1.- ¿Para qué iba a inventar la Sedena la historia de un soldado en activo infiltrado en la estructura del movimiento normalista de Ayotzinapa? ¿Para desprestigiarlo? ¿Para dividirlo? ¿Para exhibir las flaquezas de la contrainteligencia del EPR en esa región de Guerrero? ¿Para desprestigiarse a sí misma por el torpe trabajo de inteligencia que terminó con la desaparición de su efectivo en una noche en la que todo se salió de control?
2.- ¿Para qué iban a ocultar los padres de los normalistas desaparecidos la presencia de un militar en funciones como infiltrado? ¿Para tapar la evidencia de fracturas en su estructura? ¿Para no dejar dudas de la cohesión y honestidad de todos y cada uno de los muchachos que aquel día se desplazaban de un lado a otro para, aparentemente, bloquear las actividades de la ex primera dama de Iguala?
3.- Mientras la Defensa Nacional siembra con sus afirmaciones una duda que abre muchas puertas, y siembra nuevas preguntas, los padres de familia, los asesores y simpatizantes del movimiento normalista que exige la aparición con vida de los normalistas, se toman dos o tres días, guardan silencio, deliberan, consultan entre ellos y por separado, en sendas conferencias y reuniones con algunos periodistas, terminan por rechazar la versión de la Sedena.
No es cierto, no hay tal; se trata de una calumnia para intentar dividir al movimiento, han señalado en tanto que otros actores como la PGR, la CNDH y la CIDH se abstienen de ir a la médula del problema y guardan un estratégico silencio.
4.- Nadie en estas instituciones encargadas de investigar lo sucedido en Iguala sabía algo acerca de la presencia de un militar en activo en el grupo de desaparecidos. Ni antes ni ahora. ¿Por qué?
¿Más mentiras y ocultamientos de la Sedena hacia la PGR, por ejemplo?
¿De qué manera hubiera influido o qué giro habría dado la investigación de Jesús Murillo Karam si desde el principio el alto mando hubiera advertido que entre los desaparecidos había un soldado en activo?
¿Hacia qué clase de verdad histórica hubieran conducido las investigaciones de la PGR con semejante dato integrado en el expediente?
¿Qué líneas de investigación paralelas hubiera abierto dicha información?
¿Cuál es entonces la colaboración, la confianza y la transparencia entre instituciones en la investigación de delitos graves?
5.- La Sedena insiste en su versión, pero, críptica como siempre, no sólo se niega a llamar por su nombre al joven soldado desaparecido (en caso de que sólo haya uno), sino que tampoco ha aclarado -para evitarse mayores presiones mediáticas y políticas- exactamente qué es, en este caso, un soldado en activo.
Este punto es importante, ya que un soldado en activo puede ser, y es, un servidor público; puede ser y es un soldado raso, un cabo o un sargento; puede ser y es un conscripto que haya estado cumpliendo su Servicio Militar en esos días.
¿Quién es y qué hacía exactamente el soldado en activo que formaba parte del grupo de normalistas desaparecidos?
6.- El caso Ayotzinapa se enreda una vez más, por omisiones, por ocultamiento, por ineficacia investigativa de la PGR y la CNDH, por manipulación oficial y por la incredulidad y desconcierto de los padres de los normalistas.
7.- Ahora, las preguntas podrían volverse afirmaciones en cualquier momento.
¿Se ocultó en su momento el dato sobre el soldado para no involucrar directamente a la Sedena?
¿Para no llamar a cuentas a sus mandos?
¿Para no hacerle preguntas incómodas como:
¿Qué hacía su soldado entre los normalistas?
¿Desde cuándo estaba entre ellos?
¿Cuántos soldados o conscriptos más había entre los normalistas?
¿Cuántos más hay en la estructura de la escuela Isidro Burgos?
¿Hacía labores de inteligencia el soldado en activo?
¿Qué datos le proporcionó el soldado a la Sedena, a la Región y a la Zona Militar horas o días antes de la desaparición de los normalistas?
CENTINELA.-
Mandos de la Armada de México confirman la versión de la Sedena acerca del soldado en activo, aparentemente infiltrado en las filas de los normalistas desaparecidos.