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González Iñárritu viene de una familia muy ordinaria

Debemos reconocer que hay un grupo de mexicanos que dan la cara por nosotros en las Grandes Ligas.

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Escrito en OPINIÓN el

“Mi mamá presumía, pero yo lo dudo, que tenía una tía que era sobrina de Agustín Lara. Es la única. Y una bisabuela pianista, pero fuera de eso no, soy una oveja negra dentro de una familia muy ordinaria, muy común, muy a toda madre, pero no, no tengo ninguna ascendencia o monarquía artística”, me dijo Alejandro González Iñárritu cuando le pregunté hace unas semanas si tenía algún familiar intelectual o genio que le hubiera heredado su talento.

 

Yo, más clavado con los libros que con las películas, me pregunto por qué existe tanta pasión en algunas personas cuando hablan del cine, de los directores, de la fotografía, de los Oscar. Me resulta chocante, intrascendente y aburrido escuchar cómo algunos mexicanos se hincan y parece que rezan al hablar de Iñárritu, Cuarón o Kubrick o Park. Para mí, ir al cine representa una pérdida de tiempo. En fin, cada quién define qué es diversión y cómo socializa, lo cierto es que en mi mundo esos nombres y el respeto por ellos no significa nada.

 

La revista Forbes me mandó a platicar con este mexicano a Nueva York. El año pasado fui a Canadá a visitar a Del Toro que, dicho sea de paso, es una gran persona. Sencillo, amable y gran conocedor de la literatura de vampiros. Además de que colecciona robots que él mismo va a comprar a mercados en China.

 

Un día lluvioso y frío antes de que acabara 2015 andaba por las calles de Nueva York a bordo de un Uber Pool en busca del hotel boutique de González Iñárritu. La encargada de relaciones públicas de esta ex estrella de la W, una estadunidense amargada y grosera, le dijo a mi amigo Fernando Luna que no podía tomar fotos. Él viajó conmigo cargando equipo para encontrarse con la negativa de una mujer que amaneció de mal humor y que argumentó que nos daría minutos con el mexicano porque su patrocinador Rolex los obligaba.

 

González Iñárritu agradeció el elogio al comenzar la charla, pero aclaró que no es ningún genio, y que su trabajo es el resultado de horas y horas de esfuerzo y frustración.  

 

“Es el resultado de un esfuerzo, vaya, casi vergonzoso, de quizá falta de talento, pero muchísima obsesión por encontrar algo que me cuesta mucho trabajo”, me dijo. “La genialidad no la conozco, o sea, me gustaría conocer la genialidad, sería mucho más fácil para mí. Pero es simplemente el resultado del trabajo. Y vaya, no tengo así, algo que te pueda decir: es el resultado de un momento en el que me elevé, ojalá fuese eso, ojalá fuese tan fácil como esos momentos de revelación divina en que el arcoiris sale por la boca, pero no tuve eso. Creo que ha sido más bien a taladrazos lo que he logrado”.

 

Entre lo que ha logrado se encuentran cinco títulos de películas que han cambiado la percepción que hay en el mundo, y en este mismo país, de las posibilidades de los creadores mexicanos de alterar la historia del cine: Amores Perros, 21 gramos, Babel, Biutiful y Birdman. Ganó tres Oscar por ésta última, como mejor director, guión original y mejor película. En estos días deja su reputación en manos del público con The Revenant, una historia que protagoniza Leonardo DiCaprio y que, según The Wall Street Journal, tampoco fue una película fácil, como todas las anteriores.

 

“Este mes, por lo menos, las audiencias podrán ver The Revenant y comprobar por sí mismos si el hombre loco se ha ido al fondo más profundo, o podrá ser aclamado como uno de los directores más vitales que trabajan hoy en día”, escribió Andrew Goldman, en la revista del Journal, unos días antes de que González Iñárritu nos recibiera en su suite del hotel Lowell. Es calificado por la prensa especializada como un lunático que hace trabajar a las estrellas de Hollywood al límite, igual que a su crew, pero que al presentar sus películas, se convierte en un genio al que todo se le perdona.

 

“Considero que todas las personas tienen la capacidad de imaginación. Pero es un ejercicio. Es una práctica, tenemos el potencial de la imaginación. Tenemos que practicarla. Y hay quienes no practican lo suficiente la imaginación, no es que carezcan de imaginación, es que no la practican. Y creo que el ejercicio de la imaginación es como cualquier otro, es como quien se dedica a hacer ejercicio físico y tiene unos grandes músculos. Entonces la imaginación es una práctica. Y yo creo que mi oficio, me obliga a la práctica de la imaginación”.

