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Dura lex sed lex

Los abogados son una pieza esencial de nuestra vida actual.

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Escrito en OPINIÓN el

Durante mi vida laboral he tenido el privilegio y gusto de trabajar con personas de muchas profesiones: cineastas, politólogos, ingenieros mecánicos, semiólogos, chefs, mercadólogos, médicos, historiadores, astrónomos, químicos, lingüistas y muchas más. Sin embargo creo que muchos estarán de acuerdo conmigo que afirmo que muy pocos gremios son comparables al de aquellos de se dedican al estudio, aplicación y litigio de las leyes, es decir, a los abogados.

 

Más de seis años trabajé codo a codo con licenciados en derecho y terminé por aceptar que su función, a pesar de lo que la vox populi y los chistes puedan decir es esencial para la supervivencia de lo que llamamos civilización.

 

Es cierto que podemos encontrar abogados honestos y otros que no lo son tanto, algunos apasionados de aplicar la justicia, un gran y complicado concepto, y otros que son solamente apasionados de ganar lo que sea –dinero, poder, prestigio, influencia– a como dé lugar, pero los abogados son una pieza esencial de nuestra vida actual.

 

Quizá a muchos de ustedes les pueda parecer que fui seducido por el lado oscuro de la fuerza, sin embargo creo que las innumerables películas dedicadas a los abogados me dan la razón. Como siempre sostengo en este y otros espacios, el cine es un espejo subjetivo que nos refleja como individuos y sociedad.

 

Por ejemplo, podemos ver el conflicto que muchas veces caracteriza a esta profesión al seguir las peripecias de Mitch McDeere (Tom Cruise) en el thriller The Firm (Pollack, 1993). Aparentemente atestiguamos el ascenso casi inmediato de un joven y ambicioso graduado en derecho que ingresa a una firma de abogados importante, sólo para descubrir que en lugar de buscar impartir justica y hacer valer las leyes lo único que se trabaja ahí es cómo legalizar y limpiar la actividad de la mafia, transformándose ellos mismos en mafiosos sin escrúpulos. Conocer la ley puede llevarte a querer romperla en tu beneficio, una tentación presente entre los lics.

 

De igual forma, uno de los peligros para un abogado es caer en el convencimiento de sus propias pasiones y creencias. Uno de los mejores ejemplos que he visto en el cine lo protagonizó Harvey Kietel al darle vida al Mayor Steve Arnold en Taking Sides (Szabó, 2001) quien en nombre de la justicia emprende una cruzada personal, cacería de brujas dirían algunos, en contra del más famoso director de orquesta  de la Alemania Nazi.

 

Arnold busca que se enjuicie, encarcele y margine a Wilhelm Furtwangler, el más famoso director de orquesta alemán en tiempos de Hitler. Aparentemente lo más que se puede decir de Furtwangler es que fue tibio y cerró los ojos ante los sucesos de su época  y que no pasó de ser más que un timorato acomodado pero no que fuera un nazi convencido y activo. Sin embargo y a pesar de lo contradictorio de las pruebas el personaje de Kietel se convence de su verdad, legal y humana y tortura al artista de forma permanente para que confiese. Un caso de abeunt studia in mores, dirían algunos amigos abogados que dominan el latín.

 

Otro ejemplo de cómo un abogado, o en este caso una mujer apoyada en un buen abogado, puede cambiar el curso de la historia de una comunidad, lo podemos ver en una película donde Julia Roberts logra una de las mejores actuaciones de su carrera.

 

Me refiero por supuesto a Erin Brockovich (Soderbergh, 2000), la mujer que logró poner de rodillas a una mega corporación por dañar la salud de una comunidad solamente con la fuerza de la ley y el apoyo de su jefe, el abogado Ed Masry (Albert Finney en otra excelente actuación). Un filme que demuestra que las leyes pueden funcionar si tenemos personas dispuestas a hacerlas cumplir a toda costa.

 

Otra característica que, para mí, identifica los vericuetos a los que se encuentra sometida esta profesión es la de tener que sobrepasar los prejuicios sociales y personales para lograr que la justicia sea una realidad. Así nos lo muestra Kathryn Murphy (Kelly McGillis) en una extraordinaria película que habla de la violencia contra las mujeres y las múltiples formas en que la sociedad la justifica, solapando así un hecho tan terrible e injusto como es una violación tumultuaria.

 

Murphy, y todo mundo en la historia, duda del personaje que encarna Jodie Foster, una chica con un historial personal de promiscuidad, sin embargo conforme se desenvuelve la trama entiende que lo que importa no es cómo ha vivido su vida, sino los derechos que tiene y la protección que la ley debería darle todo el tiempo.

 

Pero como dije todos los abogados dentro de la pantalla reflejan algún aspecto de la profesión legal, y por eso también nos podemos encontrar el estereotipo del abogado que  lo último que le interesa es la justicia o la amistad o la ley y únicamente busca la forma de sacar provecho para sí mismo en todo momento. Por fortuna, por experiencia personal lo digo, estos son los menos.

 

Sin embargo, creo que este tipo de personaje es altamente identificable para las audiencias latinoamericanas, pues por desgracia la actuación de un mal abogado –como en todas las profesiones- se nota más que el buen actuar de diez colegas, con la agravante de además tener consecuencias legales. Y la mitología diaria está llena de historias que incluyen personajes así.

 

Pero dejando de lado el debate profesional me parece justo reconocer la gran actuación que Osmar Núñez logra como el abogado chupasangre que sólo se interesa por extorsionar a su “amigo” millonario cuyo hijo mató a una persona con su BMW. Su forma de trabajar en su propio beneficio en lugar  de ver cómo resolver el asunto de forma justa es maravillosa (Relatos Salvajes, 2014, segmento La propuesta).

 

El trabajo realizado en esta película por la mancuerna Szifron-Núñez logra entregarnos uno de los mejores ejemplos del lado oscuro de la abogacía. Un personaje que aparenta tener sentimientos, ser amable y preocupado –empático, pues– pero que en realidad trata de engañar al cliente, a la ley, al chivo expiatorio y a todo aquel que se cruce en su camino con tal de obtener el anhelado millón de dólares que el chanchullo del momento le promete.

 

Los abogados  al final son humanos y el cine sólo es un lente que engrandece cualidades y defectos, como todo lo que pasa por la gran pantalla, y nos entrega un producto pensado en entretener, educar e informar.

 

Yo en lo personal creo que, como me dijeron una vez, siempre hay que tener un amigo músico, uno cocinero, otro doctor y, por supuesto, uno abogado.

 

Ojalá esta columna sirva de pequeño homenaje  para aquellos que han dedicado su vida al complicado y apasionante mundo de las leyes y se rigen de verdad por sus valores.

 

Felicidades anticipadas por su día.

 

Final cut: Ni son todos los que están…

Personalmente agradezco haber conocido y hecho amistad con abogados que son profesionales a cabalidad y ejemplos como personas. No tengo aquí todos los nombres y me disculpo pero les envío un gran abrazo de felicitación a @melidadv@gonzalez_mtz@ilrodrig@rme63@alfa_abigail@EmilioRabasaG@C_Humphrey_J. Y de verdad todos ustedes, saben bien de quiénes hablo, que no los pongo es porque no encuentro su cuenta, abrazo extra.

 

eduardohiguerabonfil@gmail.com