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Gatos blindados

Los Sand Cat adquiridos por la Sedena tuvieron un costo de 746 millones, 825 mil 645 pesos.

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Escrito en OPINIÓN el

La historia de los felinos blindados adquiridos por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) a finales del año 2010 es curiosa e inquietante. Los Sand Cat son vehículos blindados ligeros diseñados por ingenieros israelíes y norteamericanos para operar en zonas áridas, terrenos agrestes y en ciudades.

 

Su propósito es darle al militar y al policía especializado la movilidad y capacidad de fuego suficiente para desplegarse de forma autónoma, sin necesidad de esperar mayores refuerzos para c0mpletar una operación contra grupos armados.

 

Por eso estos gatos de arena han resultado vitales en el combate a grupos terroristas y de guerra irregular en Medio Oriente.

 

La naturaleza del conflicto armado en México, las condiciones de operación de los cárteles de la droga y de las fuerzas federales (Ejército, Marina, Policía Federal), sustentadas en las limitadas condiciones de servicio que ofrecen los Hummvees desde hace lustros, fueron la venta de oportunidad que firmas como la poderosa Oshkosh (consorcio estadunidense-israelí) presentara a la Sedena del general Guillermo Galván el proyecto para adquirir 250 unidades de gatos de arena, de cara a la guerra antinarco.

 

Estos blindados ligeros son parcialmente útiles. Quienes los han empleado en estos años para hacerle frente al narco, señalan una y otra vez que estos vehículos no son todo terreno, no tienen las prestaciones del Kitam, que es más versátil y confiable y es de fabricación nacional por la Industria Militar.

 

El Ejército Mexicano posee 250 unidades Sand Cat, vendidas en 2011 a través de la firma Oshkosh para reforzar el combate al narcotráfico en operativos de inserción, en los que los Humvees (de los cuales la Defensas Nacional tiene más de 4 mil 200 unidades).

 

Pero el problema de fondo con los gatos de arena  está en otro lado. Al parecer su compra fue irregular. Con sobreprecio y posible alteración de documentos al final de la transacción, tanto en México como en los Estados Unidos.

 

Los Sand Cat fueron vendidos a México por la firma israelí Plasan a través de su filial Oshkosh en los Estados Unidos. Tuvieron un costo de 746 millones, 825 mil 645 pesos, el cual fue cubierto en su totalidad entre febrero y diciembre de 2011. El responsable del proyecto de compra de los 250 Sandcat fue el general Audomaro Martínez Zapata, entonces Director de Transportes Militares de la Sedena.

 

Los vehículos no fueron adquiridos con la partida presupuestal de la Sedena, sino mediante el Fideicomiso Público de Administración y Pago de Equipo Militar, creado en 2007 con un fondo inicial de 44 millones de pesos y que en 2012 ascendía a más de 4 mil 468 millones de pesos.

 

Los 250 Sandcats fueron distribuidos en batallones de Infantería y en brigadas mecanizadas ubicadas en los estados de Chihuahua, Michoacán, Durango, Sinaloa, Jalisco, Nuevo León y Tamaulipas.

 

El creciente clima de violencia en el país fue la ventana de oportunidad aprovechada por la firma Plasan para anunciar su llegada al país, con el objetivo de instalar una planta armadora en Aguascalientes para fabricar –a través de la firma IBN Industrias Militares– un promedio  de 850 unidades Sand Cat “Stormer” para uso militar y policial. Hasta aquí todo pinta bien.

 

Hace dos años, el Departamento de Estado norteamericano dio a conocer varias irregularidades en las operaciones de la firma Oshkosh durante la venta de los 250 Sand Cat a la Sedena. En la operación, Oskosh o la Defensa Nacional omitieron y olvidaron justificar 220 millones de pesos acreditados de manera distinta en al menos dos de los tres contratos  que sustentaron la compra.

 

En los entretelones de la transacción destacan varios puntos: el precio inicial del primer lote de gatos de arena fue de 308 mil dólares por unidad. Cuando fueron entregados Oshkosh en Laredo, Texas, se documentaron a un precio de 218 mil dólares por gato.

 

¿Qué ocurrió ahí? En principio, el Departamento de Estado norteamericano dijo que se trataba de una omisión ya de la firma que fabricó los vehículos porque no los entregó completos. Fue la Sedena la que terminó de adaptar y artillar las unidades pese a que debieron haber sido entregados con esa característica según los contratos.

 

Sin embargo, ni el Departamento de Estado o el Pentágono, ni las firmas Plasan  y Oshkosh aclararon el asunto. Tampoco lo hicieron la Sedena o la Secretaría de Hacienda o la Auditoría Superior de la Federación (ASF).

 

Quizá para evitar suspicacias y no atravesar por las mismas tormentas, la Sedena de Cienfuegos decidió impulsar (con éxito) la fabricación de sus propios blindados ligeros Kitam y Cimarrón, diseñados para operar de forma mucho más versátil que los Sand Cat y con mejores resultados.

 

Pero el paso hacia adelante en la centenaria Industria Militar mexicana se dio sin que el alto mando tuviera a bien explicar o aclarar cómo estuvo la compra de aquellos gatos blindados, si hubo o no sobreprecio y cómo se resolvió el tema.

 

 

@JorgeMedellin95 

@OpinionLSR