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¿Conviene ser un presidente tuitero?

Por: José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

La fecha simbólica de los primeros 100 días de la presidencia de Donald #Trump generaron a nivel mundial una cantidad impresionante de análisis y opiniones. Uno de los temas más destacados fue el uso que ha hecho de Twitter como medio privilegiado de su estrategia de #ComunicaciónPolítica.

Para muchos, @realDonaldTrump es un presidente tuitero.

El presidente estadounidense se unió a esta red social desde marzo de 2009, le dio un uso particularmente controvertido durante la campaña y así se ha mantenido desde su toma de posesión.

En todo este tiempo ha publicado casi 34,800 tuits.

Con más de 29 millones 600 mil seguidores, Trump ha subido entre cuatro y cinco tuits diarios en promedio, de acuerdo con el recuento hecho por el USA Today.

“Los domingos han sido los días en que menos ha disparado”.

“Miércoles y viernes, los que más. Su récord está en el día de su toma de posesión, 20 de enero, 12 tuits. Sólo pasó dos días sin tuitear: el domingo 12 de marzo y el Sábado Santo.” (Pablo de Llano, @el_pais, 27 de abril de 2017).

En los medios tradicionales, sus tuits casi siempre son noticia.

A pesar de que hay muchos líderes de opinión que consideran inapropiado que le conceda tanta importancia a la red social, el presidente se ha mantenido firme en su decisión porque sabe el efecto que logran sus mensajes en el nuevo ecosistema de comunicación internacional.

La cuenta oficial (@potus) la ha dejado en segundo término.

Como si la figura del Presidente y la personal representaran a dos personas diferentes, Trump sabe que el modelo definido le permite cumplir en forma más efectiva con sus objetivos, a pesar de que en el terreno práctico no se haya traducido aún en la popularidad que tal vez esperaba.

Twitter ha reforzado su fama y posicionamiento.

Pero de muy poco le ha servido para subir los niveles de aprobación ciudadana o la confianza en algunos medios influyentes, con los cuales vive una situación de conflicto cuyas características lo hacen ver provocador, emocional e irreflexivo.

Para @realDonaldTrump, Twitter es otro campo de batalla.

En éste se enfrenta, entre otros, a su antecesor @BarackObama, a algunos integrantes del Poder Judicial y a los líderes o gobiernos de otros países. El valor y la fuerza que le ha concedido al medio ha desplazado en distintos momentos a los que tenía la oficina del Vocero de la Presidencia.

El lenguaje duro o incendiario es el predominante.

Por eso hay quienes aseguran que no lo respalda una estrategia, que su proceder es equivocado ante la irracionalidad de varios de sus mensajes y que su comunicación en la red social no corresponde con la investidura del líder del “país más poderoso del mundo”.

Sin embargo, @realDonaldTrump se mantiene firme.

¿De qué otra forma podría ser si en todo momento ha demostrado que su personalidad está muy lejos de los parámetros convencionales en el ejercicio del poder? ¿Qué otras opciones tendría si al conjunto de medios tradicionales —con los que mantiene serias diferencias— los ha llegado a considerar como “los enemigos del pueblo estadounidense”, contra los cuales “hay que pelear”?

Trump tal vez se equivocó con su #Estrategia, pero la tiene.

Basta con revisar los contenidos, la frecuencia, el estilo, la clara identificación de las hiperaudiencias a las que se dirige y los adversarios con quienes se enfrenta en este espacio para poder deducir, con toda seguridad, que no está improvisando.

Gobernar es también comunicar.

Y si algo ha hecho Trump es privilegiar su contacto a través de todos los medios posibles. Sin embargo, en sus primeros cien días no lo ha logrado con la eficacia deseable para él y el equipo que lo acompaña.

No ha sido un problema de recursos ni de falta de asesoría.

Los tiene de sobra. Tampoco ha sido por desconocimiento de qué es o de cómo funciona el ecosistema comunicacional. Hay profesionalismo y técnica avanzada en el timing y en las características de cada mensaje que emite. Es difícil pensar que no sepa el alcance de sus provocaciones o la intención de desviar la atención sobre temas o asuntos que le incomodan.

El problema de fondo está en otro lado y debe investigarlo.

Para empezar, es preciso comprender que las sociedades aprueban o desaprueban principalmente por los resultados que generan las y los gobernantes con sus acciones, con el cumplimiento de sus promesas y con la cercanía que perciban en su desempeño cotidiano.

La #ComunicaciónPolítica es y seguirá siendo solo el medio.

Para que sea efectiva y genere los puntos positivos que se esperan de ella, no basta con entender los códigos y lenguajes que caracterizan a los nuevos medios. Tengamos siempre presente que, en política, los hechos concretos y tangibles seguirán siendo el indicador de mayor peso para la ciudadanía.

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