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El andar democrático de Luis H. Álvarez

El PAN pierde a un referente moral indiscutible.

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Escrito en OPINIÓN el

Ha muerto Luis H. Álvarez. Se va una de las personalidades más importantes de la vida pública mexicana en los últimos treinta años. Su figura tiene una doble relevancia: como líder partidista y como hombre clave en la transición democrática mexicana.

 

Lo cual adquiere una inevitable dimensión simbólica, su partida deja en evidencia nuestra carencia de líderes políticos honestos, con vocación democrática indiscutible y con alto sentido de responsabilidad política. No es que la caballada esté flaca, es que al parecer ni siquiera hay caballada.

 

El PAN pierde a un referente moral indiscutible y a un dirigente que tuvo la capacidad de encabezar al grupo que transformó al PAN en un partido electoralmente competitivo y en una fuerza política con un proyecto transformador relevante. Su muerte tiene en este caso también un sentido simbólico, señala el fin de una era en la que todavía era posible articular congruentemente principios partidistas y pragmatismo político, para dejar paso ahora a las reivindicaciones doctrinales vacías y la disputa voraz de intereses grupales.

 

Qué falta le va a hacer Luis H. Álvarez al PAN, un partido carcomido por sus conflictos internos, derrotado por la victoria y derrotado en la derrota. 

 

Como figura pública nacional, sus contribuciones, realizadas todas prácticamente después de cumplir los sesenta años, son incalculables: promotor y defensor del voto libre, abanderado del municipalismo, impulsor de los derechos políticos de la mujer, constructor de la democracia mexicana y sus instituciones modernas, legislador comprometido con la protección del medio ambiente, negociador de la paz en Chiapas, defensor de los derechos y dignidad de los pueblos indígenas, asesor en la implementación de la estrategia de seguridad en Ciudad Juárez, etcétera, etcétera.

 

Entre 2000 y 2002 tuve la oportunidad de colaborar con Don Luis en el proceso de diálogo y negociación en Chiapas, momento que adquiría para él un sentido crítico por tres razones. En primer lugar, estaba latente el riesgo de repetición de episodios violencia contra y entre comunidades indígenas. En segundo lugar, la negociación con los zapatistas implicaba también comenzar a asumir una deuda histórica con la dignidad de los pueblos indígenas. Finalmente, bajo ninguna circunstancia un gobierno democrático podía actuar de la misma forma que un régimen autocrático en contra de quienes se habían rebelado contra la opresión y la injusticia.

 

A partir de esa experiencia comparto mi perspectiva sobre la forma personal de hacer política de Luis H. Álvarez tal como la recuerdo. Don Luis concebía la política como un compromiso democrático con el bien común. Más que palabras grandilocuentes vacías de contenido o discursos pensados para ganar el aplauso fácil, su idea del bien común implicaba una forma de vida y un modelo de acción política: asumir la responsabilidad de actuar para consolidar la democracia y garantizar el respeto a los derechos y oportunidades de los grupos vulnerables (los vulnerados, diría él) en nuestra sociedad. Más que reivindicar discursivamente ad nauseam la idea del bien común, Don Luis actuaba guiado por el sentido de responsabilidad de impulsar el bien común a través de las instituciones democráticas.

 

En diversas ocasiones, en aquellas sesiones en las que analizábamos los avances y retrocesos del proceso de diálogo y negociación en Chiapas, solía expresar como máxima “acciones privadas, resultados públicos”. Idea que resume toda una forma de entender la política democrática y la responsabilidad en la toma de decisiones. Con esta idea Don Luis señalaba que no es posible solucionar problemas públicos recurriendo a estrategias de comunicación cuando no hay acciones ni resultados concretos que comunicar. En otras palabras, en su visión había que actuar y decidir con responsabilidad y ya después los resultados hablarían por sí solos. Algo que muchos vendedores de cascarones huecos y pirotecnias comunicativas tendrían que entender en estos días.

 

El actuar político de Luis H. Álvarez puede resumirse en un pragmatismo razonado, prudente y ecuánime, anclado en principios políticos sólidos y en el reconocimiento de la dignidad del otro. Desconfiaba de los saltos al vacío y las ocurrencias del momento y afirmaba una forma de actuar con pasos graduales pero seguros, teniendo siempre en mente la responsabilidad ante las consecuencias de las decisiones tomadas.

 

El éxito de su forma personal de hacer política y esa capacidad inigualable para dialogar y construir acuerdos con actores de todo el espectro político e ideológico, radicaba en una fórmula sencilla pero difícil de imitar, sobre todo en estos días de voracidad partidista y degeneración institucional: mantener principios políticos firmes pero con pragmatismo y sentido común, saber ponderar las opiniones de tu equipo de trabajo y, al mismo tiempo, entender la necesidad de escuchar y respetar la posición de la contraparte para poder encontrar puntos de acuerdo en común.

 

En el corazón de la filosofía política de Luis H. Álvarez radica el reconocimiento a la dignidad del otro y por eso fue capaz de firmar acuerdos en tantas mesas de negociación, por eso era escuchado, reconocido y respetado por todos sus interlocutores.

 

Tal vez lo más importante de todo, es que Luis H. Álvarez fue un hombre íntegro, un empresario que salta a la política para hacer el bien común y no para enriquecerse, algo que no muchos pueden presumir en estos días. Una persona sencilla, dotada con un extraordinario sentido del humor y una sabiduría profunda resultado de una vida congruente y rica en experiencias políticas.

 

No puedo olvidar la experiencia de caminar con él por las calles o de entrar a un restaurante, donde inevitable y espontáneamente la gente se acercaba a saludarlo, buscando conversar un momento con él, en reconocimiento a su trayectoria, a sus victorias y derrotas, pero sobre todo con respeto por la idea de congruencia y dignidad política que él encarnaba. Algo que tampoco muchos pueden presumir hoy en día.

 

Vi por última vez a Don Luis en la primavera de 2013 y conversamos brevemente sobre la inseguridad, la crisis de las instituciones y los conflictos en el PAN, temas que le preocupaban profundamente. El México democrático por el que lucharon hombres como Luis H. Álvarez se desmorona ante nuestros ojos por la violencia, la corrupción y la impunidad y ante los ojos impávidos e irresponsables de nuestros líderes políticos.

 

Personalmente voy a extrañar a Don Luis, pero lo que es más importante, México extrañará la visión y compromiso político de Luis H. Álvarez.

 

@ja_leclercq

@OpinionLSR