Main logo

El cine de la infancia

La infancia es el tiempo en el que uno puede forjar amistades largas y perdurables.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Existen dos formas básicas de abordar el próximo día del niño desde la perspectiva cinematográfica.

 

Una sería la de una industria capitalista que genera bienes de consumo según la temporada, dicho de otra forma es el momento en que muchos estudios lanzarán películas palomeras producidas con la pura finalidad de recabar el mayor número de entradas y vender la mayor cantidad de productos mercadotécnicos posible. Dentro de este concepto podemos enmarcar películas como de súper héroes, de aventuras o incluso de temática navideña.

 

La segunda concepción va más allá y considera el cine no sólo como bien creativo comercializable sino como un producto cultural que permite una exploración de la sociedad, las personas y los temas que los rodean, y que con suerte nos lleva al cambio de actitudes a través de la reflexión.

 

En esta ocasión nos vamos a caminar nuestra colaboración dentro de este segundo estilo de visión del cine. Cine acerca de niños y de sus esperanzas, pesadillas y realidades de variados tonos pero cine sobre niños, no cine infantil.

 

Quizá una de las peores pesadillas para un niño es la lucha por ser quien en su corazón siente que es, a pesar de los conceptos previos de sus padres y de la sociedad general. Finalmente la vida se forma en la infancia y muchas veces lo que nos pasa y lo que no, las decepciones y los amores incondicionales de nuestros primeros años son lo que nos forma esencialmente en lo que terminamos siendo de adultos.

 

Por esta razón, y porque es una excelente película, el primer título que se me ocurrió como ejemplo es la estremecedora Ma vie en rose (Berliner, 1996), donde Ludovic –niña dentro del cuerpo de un niño- sufre en gran medida a manos de los que más lo deberían proteger. Advertencia, aquellos que no soporten el cuestionamiento de los roles de género tradicionales ni se acerquen a verla.

 

La infancia es también, por fortuna y en contraste de lo anterior, el tiempo en el que uno puede forjar amistades largas y perdurables, al tiempo en que nos adentramos en las aventuras que luego no nos permitimos nunca más cuando somos adultos. Ya sé que es un lugar común de mi generación pensar en Stand by Me (Reiner, 1986) pero no puedo evitarlo.

 

Para aquellos que son muy jóvenes, o por alguna razón incomprensible ya viven en el cuarto piso de la vida y  no la han visto, se las recomiendo ampliamente. La historia de una pequeña pandilla de chicos que buscan a un niño desaparecido se convierte en un viaje al interior de cada uno de los protagonistas y nos muestra cómo las verdaderas amistades no surgen de la gente que es exactamente igual sino de la lealtad y la comprensión de las diferencias y las máscaras que todos tenemos.

 

Los niños, como cualquier padre o madre sabe, son pequeñas esponjas que sin ninguna clase de límite absorben todo aquello que les rodea. Si los rodea amor es casi seguro que aprenderán a amar. Si los rodea decadencia, falta de solidaridad, consumismo y valores como la competencia salvaje, la definición egoísta de lo que es “éxito” y el sexo como un bien comerciable (o por lo menos consumible) seguramente terminarán como alguno de los chicos del filme Kids (Clark, 1995). Pero aquí es donde debemos parar y preguntarnos por qué son así.

 

Recuerdo que cuando la vi por primera vez pude observar que muchos en la audiencia expresaban juicios terribles en contra de los personajes ante diálogos como el siguiente:

Casper: How did she smell? Did her puss stink?

Telly: Take a whiff.

[Telly holds up his fingers and Casper smells them]

Casper: Mmmmm. Butterscotch, yo. That's the best.

 

Este grado de crudeza hizo que la sala quedara medio vacía. Yo también me quedé en shock pero de inmediato pensé “¿dónde están sus padres?”. Nuestros niños son lo que les enseñamos a ser y esos pequeños monstruos que encontramos dentro y fuera de la pantalla son nuestra responsabilidad. No lo podemos ni debemos negar.

 

Pero así como nuestros defectos pueden matar lo mejor de los niños, quizá ellos nos puedan ayudar a salvarnos al tiempo que se agarran de nosotros para poder escapar de alguna forma de sus propios infiernos.

 

Y por eso Mathilda, una niña capaz de asesinar a quienes mataron a su hermano menor pero que aprende de la candidez de un asesino profesional infantiloide, hace su aparición en este espacio. No sólo es una de las niñas-mujer más fascinantes de la historia reciente del cine sino el eje central y motivo de evolución de León, en la magnífica Léon The Professional (Besson, 1994).

 

Y como cierre de esta colaboración quiero dejar claro que para mí el cine puede ser una guía de males ocurridos a nuestra niñez, en México y el mundo, pero de nada sirve tanto oficio, tanta creatividad y tanta estética si no nos mueve a ser mejores personas para nuestro pequeños.

 

Llevemos esta preocupación a una reflexión profunda, esa es una de las funciones del arte, pero no nos quedemos ahí. Que el ver cine sobre infancia nos lleve a tomar la iniciativa y de alguna forma, quizá con nuestros hijos o sobrinos, aportemos una pequeña parte en mejorar su infancia.

 

Yo sé que lo intento con mis trillizos.

 

Feliz día del niño.

 

Final Cut / countdown

¡Ya viene Avengers!     

 

@HigueraB

eduardohiguerabonfil@gmail.com