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Del formato a las expectativas

El formato se reduce cuando no hay posibilidades de hacer preguntas que incomoden.

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Escrito en OPINIÓN el

La búsqueda de nuevos formatos de los gobiernos para acercarse con la sociedad pueden convertirse en una apuesta arriesgada si las expectativas de sus resultados son muy altas y no hay sustento claro para enfrentarlas o se cuidan tanto los detalles de producción que se pierde la frescura y la espontaneidad del encuentro ante el control total del ejercicio.

 

La historia de la llamada “comunicación gubernamental” electrónica en el país pasó durante varias décadas por aquellos interminables informes anuales del 1 de septiembre donde presidente ante el Congreso de la Unión que iniciaban con su desayuno, seguían con su llegada al recinto parlamentario, continuaban con su discurso, el desfile y besamanos de la clase política en turno y los inacabables comentarios de los presentadores favoritos para todos los televisores porque los televidentes habían abandonado el barco horas antes.

 

Esas costumbres han quedado en el pasado cuando se empezaban a animar las sesiones en el Palacio de San Lázaro y ahora es ya costumbre simplemente que un representante del Ejecutivo lleve el documento, los partidos presenten su valoración y se acabó.

 

Cualquier intento innovador se agradece, aunque el formato en sí,  no es garantía de transparencia, rendición de cuentas, información o al menos de un nexo posible con la ciudadanía.

 

El formato se reduce cuando no hay posibilidades de hacer preguntas que incomoden o al menos que reflejen la preocupación de los participantes como verdaderos representantes de los jóvenes que cotidianamente enfrentan ante múltiples retos, decisiones, expectativas, sueños y que en su mayoría chocan ante una contundente realidad que los limita o en el mejor de los casos al menos los cuestiona.

 

En el encuentro que sostuvo el presidente de México, con un grupo de jóvenes invitados, imperó más el eje de la innovación del ejercicio que el desarrollo del mismo. Pocas preguntas, la gran mayoría complacientes y muchos agradecimientos antes que preocupaciones. Con poca sustancia crítica y que merecieron respuestas en el mismo tono.

 

La reafirmación de las pautas del discurso frente a peticiones personales de apoyo paternalista antes que soluciones a los grandes cuestionamientos que cruzan a esa generación. Temas como la transparencia, la ética, las reformas, la incertidumbre sobre el futuro y las oportunidades laborales, las disputas binacionales, la economía que en el abordaje tangencial perdieron su dimensión central.

 

No se presentaron las grandes preguntas centrales que merecen una respuesta urgente y clara. Al no existir el cuestionamiento parece que no es necesario dar cuenta de los avances o de los retrocesos en un entorno de dudas, incertidumbres y muchos pendientes más que compromisos firmados ante la los representantes de la fe pública.

 

@elyoda1

@OpinionLSR

 

*Erick Fernández: Internacionalista y periodista. Coordinador de la licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Iberoamericana.