algo igualmente insólito: México ha comenzado a comprar petróleo crudo a Estados Unidos, cuando se suponía que la Reforma Energética propiciaría precisamente lo contrario.

 

La ola de descontento ciudadano aún no ha alcanzado su cumbre. Si un observador foráneo se acercara a examinar el país, seguramente concluiría que las condiciones objetivas son propicias para una opción política que postule un programa transformador. Sin embargo, las encuestas registran que el PRI, principal artífice de esta crisis, se perfila para ratificar su mayoría en los comicios de junio. ¿Cómo explicar que el principal responsable de la debacle nacional sea también su principal beneficiado cuando menos en términos de intención de voto? A estas alturas, el observador foráneo quedaría perplejo.

 

Buena parte de la respuesta estriba en que si bien las condiciones objetivas están dadas para la irrupción de una propuesta de cambio, no pasa lo mismo con las condiciones subjetivas. A pesar de que hay varios esfuerzos en curso que abonan en ello, todavía no se ha logrado erigir un sujeto colectivo capaz de articular al archipiélago de resistencias e indignación.

 

Sin menoscabar lo que aportó la izquierda partidista a la democracia en las últimas décadas, hay que reconocer que su actual ciclo ha llegado a su fin. Un primer síntoma de este agotamiento es la escisión que derivó en la partidización de Morena, lo cual revirtió el proceso histórico de unificación de las izquierdas. Por primera vez en mucho tiempo este bloque irá dividido a disputar los mismos votos. Aunado a ello, las figuras más connotadas del Partido de la Revolución Democrática, incluido su fundador, han presentado su renuncia para desmarcarse del rumbo que ha asumido la actual dirigencia. Estas salidas individuales han acaparado la atención mediática, lo cual ha impedido dimensionar la desbandada silenciosa y masiva de la militancia de base.

 

Pero sin duda, el trágico cierre de este ciclo lo marca Iguala. El ascenso de José Luis Abarca en el PRD es el mejor botón de muestra, pero no el único, de lo que pasa cuando el dinero sirve para hacer política y la política sirve para hacer dinero. A cuatro meses de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la dirigencia perredista guarda un silencio cómplice.

 

Salvo que algo extraordinario ocurra, todo apunta a que se avecina un declive electoral de la izquierda en su conjunto. Si es que se pretende ser una opción viable de cara a los comicios presidenciales de 2018, tales resultados obligarán a una recomposición. Quienes han hecho de las elecciones un mercado en el que se compran votos y se venden candidaturas, quienes han diluido su perfil opositor y allanado el camino para que las reformas del régimen prosperen, tendrán que rendir cuentas y de una vez por todas asumir que sus actos tienen consecuencias. El veredicto ciudadano irá poniendo a cada quien en el lugar que le corresponde.

 

Será entonces que los vientos comiencen a soplar a favor de una nueva forma de hacer política y de articular distintas iniciativas que trabajan por el cambio. Se trata de crear una plataforma que sea punto de encuentro entre militantes de partidos del bloque progresista, trabajadores, intelectuales, organizaciones de la sociedad civil, activistas y todo aquel ciudadano que no esté contento con la marcha de la cosa pública. Reconociendo la importancia de tener incidencia tanto en lo electoral como en lo institucional, dicha plataforma debe ir más allá, acompañando a los movimientos sociales y enarbolando los anhelos de la gente.

 

Es el momento indicado para reflexionar bajo qué modalidad y principios puede abrirse este espacio de confluencia. La organización en red aporta elementos clave a este debate.

 

En primer lugar, hay que destacar la horizontalidad. Las redes son una atractiva alternativa frente a la jerarquía y disciplina colectiva que imponen las organizaciones tradicionales en las cuales las nuevas generaciones ya no se reconocen. En segundo lugar, el procedimiento para llegar a decisiones es la deliberación. Un liderazgo centralizado no es capaz de imponerse por la sencilla razón de que ni siquiera existe un centro. En las redes la opinión de cada uno de sus componentes cuenta.

 

Otra de sus características es la flexibilidad y adaptabilidad frente a contextos y desafíos cambiantes. Las redes son espacios propicios para que brote la creatividad e inteligencia colectiva. Por último, permiten que un individuo pueda tener múltiples adhesiones y conjugar sus espacios de participación. Su activación en éstas puede ser de carácter intermitente y esporádica, en función de sus intereses, o bien, según sus capacidades y posibilidades.

 

El diagnóstico, programa y discurso que den identidad a esta red no pueden plantearse desde un inicio precisamente porque deben surgir de la deliberación de sus integrantes. Pero el punto del que se parte es claro: la insatisfacción con el actual estado de cosas, la lucha en contra de la desigualdad y la corrupción imperantes, la defensa de los derechos humanos y dignificar la política a través de su quehacer ético. Elementos que sin duda, abrirán el nuevo ciclo de las izquierdas.

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Con este artículo reanudo mi participación ahora dos viernes al mes en La Silla Rota, un medio digital que a partir del ejercicio del libre periodismo y de dar cabida a la pluralidad de ideas se ha ganado un lugar entre los lectores mejor informados.

 

@EncinasN