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Diez cosas que nadie te explica en la carrera de Derecho (II)

Por: Miguel Carbonell.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Segunda parte.

 

     6. Aprende a negociar.

 

A lo largo de mis años como estudiante de derecho, escuché a muchos de mis profesores repetir una y otra vez que lo que hacían los abogados (los abogados de verdad, decían) era litigar: patrocinar asuntos ante los tribunales, promover cuanto recurso tuvieran a su alcance, luchar en la defensa de los intereses de sus clientes, ganar los pleitos en los tribunales, etcétera, etcétera.

 

Se trata de lo que podríamos llamar “el paradigma litigioso” que concibe como única solución posible para cualquier problema social la de someterlo al conocimiento de un juez, a fin de que se lleve a cabo un proceso que terminará con el dictado de una sentencia y decidirá a cuál de las partes le asiste la razón.

 

La mayor parte de los abogados que conozco trabajan asumiendo ese paradigma. El problema que existe es que no se consideran los enormes costos de tiempo y dinero que supone llevar cada problema –grande o pequeño- ante un tribunal.

 

Los abogados no siempre están conscientes de que en muchos casos lo mejor para sus clientes es llegar a una solución rápida y eficaz para el problema que tienen, en vez de verse implicados en largos e improductivos pleitos judiciales.

 

Necesitamos desarrollar una cultura de la negociación entre los abogados, que evite que muchos asuntos tengan como única solución la vía judicial. De hecho, la Constitución ordena en el artículo 17 que existan leyes que contemplen mecanismos alternativos de solución de controversias, de forma que muchos asuntos se puedan resolver a través de la mediación, la conciliación, el arbitraje y otras vías que puedan ser más baratas y eficaces que un proceso judicial.

 

El problema de fondo que van a enfrentar los abogados en este nuevo tipo de enfoques profesionales es su falta de conocimiento de las técnicas de negociación. En la mayor parte de escuelas y facultades del país no solamente no se les enseña a los alumnos a negociar, sino que la idea misma de la “negociación” se ve como perniciosa, ya que se le suele asociar con actos de corrupción.

 

Lo que necesitamos es, por tanto, que los abogados aprendan que conviene mucho más a los intereses de sus clientes (e incluso a los suyos propios) llegar a soluciones negociadas y que adquieran las capacidades para poder desarrollar de forma adecuada una negociación.

 

     7. Busca un mentor.

 

Hay muchos estudiantes de derecho que piensan que están inaugurando una nueva forma de comprensión de los fenómenos jurídicos. Desdeñan con ligereza lo que sus mayores les puedan enseñar y dicen que ellos van a ejercer la abogacía “a su manera”.

 

Lo cierto es que todos tenemos mucho que aprender de quienes tienen más experiencia que nosotros. Muchas de las cosas que más me han servido en la vida me las han regalado con sus consejos varios de los mejores profesores que he tenido. Y no solamente en sus clases, sino a veces en conversaciones de pasillo, tomando un café, o en una reunión informal. Es bueno tener una persona (o varias, si es posible) a la que acudir en busca de consejo.

 

Hace unos años me pidieron que promoviera un amparo en nombre de una de las empresas más grandes del país. La verdad es que era mi primer contacto con ese tipo de clientes y no tenía la menor idea de cómo debía hacerles el planteamiento de mis honorarios profesionales; las reglas que, en general, podían aplicarse para el cobro de otro tipo de asuntos que yo había defendido con anterioridad, no eran muy pertinentes. De modo que levanté el teléfono y llamé a un querido amigo, de quien sabía que había llevado asuntos de igual (o mayor) relevancia, para que me diera una pista de cómo cobrar el asunto. Seguí puntualmente su recomendación y me fue muy bien.

 

El cliente quedó contento con el planteamiento y pudimos dar un servicio que atendiera debidamente sus intereses pero que también representara un buen incentivo para nosotros desde el punto de vista económico. Eso fue posible gracias a que tuve la posibilidad de llamar a mi amigo para solicitar su orientación y consejo. Procura tener siempre a quién llamar para ese tipo de casos.

 

      8. Aprende a tener la razón.

 

Cuando se trabaja como abogado, no basta con dar opiniones que reflejen inteligencia y comprensión de los asuntos. Para ganar juicios no es suficiente con opinar, sino que se debe aprender a debatir debidamente.

 

Para ello cobra mucha relevancia conocer a fondo las técnicas de la argumentación jurídica, saber analizar los hechos particulares de cada caso concreto y articular nuestro conocimiento de las normas jurídicas con los materiales probatorios que le van a dar sustento a lo que sostengamos ante las autoridades judiciales.

 

Se trata, en pocas palabras, de dominar la argumentación jurídica pero no en abstracto o a partir de sus teorías, sino respecto de casos concretos; así como de manejar las reglas en materia probatoria que nos van a permitir acreditar nuestras hipótesis.

 

Respecto de esto último es cada vez más relevante conocer el funcionamiento de distintos campos de la ciencia; sobre todo si queremos construir argumentos que se puedan acreditar a través de la prueba pericial, basada en conocimientos científicos. Las aportaciones de la ciencia tienen un impacto cada vez más notable para el desenlace de los juicios, de modo que debemos conocer su funcionamiento y alcances para hacerlos valer en nuestro trabajo como abogados.

