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¿Es el Transporte Público?

Ante la crisis ambiental en la que nos encontramos es el momento de hablar de medidas integrales.

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Escrito en OPINIÓN el

El 2016 no ha sido un buen año para la CDMX en materia de medio ambiente, la calidad del aire ha llegado a niveles no registrados en más de una década, hemos vivido 3 días de contingencia ambiental y la Comisión Ambiental de la Megalópolis (CAMe), tomó medidas extraordinarias para cuidar la salud de los habitantes de la Zona Metropolitana, empezando por el endurecimiento temporal del programa Hoy No Circula. Las opiniones de expertos, ciudadanos, periodistas, opinólogos y políticos no se han hecho esperar, y con el ello la transferencia de responsabilidades, tanto a autoridades como a usuarios del coche.

 

El punto de coincidencia en este grupo tan diverso que ha emitido análisis y conclusiones sobre la problemática por la que hoy pasa la CDMX y la Zona Metropolitana, es la falta de inversión en Transporte Público sustentable y de calidad, por encima de la prioridad que se le dio a la inversión para la infraestructura dedicad al automóvil. El último estudio de ONU-Hábitat sobre movilidad concluye que se ha destinado el 74% del presupuesto de infraestructura de las ciudades, en infraestructura para el automóvil (20% del reparto modal de la CDMX), dejando en la indefensión al 70% de los usuarios de transporte público y con ello también, se ha dejado descubierto el futuro del reparto modal de los 21 millones de habitantes de la zona metropolitana.

 

La conclusión emanada de este grupo no sólo es acertada, es una bocanada de aire fresco para quienes llevamos varios años trabajando por la instalación de un nuevo modelo de movilidad en la CDMX y en el país; es una realidad que necesitábamos de voces importantes, escuchadas, con impacto nacional que pidieran claro y fuerte lo que desde hace más de una década se ha venido señalando, el impulso al uso del auto como modelo de movilidad en la ciudad era un error y dejar sin presupuesto al transporte público sellaba una sentencia para la capital.

 

Sin embargo, el acercamiento que se ha hecho hacia el transporte público como la solución más importante para resolver los problemas de contaminación de la ciudad no es suficiente, se queda corta y  de no aplicarse de forma integral con otras medidas corre el riesgo de replicar el modelo de ciudad que tanto daño ha hecho a quienes se mueven de un estado a otro para trabajar todos los días (diariamente se realizan en la zona metropolitana 23 millones de viajes). De no atender de manera integral el problema, tal y como lo establece el Plan Integral de Movilidad de la CDMX, en unos años más, estaremos lamentando no haber tomado más acciones para frenar el viejo modelo de ciudad que nos ha regido por décadas. A continuación explico por qué.

 

En el 2012 surgió en la capital un nuevo enfoque para dirigir las políticas públicas y con ello el presupuesto a asignar en favor de un nuevo modelo de movilidad sustentable; nació el debate para la construcción de una nueva Ley de Movilidad con un nueva planeación (Programa Integral de Movilidad), que dejaría atrás a la vieja Ley de Transporte y el famoso Programa Integral de Transporte y Vialidad (PITV), con ello cambiaría de fondo el paradigma a favor del uso desmedido del auto.

 

Era necesario dejar los buenos deseos atrás, los proyectos o programa pilotos, los excesos de diagnósticos, o la dependencia de la buena voluntad del gobernante en turno; para hacer de la movilidad sustentable una política de estado y transexenal, solo sería a través de cambios al marco jurídico de la Ciudad. Esta Ley fue aprobada en abril del 2014 y trae bajo el brazo una nueva concepción para la administración pública, gracias a ella, el gobierno está obligado a planear, diseñar, presupuestar y ejecutar políticas públicas cuyo objetivo sea mover personas y no vehículos.

 

Este es el cambio de paradigma que requerimos, ciudades diseñadas para las personas, con escala humana, y con ello todo un nuevo proyecto de política pública para atender sus necesidades. El anterior paradigma construyó una ciudad a escala de los coches y demás vehículos motorizados, privilegiando no sólo el gasto sino también el espacio público y las velocidades de una minoría, por encima de la seguridad, la eficiencia y la multimodalidad de los viajes del grueso de la población.

 

Sin olvidar un factor fundamental, el viejo paradigma de ciudad mandó a vivir en las periferias y más allá a millones de personas, alejándolas de sus centros de trabajo y de vida cotidiana. La ciudad se dispersó, la vivienda popular se fue al Estado de México y zonas aledañas a áreas que no cuentan con infraestructura de transporte público para moverse de un lado a otro. De ahí el inicio del “dolor” en los viajes metropolitanos.

