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El dilema de la elección

Es preciso exigir propuestas claras y concretas que permitan traducir en compromisos los dichos de los candidatos.

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Escrito en OPINIÓN el

El proceso electoral está en marcha y representa todo un desafío para la consolidación de la vía democrática, la paz y el desarrollo de nuestro país. La renovación de la Cámara de Diputados, nueve gubernaturas, más de mil ayuntamientos y diecisiete congresos locales ocurre en un momento delicado para México dada la incertidumbre económica y las amenazas a la estabilidad social y política; adicionalmente, las próximas elecciones son inéditas por el número de procesos concurrentes y el debut de las nuevas autoridades electorales; por la participación de nuevos partidos con reglas más exigentes para el financiamiento y fiscalización de los recursos y para la conservación de su registro; así como por la obligatoriedad de paridad de género en la asignación de candidaturas.

 

La magnitud del proceso y sus implicaciones nos coloca frente al dilema de la elección; en sentido estricto, el derecho universal al voto libre y secreto y las condiciones para ejercerlo resuelven la dimensión individual del problema; en sentido amplio, debemos plantearnos las consecuencias del proceso a partir de dilemas globales como participar o no en el proceso; hacerlo de manera inercial o activamente con distintos grados de involucramiento; apostar por las causas y opciones que asuman con mayor claridad y eficacia el compromiso con el cambio de rumbo que necesitamos o ceder a la dádiva o al rencor para anular el sufragio.

 

Para resolver los dilemas acertadamente es útil tener un referente, un propósito central de cara a la próxima elección que, advierto, debe estar asociado a causas que incidan en un cambio en las estructuras de poder para que la nueva composición de congresos y gobiernos permita impulsar decisiones legislativas y de política pública que incidan en reformas estructurales como el combate a la corrupción, la implementación de la reforma educativa, la consolidación del nuevo sistema de justicia penal o la corrección de la reforma fiscal que aprobó el PRI y el PRD, entre otros grandes temas.

 

Participar o no hacerlo parece un falso dilema pues, aun con una posición abstencionista, favorecemos lo que repudiamos sobre la base que de la erosión de las oposiciones o el vacío en las urnas favorece a la fuerza dominante. Con diez partidos en la boleta electoral, tres de ellos de reciente creación y un porcentaje de participación en las últimas tres elecciones intermedias del 47% en promedio, parece claro que hay un comportamiento esperado que sólo puede cambiar por la decisión de una ciudadanía más informada o más decidida a ejercer su voto para modificar el rumbo, a pesar de las presiones directas o indirectas para no hacerlo, en un ambiente electoral polarizado, con bajas expectativas sobre el futuro  y de pobres contenidos.

 

Optar por remontar el escenario inercial y meterse al proceso con una participación pro-activa parece reservado a los militantes de los partidos, a los candidatos y a las autoridades electorales, lo que en sí es una deformación y revela el bajo nivel de desarrollo de nuestra cultura democrática agotada muchas veces en la etapa representativa. Sin desconocer que hay un voto duro de los fuerzas políticas más arraigadas, no hay que olvidar que las elecciones hoy se resuelven entre la población que pueda razonar su voto y colocarse fuera del alcance de las acciones de cooptación, cada vez más sofisticadas, de actores y programas con muchos recursos para inducir o comprar la voluntad de los electores. Una muestra de ello es el programa “Transición digital terrestre” en donde desde agosto del año pasado se están repartiendo cerca de catorce millones de televisiones digitales, lo que recursos económicos equivale a casi 27 mil millones de pesos, y esto ocurre sin ningún tipo de controles que eviten el uso electoral o la corrupción. Hoy hay incertidumbre sobre el resultado de la elección, nadie lo puede garantizar, por tanto sí es un dilema que puede resolverse con la participación de electores cada vez más libres y más conscientes cuando, decididos, acudan a las casillas y se encuentren frente a la boleta electoral.

 

Finalmente, el dilema que nos confronta con las propuestas, que parece ser el elemento más débil de este proceso, no sólo por la poca claridad y calidad de contenidos en la mayoría de las plataformas electorales, reducidas a un trámite de anaquel, sino porque en realidad son desconocidas para la gran mayoría de los electores porque no existen elementos de evaluación y porque no son vinculantes con la gestión del cargo para el que se pide el voto. Sin embargo, aquí es donde se juega el futuro de la elección y del país, donde se materializa la voluntad ciudadana que no sólo elige color de partido o trayectoria de candidato, sino la posibilidad de impulsar los temas que cambien el rumbo del país en la dirección correcta.

 

Por tanto, debe propiciarse que las promesas de campaña dejen de ser declarativas y un catálogo de buenas intenciones destinadas al olvido. Es preciso exigir propuestas claras y concretas que permitan traducir en compromisos los dichos de los candidatos, sobre todo en los temas más sensibles y necesarios para el país. Al mismo tiempo que la sociedad organizada tenga medios de evaluación y exigencia de su cumplimiento mediante observatorios ciudadanos, puede ser una buena ruta para resolver el dilema del contenido de la elección.

 

Por lo que se refiere al PAN, las prioridades y claridad en la propuesta están definidas y en breve los candidatos habrán de exponerlas y debatirlas a lo largo y ancho del país: Concretar el sistema anticorrupción, corregir la reforma fiscal, apoyar la productividad y el empleo, modificar el salario mínimo y asegurar que no haya un paso atrás en la reforma educativa y la implementación del nuevo sistema de justicia penal, es un buen principio para marcar rumbo y contenidos de la próxima elección.

 

En ánimo constructivo y propositivo, se advierte interés en diversos sectores de la sociedad organizada en prometer una participación razonada y organizada de los electores en los comicios, por difícil que parezca y hasta poco rentable, los partidos parecen más abiertos a conectar con este movimiento del electorado. Se trata de resolver el dilema de la elección y de hacerlo no de cualquier manera, sino en la dirección que genere los mayores bienes públicos, lo que permita mejorar las condiciones de vida de la población, lo que nos acerque a una vida mejor y más digna para todos.

 

 

@MarcoAdame