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De los riesgos de las reformas, al vértigo por el vértice

El viernes pasado me invitó Gustavo Madero, nuestro líder nacional panista, a acompañarlo a la ceremonia de promulgación de la reforma constitucional en materia político-electoral, que se produjo dentro de los acuerdos del Pacto. Aunque a algunos les cause extrañeza o no lo conciban dentro mi tarea, no soy afecto a la parafernalia del poder, especialmente la que envuelve a los Presidentes mexicanos. No procuré esa cercanía ni cuando Fox, ni cuando Calderón; y ahora menos con Peña

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Escrito en OPINIÓN el

Sin embargo fui este fin de semana al Alcazar del Castillo de Chapultepec, primero porque me lo pidió el Presidente de mi partido, pero también por una sensación de que asistiría a la última escenografía de lo que quedó del Pacto por México, o por lo menos de su consejo rector. Había estado en el acto inaugural de ese paso audaz, la firma, el 2 de diciembre de 2012 en ese mismo lugar; ocasión aquella en que Peña se acercó a saludar a los de primera fila, y ahí estaba yo entre ellos, invitado especial (todavía no se escuchaban mis críticas en el Senado). Me llamó la atención que Peña se dirigiera por mi nombre, nunca nos habíamos tratado personalmente. Pude intercambiar algunos comentarios con el Presidente y entre ellos una especie de admonición, le dije: "siendo Presidente usted ya se metió a la historia, pero si todo esto que acabamos de escuchar se cumple, usted se meterá de una manera singular". Recuerdo perfectamente su respuesta: "créame que no lo hago por protagonismo personal, estoy convencido que son reformas necesarias para México".

 
A 14 meses del Pacto y 18 de haberse incubado en la mente de sus promotores y principales negociadores, algunas de esas reformas se han concretado en el ámbito constitucional, están trazados los grandes conceptos en Telecomunicaciones, Competencia Económica, Transparencia, Reforma Política, Energía, expresión de una voluntad política y un esfuerzo de diálogo y consenso inéditos en México, pero como lo dijo Gustavo Madero en un espléndido discurso, lleno de franqueza y con una clara visión del momento actual, las reformas no están terminadas, son reformas vivas, en marcha, pues un alud de leyes secundarias están por venir y solamente éstas podrán confirmar si se honrará la palabra pactada, el espíritu de las reformas constitucionales. Sobre todo ahora, que como lo previmos, estamos en la culminación del Pacto por México, o mejor dicho, de su mesa central de negociación, pues esta desvencijada por la ausencia del PRD.
 
"Muchos podrán argumentar no se han logrado cumplir todos los 95 compromisos iniciales, ni los 11 del Adéndum - ha dicho Madero en su discurso -; pero nadie podrá negar que este espacio propició el mayor impulso reformador en muchas generaciones. Nunca las fuerzas políticas habían avanzado tanto, y como en ninguna época de México, un Presidente de la Republica ha tenido tanta disposición y cooperación de la oposición, como el Presidente Peña Nieto. Lo cual lo obliga a honrar su palabra y el espíritu de la reformas constitucionales en las leyes secundarias que están por venir".
 
Es que las leyes secundarias están al acecho de los poderes fácticos, quienes ahora ven más oportunidad de incorporar sus intereses toda vez que sólo se requiere de mayoría simple para aprobarlas. Realmente me dio mucho gusto que Gustavo Madero incorporara en su intervención dos aspectos que no podían quedar al margen de ese momento; por un lado la alerta sobre los riesgos en que se encuentra la legislación secundaria en el periodo ordinario de sesiones que se instaló ayer; y la necesidad de reconocer el esfuerzo plural que ha posibilitado las reformas. En mi artículo editorial del pasado martes para El Universal, advertí también de los peligros que se alzan ante una abultada agenda de reformas y el periodo tan corto que tenemos para procesarlas, lo he denominado "los riegos de la saturación".
 
Así lo ve también el jefe nacional del PAN: "Viene una etapa de grades oportunidades, pero también de riesgos... no debemos descartar que ahora que vamos a la legislación secundaria, volverán las resistencias de los agentes económicos y políticos afectados por las reformas, en un escenario de aprobaciones bajo la fórmula de la mayoría simple, es deber cuidar y honrar lo pactado e inscrito en la Constitución. Deben ensanchar la idea del Estado democrático, y no regresarle ni una coma a los intereses que se le oponen, o lo quieren reducir en su capacidad regulatoria".
 