 

Sin duda el transporte público representa una de las principales problemáticas a atender, tan es así que la nueva Ley de Movilidad ataja de fondo muchos de sus vicios, por ejemplo: finca la responsabilidad al gobierno de ofrecer transporte sustentable de  calidad, desaparece la concesión individual para los microbuses, establece un seguro de reparación de daños para los usuarios, hace de la seguridad vial una agenda prioritaria y abre las puertas para la innovación y tecnología al servicio del usuario para las empresas de redes de transporte (Uber y Cabify), convirtiéndonos en la primer ciudad de América Latina en regularlos y abrir una nueva opción de transporte para la población.

 

Sin embargo, hoy ante la crisis ambiental en la que nos encontramos es el momento de hablar del resto de las medidas integrales que se necesitan para resolver los problemas actuales de los capitalinos, y que siguen encontrando resistencia en algunos sectores de la población. De centrarnos solo en el transporte público, seguiremos alimentando el viejo modelo de ciudad, que dispersó el desarrollo de vivienda, aumentó la mancha urbana y dejó fuera de la infraestructura de servicios de la ciudad a millones de familias; porque resolveremos su traslado, no así la distancia, el tiempo de viaje invertido y la cantidad de recursos que destina para llegar todos los días a trabajar y después de vuelta a su casa; invertir en ampliaciones de redes de transporte descuida la inversión en su mantenimiento, debemos poner un alto a la dispersión urbana y con ello dejar de apostar por tapar los hoyos que dejó el viejo modelo de ciudades.

 

Primero. Se requiere una apuesta por el Desarrollo Orientado al Transporte (DOT), en la cual la densificación de nuestra ciudad en las zonas centrales sea una directriz compartida con la metrópoli, y la construcción de vivienda popular la estrategia para reducir las distancias existentes, la mejor movilidad es aquella que tiende a cero, donde los viajes se acortan y se respaldan con la infraestructura ya existente, con una calidad superior debido a mayores ingresos para su mantenimiento, e integrada en un sistema que conjunte esfuerzos operativos y de pago.

 

Segundo. Es necesario cambiar de fondo la política de estacionamientos de la ciudad. La actual discusión es sobre la congestión que provocan los 5.5 millones de automóviles que circulan en una superficie finita; sin embargo, debe abrirse el debate sobre ¿dónde los vamos a estacionar? Seguimos sin querer afrontarlo. Privilegiar gasto para autos nos ha traído “segundos pisos”, nuevas vialidades y más estacionamientos para los nuevos complejos habitacionales y de oficinas. Todos ellos provocan tráfico inducido, atraen un mayor número de viajes en coche a zonas destino, las cuales se colapsan por el número de viajes que atiende su infraestructura vial. Es necesario cambiar la norma, a través del reglamento de construcción para modificar los mínimos de cajones de estacionamiento por máximos en las zonas que están cerca de estaciones de transporte público masivo. De ésta forma, se incentivarán los viajes en otros modos de transporte y no sólo el automóvil.

 

Tercero. Debemos analizar el verdadero impacto del uso del automóvil, más allá de lo evidente. La contaminación es hoy nuestro principal reto a vencer, y con ello mejorar la calidad del aire por el bien de todos los capitalinos, sin embargo, ésta no es su única externalidad y esperar a que nos rebase de nuevo la situación es una receta suicida. El uso desmedido e irracional del uso del auto ha colapsado nuestra infraestructura actual, no hay más espacio disponible, y esto es un problema no sólo en materia de tráfico y congestión, sino que también en materia de espacio público, no hay más espacio para áreas verdes, parques, reforestaciones, y zonas de movilidad peatonal para los viajes de los capitalinos. De la misma forma trae consigo el aumento del índice de muertes y lesiones por hechos de tránsito debido a que al privilegiar el presupuesto y la infraestructura para ellos, la calle se convirtió en una zona no apta para los que caminan o usan otro sistema de movilidad ajeno al auto. Reducir velocidades y encarecer el uso del auto a ciertos sectores es parte de la fórmula.

 

LA CDMX inició de la mano de la Asamblea Legislativa y la sociedad civil organizada hace 4 años cambios de fondo para la transformar el actual modelo de movilidad. Es un trabajo de fondo, no es cosmético, ni tampoco es popular en algunos sectores de la población, sin embargo, esta apuesta ha logrado cambiar el modelo en la arena política de la ciudad, sin duda el cambio más difícil. La pregunta es clara hoy, ¿Estamos listos como sociedad para entrarle de fondo a la agenda?, o seguiremos impulsando el viejo modelo porque la comodidad y la costumbre es mayor, y ¿sólo nos quejaremos los días que no se pueda respirar en nuestra Ciudad?

 

@LBallesterosM 

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