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¿Cómo romper el piso de la contaminación atmosférica?

Lo que debemos hacer es disminuir el enorme consumo de combustibles de los vehículos de combustión interna.

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Escrito en OPINIÓN el

Así como en otros ámbitos se habla de la necesidad de romper el techo de cristal, en materia de contaminación atmosférica necesitamos romper el piso con el que hemos estado chocando durante al menos una década en el Valle de México. En ambos casos el reto no es tanto modificar las tendencias de los factores que mantienen el status quo, sino lograr que ciertas variables estructurales empiecen a incidir y determinar con mayor fuerza el desempeño del fenómeno que nos interesa. Sólo así se pueden romper pisos y techos para que ambas situaciones mejoren significativamente.

 

Tomemos el caso del ozono para explicar lo que hemos estado observando con la contaminación atmosférica. Durante la década de los 90 y los primeros años de los 2000, las concentraciones de ozono, ya sea medidas como promedios o como valores máximos, presentaron una clara tendencia a la baja. Las medidas aplicadas ofrecían mucho margen de maniobra y resultaban eficaces. Sin embargo, desde los años 2004-2005 las concentraciones se han mantenido dentro de rangos muy similares a lo largo de los años. Se dio una clara modificación de la tendencia: en el primer periodo mencionado se apreciaba una tendencia a la baja, pero desde los años 2004-2005 a la fecha la tendencia cambió y ahora es horizontal. Es decir, hemos tocado piso y llevamos más de diez años estacionados sin poder romperlo.

 

Si bien hemos identificado muchas razones que ayudan a explicar el por qué de esta situación, hay un aspecto que explica por sí mismo una buena parte del problema: la estructura urbana y la organización espacial de las actividades que se realizan en la ciudad. Como explicamos y demostramos con cálculos de entropía urbana en el Proaire 2011-2020, la estructura metropolitana es altamente dispersa y extendida. En términos de población y empleo, esto implica la conformación de una plataforma de orígenes y destinos que genera un número colosal de viajes para el movimiento de personas y mercancías, con grandes distancias promedio de recorrido. En términos de densidades de población y de empleo, se demostró que existe una dispersión más bien homogénea de dichas densidades, lo cual es característico de una estructura urbana de inmuebles bajos con poca intensidad de usos de suelo.

 

Las implicaciones ambientales, económicas y sociales de esta forma mexicana de hacer ciudades ya las hemos mencionado en otras entregas. Económicamente hablando, los costos de todas las actividades económicas se incrementan, lo cual sube los precios, reduce el poder adquisitivo de la población y merma tanto la productividad como la competitividad de la ciudad. Socialmente hablando, se intensifica la inequidad en aspectos como el acceso a bienes y servicios públicos, y se prolonga el desempleo de los estratos socioeconómicos más bajos. Ambientalmente hablando, el tema en esta ocasión es el de la calidad del aire, aunque también hay efectos negativos al menos sobre el manejo del agua potable, de las aguas residuales, el manejo de residuos, el ruido y la estética urbana.

 

Volviendo al tema de la calidad del aire, la estructura urbana es una de las variables estructurales sobre las que hay que incidir si es que queremos romper el piso de la contaminación atmosférica. La idea general es ir modificando la plataforma de orígenes y destinos de los viajes megalopolitanos para reducir tanto el número de viajes como las distancias recorridas, y con ello lograr que disminuya el consumo de combustibles y consecuentemente la emisión de contaminantes atmosféricos. Está muy bien hacer más estrictas las normas de emisiones vehiculares, la verificación, las normas de emisiones industriales, mejor diesel y mejor gasolina entre otras tantas cosas, pero el piso no se romperá si no disminuimos el enorme consumo de combustibles de los vehículos de combustión interna.

 

El alud de quejas y de inconformidades sociales sobre las complicaciones de la vida en la ciudad ha hecho que las autoridades del sector empiecen a hablar de la necesidad de cambiar “el orden urbano”, lo malo es que generalmente no saben qué hacer ni cómo modificarlo. Este clima de confusión y la reaparición de contingencias atmosféricas puede ser una gran oportunidad para que el sector ambiental levante la mano y empiece a proponer cómo mejorar la estructura de las ciudades con base en criterios ambientales. Ojalá y ésta fuese una de las oportunidades bien aprovechadas de esta coyuntura.

 

@lmf_Aequum 

@OpinionLSR