Frente a ese escenario altamente probable, no puedo dejar de reconocer el importante mensaje que significa la rectificación planteada por el Presidente de la República en el tema de la causal de nulidad electoral relativa a la "compra" de cobertura informativa. Como lo expliqué ampliamente en este mismo espacio hace ya un mes, las Televisoras incorporaron - de la mano de sus personeros en las cámaras -, una modificación a la minuta de reforma electoral para cambiar la palabra "adquirir" por "comprar", lo cual es prácticamente imposible demostrar ante la autoridad electoral. Peña Nieto anunció que enviaría al Congreso una iniciativa para regresar al artículo 41 de la Constitución la palabra "adquirir". Gran mensaje de vuelta a los poderes fácticos, en una sola palabra.
 
Esta maniobra que será revertida - la denuncié con toda oportunidad en la tribuna del Senado- , se presenta como el más vivo ejemplo, enmarcado en una lógica de asalto dentro de las prisas y las sesiones nocturnas, de lo que pretenderán hacer los diputados y senadores comprometidos con los intereses estrictos.
 
Por eso también tiene razón Gustavo Madero cuando dice que "En este esfuerzo democratizador y reformador es indispensable la participación de la ciudadanía para acompañar, vigilar y exigir la transparencia y rendición de cuentas en las leyes y compromisos que se desprendan de estas reformas. De esto depende que concluyamos nuestra transición democrática y terminemos de desmantelar el sistema autoritario que tanto daño nos ha hecho".
 
Sin duda, el hecho más significativo del acto promulgatorio de la reforma política, fue el reclamo inteligente y directo que hizo Madero sobre la manera en que el PRI, y el Presidente que había ofrecido desterrar el "protagonismo personal", pretenden adjudicarse de manera exclusiva las reformas, a las que una y otra vez se habían opuesto, bloqueado.
 
"En un régimen presidencialista y en la cultura del vértigo por el vértice todos los créditos se concentran en un solo actor. Sin embargo no solo sería injusto sino altamente inconveniente para valorar el modelo de colaboración, el no reconocer que estas reformas no solo fueron posibles gracias a los votos de los partidos de oposición sino fundamentalmente gracias a sus ideas y sus propuestas".
 
Ese llamado de Gustavo Madero a Enrique Peña, es de un extraordinario valor político. El Presidencialismo mexicano está investido, además de sus amplias facultades constitucionales de señor y dador de vida, de protocolos imperiales y zalamería política y mediática que rápidamente sacan a los mandatarios del mundo de los mortales. Se lo dijo delante de una muy buena parte de la clase política, y para mi sorpresa, El Presidente entendió la frase.
 
Las distintas formas en que los gobernantes y los actores con poder público se marean, conducen al desequilibrio de las decisiones públicas y terminan arrostrando a las sociedades a pagar funestas consecuencias, algunas de ellas irreversibles. Está demostrado que en los momentos de mayor mareo personal, los Presidentes mexicanos han acometido sus peores excesos y emitido sus más absurdos decretos.
 
Esa descolocación del suelo en política, o esa percepción de que las cosas giran en torno de uno, con movimientos concéntricos, alejan en la tarea gubernativa la visión de largo plazo, imposibilitan aquilatar la pluralidad, se pierde la conciencia de la riqueza de la diversidad, terminan por distanciarse con el respetable público o cancelar definitivamente el vínculo de confianza con la gente. Hay una ausencia de la noción temporal del poder.
 
Inmejorable ejemplo de la zalamería, y la ausencia de visión de Estado, que fomentan el Vértigo por el Vértice y además lo sufre, es el Gobernador de Chihuahua, César Duarte. Precisamente a propósito de las reformas acaba de salir con otra de las muy suyas al llamar a los panistas de la entidad, "envidiosos". Sin noción de que el que gobierna ha de unir, y no sembrar la discordia, soltó el nuevo rico de mi estado: "la envidia es evidente, ante los resultados en reformas que ha mostrado el presidente de la República, Enrique Peña Nieto".
 
"Vamos a darle muy duro al embate, vamos a concientizar a los ciudadanos para que entiendan que México tienen un presidente que ha sabido afrentar los retos".
 
La expresión facciosa y caciquil, no puede ser más ilustrativa. Y eso también es zona de riesgo para las reformas por venir, los gobernadores como parte de los que enfrentan el duelo por la desaparición de los órganos electorales locales que manejan a su antojo.

@Javier_Corral