 

Pensemos, por poner el caso más evidente, en la transcendencia de los análisis de ADN para los asuntos penales o familiares. Las pruebas genéticas han permitido lo mismo liberar a personas que llevaban años privadas injustamente de su libertad, que para determinar paternidades y con ello derivar obligaciones en materia de alimentos. En otros campos del derecho, además de las dos ya señaladas, la ciencia tiene un impacto parecido que debemos aprovechar.

 

      9. Haz listas de pendientes.

 

Hay muchos estudios sobre el funcionamiento de la mente humana que demuestran que nuestro rendimiento es menor cuando la sobresaturamos de asuntos pendientes.

 

Como abogados es probable que en algún momento de nuestra carrera estemos llenos de trabajo y que se nos acumulen los temas a los que debemos dedicar nuestra atención.

 

Nos despertamos preocupados con el vencimiento de un término procesal y nos vamos a dormir pensando en llamar al cliente que no nos ha pagado desde hace varios meses.

 

Toda esos temas pendientes nos restan energía, ya que no solamente los tenemos presentes a lo largo de muchas horas (o días, o semanas, o meses), sino que además los recordamos en el momento menos oportuno y hacemos un esfuerzo para que no se nos olviden.

 

La forma de contrarrestar ese dispendio de energía mental es hacer una lista de pendientes a la que nos podamos asomar cada mañana para darle un sentido y un rumbo preciso a lo que vamos a hacer.

 

Podemos incluso hacer varias listas: una de corto plazo (lo que tengo que hacer hoy), una de mediano plazo (lo que debe quedar listo a lo largo del mes o del trimestre) y una de largo plazo (lo que debe ser realizado en no más de tres años).

El contenido de las listas debe ser flexible, de modo que podamos incorporar y sacar de ellas temas con facilidad. Lo que nos parecía importante como un plan de largo plazo hace un año a lo mejor deja de serlo en función del nuevo trabajo que tenemos o de nuestros intereses actuales.

 

Hay que saber adaptarse al paso del tiempo, aunque si la lista estuvo bien hecha desde el principio (sobre todo, si solamente incluimos objetivos realistas), lo más probable es que los objetivos se mantengan en ella hasta que sean cumplidos.

 

      10. Buena actitud.

 

En México, como en buena parte de América Latina, tenemos muchas razones para quejarnos. Basta con abrir los ojos y salir a la calle para ser testigos de la basura en las calles, de la contaminación, de la depredación del espacio público, de todo tipo de ilegalidades realizadas lo mismo por autoridades que por ciudadanos.

 

También tenemos muchos motivos de queja respecto de nuestra clase política, que es a la vez ineficiente y corrupta, sobre el bajo nivel educativo de los mexicanos, sobre la escasa calidad de nuestros hospitales públicos, sobre los salarios tan desproporcionados que se pagan en el país, y un largo etcétera.

 

Pero ninguna de esas quejas, por justificadas que estén, van a servir para resolver el problema al que se refieren. Desde luego que vale la pena quejarse, pero no basta con ello. Hay que hacer cosas si queremos que la realidad cambie para mejorar.

 

Podemos empezar por nosotros mismos. Nuestra actitud cotidiana determina en buena medida nuestro éxito en la vida. Es cierto que nuestros hábitos son nuestro destino, de modo que si queremos tener un destino mejor debemos desarrollar los hábitos que nos permitan llegar hasta donde queremos.

 

La actitud con la que enfrentamos la vida puede mejorar si adoptamos pequeños cambios, a veces imperceptibles, que nos van a abrir muchas puertas. Se trata de cosas como sentarse en las primeras filas del salón, mirar a los ojos a las personas con las que estamos hablando, sonreír con frecuencia, adoptar una buena postura corporal, caminar con energía y determinación, etcétera.

 

Lo que hacemos en el día a día, es lo que somos. No nos podemos reinventar a nosotros mismos cada lunes, pero sí podemos cuidar ciertos aspectos que nos permitan relacionarnos mejor con los demás.

 

Al fin y al cabo, el ejercicio de la abogacía tiene mucho que ver con las relaciones entre los seres humanos. Es importante la forma en la que nos relacionamos con nuestros clientes, con los jueces y su personal de apoyo, con nuestros colegas abogados, con nuestros profesores, con nuestra familia.

 

Una actitud positiva y correcta es el primer paso que podemos dar para construir nuestro camino hacia el éxito. La buena noticia es que eso depende enteramente de nosotros mismos. No tenemos que pedirle ni permiso ni perdón a nadie por tener una actitud proactiva, de la cual solamente podrán salir cosas positivas para nosotros.

 

Para terminar.

 

¿Cómo te gustaría verte dentro de 30 años? Suponiendo que una vida profesional dura alrededor de medio siglo, ¿qué quieres lograr en ese periodo de tiempo que se presta para tantas cosas?

 

¿Cuándo estés a punto de jubilarte y mires hacia atrás qué te gustaría ver? ¿Qué oportunidades no puedes darte el lujo de desaprovechar? ¿Qué tienes que hacer para encaminarte hacia una ruta que te asegure prosperidad personal, profesional y patrimonial? ¿Cómo puedes utilizar de mejor manera tus conocimientos jurídicos para servir a la comunidad?

 

Estoy seguro que las respuestas a muchas de esas preguntas pueden ser halladas en las diez cosas que te acabo de exponer y que, por desgracia, no siempre nos las explican cuando estudiamos la carrera de derecho. Empieza hoy a dar los pasos necesarios para contestarlas correctamente. No vale la pena esperar.

 

@MiguelCarbonell

 

 

Diez cosas que nadie te explica en la carrera de Derecho I