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Coordinadores de fin de semana

Semejante amalgama de coordinadores sólo puede conducir a la tormenta perfecta.

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Escrito en OPINIÓN el

Toda elección es un cultivo de intereses.

 

Veamos el caso en un municipio al interior del PRI. De entrada juegan los intereses del alcalde, suponiendo que sea del PRI, de los síndicos y de los regidores; se suman a ellos los del PRI municipal, los de los liderazgos sectoriales que él se expresen (obreros, campesinos, populares, jóvenes, mujeres, movimiento territorial, ejército y empresarios) y de los militantes distinguidos que en su territorio desplieguen su carrera.

 

Sobre ellos se expresan los intereses del PRI local con todas sus expresiones de corrientes y personalidades.

 

Le siguen los diputados locales y federales y los senadores.

 

Tras de ellos, los de los funcionarios locales y los federales con origen en el terruño.

 

Luego se forman los de los tiradores a candidatos a gobernador.

 

Finalmente se forman los del gobernador en funciones, los variopintos del CEN priísta y del propio Presidente de la República.

 

Ahora bien, todos los involucrados bailan en la telaraña que entre ellos construyen diariamente y que conocen a la perfección. Cada uno sabe hasta dónde puede brincar y hasta dónde caer, de suerte que en un perfecto caos logran una especie de concierto inestable pero viable.

 

Tal es el caso del Estado de México. En cada municipio, distrito local y en el estado mismo se libran batallas por espacios de poder que van de regidurías a gubernatura por las elecciones del año que entra.

 

Permanezcamos en el nivel municipal. En cada uno de ellos, los demonios andan sueltos, atendiendo exclusivamente al ámbito priísta y obviando el resto de intereses que también juegan: medios, iglesias, empresas, crimen organizado, sociedad civil, oposiciones, etcétera.

 

Bien, al interior del PRI, en cada municipio todos los días se despliegan acciones para posicionar y desposicionar a tiradores a los cargos de elección popular en juego. Corresponde al mejor interés del partido que estas acciones se orienten en términos no solamente civilizados, sino especialmente legales.

 

Difícil hacerlo cuando son intereses personales y de grupo los que están en juego, y más aún cuando en él se incluyen los apetitos de las diversas dirigencias partidistas involucradas.

 

Pues bien, ante todo ello y su difícil manejo, el gobierno de Peña Nieto suma a un jugador adicional. Por cada municipio ha nombrado a uno o varios funcionarios federales responsables de las elecciones en él. Algunos, como Francisco Guzmán, son oriundos o residentes del Estado, otros no.

 

A diferencia de la fauna priísta mexiquense que conoce terreno, reglas, mañas y jugadores, los funcionarios de Peña Nieto no necesariamente. Imagine Usted la dificultad de consensuar acciones y, peor aún, intereses, cuando por sobre las innumeras estructuras partidistas e intereses personales y grupales se suman funcionarios federales, en la mayoría de los casos ajenos y desconocidos a la política local y a los rejuegos del PRI local y nacional.

 

Puede que esté viendo moros con tranchetes, pero semejante amalgama de coordinadores sólo puede conducir a la tormenta perfecta.

 

¿Qué pasará cuando el encargado presidencial pise callos locales; qué cuando abrase causas contrarias a los cuadros territoriales que movilizan el voto; qué si restaña estrategias del PRI Local, enfrenta a éste con el Nacional o, incluso, abandera intereses contrarios al Gobernador en funciones o al candidato a Gobernador que resulte? ¿Qué cuando se niegue registro a un candidato por actos anticipados de campaña con cargo a un enviado presidencial?

 

Hace muchos años, los equipos del Programa de Solidaridad intentaban impulsar a gentes de sus afectos o intereses por sobre los liderazgos locales. En algunos casos lo lograban, eran años en que los gobernadores caían por quítame estas pulgas. En otros, no. En una ocasión, en Puebla, como siempre, intentaron imponer a los oradores que tomarían la palabra frente al presidente. En la noche el gobernador Piña Olaya los citó en su oficina y uno a uno les preguntó: ¿Usted es poblano, vive en el municipio, conoce sus problemas, sabe de sus grupos y conflictos?

 

Uno a uno fue contestando a cada pregunta.

 

Al final les preguntó en su conjunto: ¿Entonces cómo pueden venirnos a decir a los poblanos quiénes deben hablar por y de nosotros?

 

La mayoría guardó silencio, pero uno se atrevió a argumentar que Don Margarito en el municipio X no era buen orador. Piña Olaya le contestó que no se le escogió por Demóstenes, sino porque la gente lo quiere, le cree y lo sigue, aunque no sepa hablar en público.

 

Remató: Ustedes se van mañana; nosotros nos quedamos a recibir las mentadas de los liderazgos locales desplazados por sus designaciones y habremos de pagarlo en las urnas. ¿Es eso lo que buscan?

 

Nunca he creído que eso hubiera buscado, como tampoco lo creo ahora en el caso de los encargados de Peña Nieto, pero aún así creo que se equivocaban aquéllos y éste. La verdadera democracia se construye de la base a la cúspide, no al revés. Lo que se requiere no son coordinadores de fin de semana escoltados por el Gobernador y avituallados con despensas de SEDESOL y tarjetas de dinero (tan cuestionadas desde 2012), sino trabajo y tejido político cotidiano desde la base.

 

No faltará quien me diga que eso es lo que hacen estos personeros, pero se equivoca; lo que hacen es burdo clientelismo que envilece ciudadanía y democracia.

 

Y no sólo por las denuncias que ya llueven sobre la elección, sino por los efectos disruptivos que pueda causar al interior del ya de suyo descarrilado y descabezado PRI.

 

@LUISFARIASM

@OpinionLSR

 

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