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El país políticamente correcto

La gente debe opinar como opina la mayoría.

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Escrito en OPINIÓN el

Estados Unidos de América se caracteriza por muchas cosas. Además de ser una potencia económica y un referente en diversas materias, tiene muchos problemas. Uno de ellos es su constante necesidad de ser “políticamente correcto” todo el tiempo. Los funcionarios públicos, los candidatos, los que ocupan puestos de elección popular, los legisladores; pero también los empresarios, deportistas y los religiosos, todos ellos viven en una constante necesidad de ser “políticamente correctos”.

 

Y ¿qué quiere decir ello? Sin ser un experto en la materia trataré de ilustrar un poco lo anterior. Ser políticamente correcto implica opinar como opina la mayoría. Por ejemplo, las posiciones en contra de la intolerancia y la discriminación son una postura políticamente correcta. Estar en contra del crimen y la corrupción es una postura políticamente correcta. ¿Por qué es así? Entre otras cosas, por que la mayoría opina de la misma forma. Porque la “comentocracia” y la élite de los que opinan en los medios de comunicación lo hacen de esa manera y marcan una tendencia. La gente debe opinar como opina la mayoría.

 

Hasta este punto dicho fenómeno no es exclusivo de los Estados Unidos de América. También en México se opina en muchos temas de manera políticamente correcta. Por mencionar algunos ejemplos, en nuestro país hay que estar a favor de la inclusión de las minorías, garantizar la prevalencia de los valores mexicanos frente a otros sistemas culturales, etc. Esto no tiene problema. De manera honesta todos pensamos que está bien y así tratamos de comportarnos. Todos somos políticamente correctos.

 

¿Dónde empieza entonces el problema? El asunto complejo está cuando la opinión políticamente correcta que se expresa de manera fehaciente no concuerda con lo que pensamos. Por ejemplo, ¿cuántas personas en México opinan en contra de la corrupción cuando les preguntan públicamente, pero si tuvieran la oportunidad sin que nadie los descubriera aplicarían criterios dispares? O en Estados Unidos por decir algo, ¿cuántos políticos estarían en contra de que los funcionarios públicos tengan amantes – fuera del matrimonio  - pero tienen la suya o el suyo propio? El problema allí radica en que la opinión políticamente correcta no se corresponde con los valores de fondo de la sociedad, de la gente y de lo que verdaderamente está pensando el grueso de la comunidad.

 

No obstante lo anterior, yo personalmente creo que aunque este fenómeno no es exclusivo de la región norte del Río Bravo, en dicho país hay una preocupación exacerbada por ser políticamente correctos. A veces es bueno, a veces no. Un ejemplo de ello es Donald Trump. Hace dos semanas analizamos el porqué y las razones de lo que hizo y de sus declaraciones incendiarias en contra de los migrantes mexicanos.

 

En principio, la hipótesis planteaba que Trump quería llamar la atención y atraer los reflectores como una estrategia de negocio. Sin embargo, creo que subestimó el poder de ser políticamente correcto en Estados unidos. No contó que la mayoría de las empresas y las organizaciones no avalarían sus propuestas (aunque muchas de ellas comulguen con éstas) simplemente porque no son políticamente correctas. La gente puede estar a favor o en contra de Trump, el problema es que jamás lo dirá, porque no es políticamente correcto.

 

A la larga, estoy convencido que esto le puede hacer daño al debate público y puede mermar la salud del debate democrático y transparente para saber a qué nos atenemos con cada persona. ¿Qué sería preferible: Donald Trump diciendo una bola de barbaridades sobre los migrantes latinos, o un candidato – demócrata o republicano – que piensa exactamente lo mismo, pero que jamás lo diría por miedo a ser políticamente incorrecto y ser linchado y quemado en la hoguera de la opinión pública? Por supuesto que no estoy justificando a Trump, pero quiero llamar la atención a un fenómeno que tiene poca atención: el asunto en el que debemos de concentrarnos está en el fondo, no en la forma.

 

Lo que trato de decir es que tenemos que ser inteligentes y cambiar la percepción que se tiene de los migrantes mexicanos, más allá de que los candidatos hagan declaraciones incendiarias o se las callen. Lo que verdaderamente vale la pena es que logremos transformar las ideas de las personas, no sus dichos. Estos últimos son reflejo de las primeras, y son ésas las que tenemos que atender. Allí estará nuestra estrategia en el largo plazo. Ganemos la batalla con astucia, como ya lo habíamos dicho.

 

@fedeling