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El Presidente en su laberinto

Cualquier estrategia de reposicionamiento del gobierno pasa necesariamente por la entrega de resultados sobre las investigaciones de Ayotzinapa.

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Escrito en OPINIÓN el

El último trimestre del año ha sido el momento más complicado, de hecho crítico, para la administración de Enrique Peña Nieto. Ayotzinapa, los escándalos en torno a las casitas Higa, el derrumbe de los precios del petróleo y una conducción errática de la crisis política (por decir lo menos), han abierto serias dudas sobre la capacidad del presidente y su gabinete para conducir al país durante los próximos cuatro años.

 

El inicio de 2015 no pinta necesariamente mejor. La confianza de la opinión pública en el presidente se encuentra en niveles extremadamente bajos y no vistos desde los años noventa; la violencia y el conflicto no cesan en Michoacán y Guerrero y amenazan con afectar el desarrollo de las elecciones; el desempeño de una economía permanentemente recortada y cada día más endeudada, está sujeta a los vaivenes de un barril de petróleo a 45 dólares y del peso a 15 dólares; las señales de ingobernabilidad y descomposición institucional preocupan ante un gobierno atrapado en el azoro y claramente rebasado por los acontecimientos; del discurso oficial se desprenden un diagnóstico miope y falta de cualquier sentido de autocrítica…

 

¿Tiene margen el presidente para reposicionar a su gobierno y recuperar la confianza ciudadana perdida? Todo depende de las decisiones políticas que Enrique Peña Nieto sea capaz de implementar. El inicio del nuevo año representa una oportunidad para cambiar el rumbo. Apostar por la inercia y dejar que el polvo se asiente el fondo lentamente y por sí sólo, sólo puede suponer más desgaste y traducirse en mayor pérdida de interlocución política.  

 

Sin embargo, ante la gravedad de la crisis política no es suficiente con implementar cualquier tipo de medidas. Hay problemas que exigen repensar el diagnóstico y el tipo de decisiones de las cuales puede depender la credibilidad del Presidente y su gobierno en los próximos meses. Cinco temas me parecen centrales.

 

Por supuesto, cualquier estrategia de reposicionamiento del gobierno pasa necesariamente por la entrega de resultados sobre las investigaciones de Ayotzinapa. El riesgo para el gobierno es que el cierre del caso sea recibido con incredulidad o se entienda como un carpetazo. Sin una comisión independiente que analice y evalúe las conclusiones que en su momento presente la PGR, y si no hay castigo para los culpables y las autoridades omisas, el horror de Ayotzinapa y la impunidad marcarán definitivamente a Enrique Peña Nieto y su gobierno.

 

En las últimas semanas se ha especulado sobre la inminencia de cambios en el gabinete, lo cual siempre es un mecanismo importante para reposicionar a una administración debilitada y dotarla de una imagen de nueva fuerza ante los ciudadanos. Independientemente de la forma en que el presidente decida mover sus fichas, dos señales serían muy importantes: en primer lugar, nombrar a un titular de la Función Pública claramente independiente del Ejecutivo Federal y con el mandato de investigar y sancionar actos de corrupción o conflictos de interés de acuerdo con sus atribuciones; segundo, dejar claro que su partido impulsará a personalidades capaces e independientes al gobierno y los partidos para ocupar el cargo de Fiscal General.

 

El presidente tampoco puede seguir ignorando el daño que le ha causado la forma evasiva y autocomplaciente de enfrentar los conflictos de interés que involucran a su gabinete y su familia. Cambiar esta imagen es complicado y va mas allá de la remoción de alguno de los involucrados. En este caso es indispensable su compromiso con la creación de un sistema anticorrupción que permita vigilar y castigar en forma mas efectiva el ejercicio de los recursos públicos o el uso indebido del servicio público en todos los órdenes de gobiernos, los partidos y los sindicatos. Una reforma legal grandilocuente pero sin dientes equivale a una apuesta abierta por el gatopardismo: cambiar de normas para seguir con la misma corrupción.

 

Los ciudadanos están pagando más impuestos como producto de la reforma fiscal que impulsó el presidente y están recibiendo muy poco a cambio. El presidente debe comenzar a entregar resultados. En el contexto de descomposición política y social que vivimos, ha pasado a segundo plano que este gobierno recibió el paquete de reformas que pidió para impulsar el crecimiento de la economía. Mas allá de las dificultades que involucra la caída de los precios del petróleo, el gobierno esta obligado a entregar resultados medibles y verificables: nuevas inversiones, nuevas empleos, mayores tasas de crecimiento. A lo que se añade la obligación de entregar mejores cuentas en materia de seguridad y reducción de la violencia, problema que desde el mismo gobierno se ha aceptando haber subestimado.

 

Finalmente, el presidente y su gobierno requieren urgentemente una nueva narrativa. Su discurso político, el monólogo gubernamental, parece diseñado para hablar y convencer al propio gabinete y a los militantes de su partido. Requieren de un diagnóstico realista y un discurso comprometido con la rendición de cuentas y la justicia. La invocación abstracta a la unidad, la repetición de frases hechas sobre fortalecer instituciones o lanzar acusaciones contra quienes supuestamente se oponen a la transformación, difícilmente permitirán recuperar la credibilidad perdida. Mucho menos funciona el autoengaño de acabar con la indignación en redes sociales atacando #YaMeCansé por medio de bots.

 

El inicio de 2015 abre la oportunidad para un cambio de rumbo que aleje el fantasma de la ingobernabilidad y la violencia. No son convenientes para el país cuatro años de un gobierno debilitado y en descrédito. Pero depende exclusivamente del presidente hacer una mejor lectura del hechos y tomar las decisiones para salir del laberinto en que se ha metido en los últimos meses.

 

Deseo a todos los lectores de La Silla Rota un próspero 2015. Que en el nuevo año se abra finalmente para México el camino de un desarrollo económico más justo y represente el inicio del fin de las lacras de la corrupción, la impunidad y la violencia.

 

@ja_leclercq