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El dilema Manlio

Apostar por hacer perder al PRI este año electoral para eliminar a Manlio Fabio Beltrones del camino rumbo al 2018 es una estrategia torpe y suicida.

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Escrito en OPINIÓN el

La paradoja del PRI en el 2016 puede derivar en “parajoda”.

 

Resolver la paradoja del comportamiento priísta en estas elecciones es digno de la teoría de juegos y sin duda pone al partido y a su presidente en una tesitura de alto riesgo.

 

En condiciones normales las conductas de todos los priístas debieran alinearse a conseguir el mayor número de triunfos posibles con miras a conservar y de ser posible ampliar su implantación geográfica y social con miras al 2018, que, de suyo, se anuncia complicado. Pero es aquí donde la paradoja hace su acto de presencia.

 

El dilema de Manlio, como bien pudiéramos llamar a la disyuntiva priísta del 16, radica en que mientras más triunfos se adjudique el PRI, más se consolidarán la figura y presencia del presidente de su Comité Ejecutivo Nacional para el 2018. Esta circunstancia abre estímulos para que jugadores priístas con afectos puestos en otros corrales tricolores opten por operar en contra de su propio partido y futuro, en una apuesta que bien pudiéramos calificar de facciosa y suicida.

 

En otras palabras, la posibilidad de triunfos priístas pudiera operar en contra del propio PRI, si franjas importantes de sus cúpulas se alían para cerrarle el paso a su líder nacional.

 

Beltrones, por su lado, es un político avezado que sabe que terrenos pisa y ha evitado caer en la tentación tan de moda de utilizar las prerrogativas partidistas para su promoción personal, pero ello no será suficiente para contrarrestar los incentivos naturales y cultivados en el gallinero priísta, inmerso en una sucesión adelantada.

 

Bien podrá decir Beltrones que no hay nada nuevo bajo el Sol, salvo que ahora la responsabilidad de las elecciones, o mejor parafraseado, el costo de las derrotas electorales le será cargado a él en lo personal.

 

Antecedentes tiene de sobra, las sucesiones en Guerrero el sexenio pasado y en Baja California éste, donde la estructura del PRI operó para que candidatos que le eran afines fuesen derrotados. No quiere esto decir que sólo por eso hubiesen perdido, pero sí que hubo fuego amigo presente y pesado.

 

Y lo mismo podría decir Beltrones de Sonora en la elección del año pasado, en la que todos los astros tricolores se alinearon en su contra y fue su personal estrategia y puntual directriz lo que evitó un tercer naufragio al hilo, éste, además, en su tierra.

 

Hoy tiene a su favor el control de la estructura electoral priísta, que no obstante desvencijada es como el tuerto en tierra de ciegos; los problemas de Beltrones, sin embargo, no habrán de surgir de ese flanco, sino por todos aquellos que no están bajo su control.

 

No obstante lo anterior, se equivocan quienes crean que la suerte del PRI es única y exclusivamente de interés de Beltrones. Quizás a él los triunfos le pudiesen beneficiar más en este momento, dentro una carrera de fondo de la que aún faltan muchos kilómetros por correr; de lo que no tengo duda es que las derrotas del PRI en el 16, no sólo a él habrán de perjudicar. Apostar a sacar a Beltrones de la jugada del 18 haciendo perder al PRI en el 16 es una estrategia torpe y suicida.

 

Es cierto, Beltrones pudiera reposicionarse con buenos resultados en este lance, pero ello es aún muy anticipado y no definitorio; en cambio, un descalabro fuerte del PRI no habrá de gravitar exclusivamente en la cuenta de Manlio Fabio, más aún cuando las condiciones de crisis generalizada y descrédito que prevalecen en el haber gubernamental no tienden a aminorar.

 

El PRI debiera apostar y jugar estas elecciones en sus méritos y no con la mente puesta en el 18, pero si algo nos muestra la teoría de juegos es que las más de las veces las decisiones de los jugadores son todo menos racionales.

 

@LUISFARIASM

@OpinionLSR