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Conmemoraciones. Hoy sólo una pregunta…

Algunas organizaciones y personas optaron por la vía armada para cambiar el estado de cosas del país.

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Escrito en OPINIÓN el

Esta semana se conmemoró el cincuenta aniversario del ataque al cuartel Madera, en Ciudad Madera, Chihuahua, por el grupo comandado por Arturo Gámiz García (1940). Podría pensarse que es una efeméride más entre tantas otras y seguramente todavía despertará enconos en aquellos que ven afectados sus intereses por las acciones, con las que se  puede o no estar de acuerdo, de aquellos que consideraron que no había alternativas democráticas en el país, con mucha razón.

 

Con ese ataque podemos decir que se inicia la etapa de la lucha armada en pos de la trasformación social en México y fue, además, una respuesta a las acciones del gobierno priísta de los años sesenta, que lo mismo reprimió la lucha de los maestros, la de los médicos, que intervino y atacó las universidades (Sonora y Michoacán, por ejemplo) y fue responsable del asesinato de Rubén Jaramillo, [dirigente de la revolución agraria en Morelos, continuador de la lucha de Emiliano Zapata], junto con su esposa y sus tres hijos, en el año de 1962, muy cerca de Xochicalco.

 

La lucha del grupo de Arturo Gámiz, de su hermano y del doctor Pablo Gómez Ramírez, por citar algunos de los participantes, fue consecuencia directa de las acciones del gobernador del estado de Chihuahua, general Práxedes Giner Durán, quien reprimió a las organizaciones campesinas que actuaban de forma legal en busca de reivindicaciones agrarias.

 

Las opciones

A partir de esa fecha, 23 de septiembre de 1965, algunas organizaciones y personas optaron por la vía armada para cambiar el estado de cosas del país. La lucha creció y en los años setenta los diversos grupos que actuaron sobre esa base fueron reprimidos con saña inaudita por la Brigada Blanca, grupo creado por el Estado mexicano.

 

Muchos murieron, muchos se integraron a la lucha pacífica en busca de mejores condiciones sociales. Esta es la historia reciente, una historia de nuestra época y que no está siendo contada por los vencedores. Las consecuencias deben ser objeto de análisis, asunto que trasciende el objetivo de este artículo.

 

El porqué

Lo traigo a cuento porque pareciera que el mes de septiembre es propicio para las acciones contra la sociedad y un ejemplo muy próximo es que este fin de semana se conmemora un año del ataque a los estudiantes de Ayotzinapa. La lucha, la rebeldía de los jóvenes de la Normal Rural (más allá de la toma de camiones) se inscribe dentro de la legalidad y exige, por supuesto, otras formas en las relaciones sociales, en las condiciones de trabajo y en las formas de vida. “Para todos, todo”, dicen los zapatistas, como un grito de lucha, simple justicia.

 

Es de lamentar que se dictamine una “verdad histórica” y se insista en ella ante el cúmulo de contradicciones, falta de cuidado y opacidad de los responsables de la investigación y que se proponga ahora un tercer “peritaje”, en una grosera respuesta a la profesionalidad del grupo de expertos y a los padres de los jóvenes desaparecidos (me niego a nombrarlos de otra forma) que a un año y con pleno derecho reclaman la aparición de sus hijos y la entrega de pruebas contundentes y no falsedades y evasiones. Grave es que con toda la soberbia el poder considere que deben ir a pedirle información y no como debería de ser: Que el Ejecutivo dé cuenta real y objetiva de las acciones realizadas por sus subalternos, reconocer los yerros y aceptar la participación de una unidad especializada, que abordaría el asunto en sus dos vertientes: La ubicación de los desaparecidos y el castigo a los responsables; absurdo que el grupo de expertos pueda estar ya por sólo seis meses más.

 

De pilón…

Cincuenta años se dicen pronto pero hay que imaginarse todo lo que implica experimentar una guerra que dure ese tiempo. Son cuando menos dos generaciones de colombianos los que han vivido en esa situación. Hoy, en un trabajo fino, de mucho cuidado, de mucha precaución, el ejecutivo colombiano y el jefe de las FARC han avanzado sustancialmente en los acuerdos de paz que traerán, a no querer, un desarrollo importante para ese país hermano.

 

Ejemplo de trabajo callado, de tomar en cuenta muchas opiniones, de considerar muchísimas cosas buscando lo que une y no lo que separa, para acabar con la lucha armada, por un lado, y con las acciones paramilitares y de represión, por otra. Cincuenta años que han enseñado a los colombianos a negociar, a ceder, a pactar acuerdos con claridad, y sobre todo a reconocer al otro; negociaciones siempre al filo de la navaja, con muchos enemigos escondidos, responsables de que la lucha continuara: Esos señores de cuello blanco, los barones de la guerra, que ven peligrar sus canonjías y que desde sus torres y fincas promovieron a los paramilitares. Felicidades y celebremos por un acuerdo al más alto nivel, el inicio del proceso de pacificación. Seis meses más, ya pronto.

 

¿Y nosotros?

 

Nosotros no podemos pues está claro que no sabemos quién es el interlocutor con la sociedad. Mientras tanto: ¡Vivos los llevaron, vivos los queremos! Sería un comienzo…

 

Facebook: carlos.anayarosique

Twitter: @anayacar

 

(Obviedades es un ejercicio de reflexión que comparto con mucho gusto no para que estén de acuerdo sino para hacer conciencia de las contradicciones de un régimen… que puede ser cualquier  régimen, no importa el partido, por supuesto)