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Del vórtice existencial a un proyecto de vida

La educación, en cualquiera de sus niveles, constituye una formación indispensable para el mundo laboral.

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Escrito en OPINIÓN el

Uno de los activos más valiosos de un país para enfrentar los retos que la globalización, la competitividad y el desarrollo económico le plantean son: La juventud y la educación que reciben, por esto mismo es de gran importancia la atención escolar hacia este sector, que debe ser complementaria al proyecto de vida que la juventud mexicana tiene en este siglo.

 

No obstante, cada año el sector juvenil sufre de una ausencia ideológica o de proyecto de vida, y esto, dicho por los expertos, pone a México en una situación difícil dentro del escenario globalizado, ya que los requerimientos nacionales van de la mano con el sentir y el quehacer de los jóvenes, y mucho más de los jóvenes universitarios.

 

La educación, en cualquiera de sus niveles, constituye una formación indispensable para el mundo laboral de hoy en día, ya que permite acceder a puestos que implican mayor dominio de competencias profesionales y, por consiguiente, mayor responsabilidad y remuneración económica, además de mejorar la calidad de vida de la comunidad.

 

Sin embargo, no basta con tener una formación educativa, e incluso en algunos casos no es forzosamente necesario acceder a la educación y la cultura; hay que complementarlo con algo más denominado proyecto de vida, que desde corta edad la persona debería tener en mente.

 

En México, durante 2009 la matrícula de la educación superior fue de 2 millones 705 mil 200 alumnos, y se estimó que esta cifra seguiría en aumento durante los siguientes 10 años. Por otro lado, la falta de oportunidades laborales seguirá creciendo paulatinamente, mientras que una gran mayoría de los jóvenes universitarios siguen sin orientar y asentar su preparación, misma que debe redituar en su plan de vida profesional.

 

La Secretaría de Educación Pública (SEP) tienen un presupuesto para este año de poco más de 330 mil mdp, pero este dinero no es suficiente para combatir el rezago educativo y a la vez acceder al desarrollo nacional mientras no existan programas de fondo que permitan que los jóvenes adquieran un proyecto ideológico desde la educación básica, al cual se le dé seguimiento y se fortalezca durante el avance de la formación educativa; complementándose con las fortalezas que la familia otorgue al individuo.

 

En este marco, durante el 2010 surgió un adjetivo conceptual para denominar un fenómeno social que fue creciendo de manera ramplona entre los diversos estratos de la sociedad mexicana: Ninis, jóvenes que ni estudian ni trabajan y quienes surgen en un contexto de nulas oportunidades, donde la carencia de coyunturas escolares y laborales en el país crean una especie de cuello de botella desmesurado, que da como resultado estos grupos.

 

Pero el título cuasi peyorativo que se le ha otorgado a este sector, no se justificaría sin la aceptación ontológica de los jóvenes, que en un contexto ausente de propósito sirve para definir de forma mutilada a la juventud que sólo requiere de la visión gubernamental traducida en programas que le brinden oportunidades educativas y posteriormente profesionales.

 

Mientras sigan existiendo estos huecos en los proyectos de vida de las nuevas generaciones, no será posible contender ni mucho menos acortar las distancias para competir en el desarrollo nacional y sobresalir en el plano mundial al lado de los países más desarrollados.

 

Fortalecer la educación y aumentar la oferta profesional es la mejor inversión que un país puede hacer; todo inicia desde la concepción que el joven hace en su mente.

 

La pregunta es: ¿Estamos dispuestos a impulsar el liderazgo, así como a valorar y hacer valer las ideas de nuestros jóvenes?