 

Le sugerimos que los directores, como los escritores, son ladrones de ideas. Y que algunos incluso hablan de sus ideas como resultado del uso de drogas o de alguna experiencia mística y extraña tal vez con el alcohol.

 

“No, yo no creo ya en el mito del artista que necesite digamos, necesariamente sustancias ajenas para poder crear”, dice el director mexicano. “Yo creo que nosotros somos poseedores de químicos mucho más fuertes que cualquier droga que puedas ingerir. Ésa es la verdad. El cerebro es mucho más poderoso, todos los mundos pueden existir dentro de tu mundo. Más que ladrón, es la conexión de los puntos. Digamos, puntos que son ajenos uno con el otro, pero que la suma de ellos, o la yuxtaposición de puntos, conlleva a una nueva verdad, a una verdad que es una mentira. Entonces somos como mentirosos profesionales, pero cuya mentira, puede hablar más de una verdad. Porque yo la verdad no creo que la verdad exista”.

 

Le sugerimos que cuando uno menciona su nombre, muchos mexicanos parece que quieren hincarse y prenderle una veladora. Es el ídolo, el sueño dorado, el ejemplo de éxito, la razón de vivir y ver películas (Cine, dicen algunos, en tono despectivo). Él parece ser el “sí se puede” del mexicano con aspiraciones de intelectual. Pero él, durante la charla, una y otra vez, trata de desestimar su impacto en la vida de los otros, menosprecia el capitalismo, se asume como un ser que las consecuencias lo han puesto donde está. Rechaza también que su infancia haya sido tormentosa, como fuente de ideas fuera de lo común.

 

“Yo tuve unos padres encantadores, una madre todavía que vive que es encantadora, tuve una relación con un padre que era budista sin saberlo, una persona muy serena, muy amable, muy hermosa, muy positiva, nunca habló mal de nadie y estuvo contento a pesar de tener una vida difícil económicamente. Pero siempre supo estar. Entonces no, no tengo una infancia trágica, por el contrario, tengo una familia unida.

 

“Pero siempre quizá mi visión y mi forma de ser, mi curiosidad siempre fue ante cosas que a lo mejor a menos gente le llaman la atención. O sea, siempre creo que mi percepción de la vida fue un poquito, quizá rascando un poco la superficialidad, me encontraba con cosas que en un momento dado, en momentos de reflexión, con una visión de las cosas más profundas. Esa curiosidad me ha llevado a poder tener curiosidad por cosas que para mí son importantes, pero que no se ven en la superficie.

 

“Eso es lo que creo yo. Es decir, creo que mucha gente a lo mejor pierde mucho tiempo en la superficie. Yo siempre he tratado de estar detrás de lo que está de esa superficie”.

 

González Iñárritu dice que él es como un carpintero, es decir, le gusta lo que hace y es lo único que sabe hacer. Es consecuencia de las circunstancias y se asume reiteradamente en su papel de humano, más que héroe o antihéroe de esta nueva era. 

 

“¡Ahora, no estoy ajeno, no quiero sonar como si fuera un imbécil que no supiese que soy un privilegiado, claro que lo soy, un privilegiado, pero es el resultado de mucho, mucho trabajo, no es este libertinaje que uno espera de: estás haciendo lo que quieres, cuando quieres, a la hora que quieres, y te va de poca madre!”.

 

—Es curioso y trabaja mucho—, resumimos.

 

—Y trato de estar más en ese mundo interno, que en ese mundo externo—, responde a botepronto. —O sea, no tengo Twitter, ni tengo Facebook, es decir, no por otra cosa, sino porque sé que eso me distraería a mí mismo de poder estar dentro del ámbito o de la frecuencia que en un momento dado me conecta con las cosas que en realidad a mí me interesan.

 

Retomo la charla con González Iñárritu porque todo mundo habla de él en estos días y su reputación, como dijo The Wall Street Journal, está en manos de todos los que van al cine y alimentan esa industria con sus pesos y comentarios. Lo cierto es que, aunque a muchos no nos interesen las películas y los directores y actores mexicanos, están irrumpiendo en un negocio que parecía exclusivo de los estadunidenses y que incluso algunos grupos raciales detestan porque se sienten menospreciados. Aunque a muchos nos importe nada ver películas, debemos reconocer que hay un grupo de mexicanos que dan la cara por nosotros en las Grandes Ligas. Y que, como dice G. Iñárritu (como escriben los del norte), provienen de familias comúnes y corrientes. Como la tuya o la mía, por ejemplo.

 

@takaink