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Cerati: Gracias por venir

Los minutos eran crueles. Las horas mortificantes. Durante los momentos de desvelo, sobre él pendía inexorablemente la mano del tiempo, la cual no dudaba en estrujarlo. Le sonreía, lo retorcía y lo dejaba vivir. Qué gran maldad puede encubrir la prolongación de una vida. Markus Zusak, The Book Thief

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Escrito en OPINIÓN el

 

Cuando ocurrió la muerte de Cerati  recibí un mail de mi querida jefa editorial aquí en LSR  para preguntarme si me interesaría escribir sobre el deceso de  uno de los grandes iconos del rock  en español y símbolo generacional para todos aquellos que rondamos el tercer y cuarto piso de la vida. El título original que pensamos era algo así como “Cerati: soundtrack de una generación”… pero en unas horas entendí que no era adecuado.

No es que la música que creó con su legendaria banda Soda Stereo haya perdido su fuerza o calidad con los años. O que no sigan moviendo los recuerdos ciertos acordes de su música, o que ya en solitario redujera su genialidad y atrevimiento al explorar su propia creatividad. El hecho es que, para mí, dejar a Cerati en una simple banda sonora de una generación es dejar de lado la personal relación que construimos por décadas sin tener que conocernos nunca.

 

A Gustavo yo lo conocí de una forma poco original, en una fiesta de la secundaria donde alguien trajo un acetato de un grupo que nos dejó pasmados a más de uno, el disco se titulaba Nada Personal. Pero mi relación no quedó en pura idolatría. Ni siquiera porque en esa época de boom de rock en español todos nos dividíamos en los fanáticos de Soda o Caifanes, haciendo nuestra versión de la discusión que una generación antes comparaba a las Beatles y los Stones en una competencia sin sentido.

 

Cerati se volvió mi amigo íntimo cuando asistí a mi primer  masivo en la sultana del norte, un concierto en el que sabíamos los dos que las bromas, las canciones y dedicatorias  compartidas con otros miles de personas eran, en realidad, parte de nuestra relación de amigos.

 

¿Y cómo no iba a ser su amigo? Pacifista como yo, le tocó el horror de ver partir amigos a las Malvinas para no volver, en nombre de una idea tan estúpida como la de defender el honor nacional matando a tu gente. Además juntos pudimos ver el giro internacional y el auge que a finales de la década de los ochenta y principio de los noventa vivió el llamado Rock en Español,  movimiento musical que separó a mi generación de la de mis hermanos mayores y donde descubrimos que era mentira eso de que “el rock de verdad se canta en inglés”.

 

Además, él se empeñó en mantenerse presente en mi vida, lanzando temas y discos siempre certeros a los sucesos que desfilaban a través del escenario de mi vida. Música Ligera, cuando la vida era una sucesión de amores fugaces; Puente, cuando la vida me obligaba a dejar cosa atrás; Zoom, en un momento donde la experimentación y la falta de reglas era la regla; el dueto con la negra Sosa cantando  Zona de Promesas en una época de melancólica transición, y muchas más.

 

Pero la mayor y más entrañable de las intromisiones de Cerati en mi vida ocurrió cuando conocí a mi esposa, argentina como él. Un mail titulado Té para Tres llegó hace más de una década a mi correo, un mail donde me presentaron a la mujer de mi vida, un mail que desembocó en la magia de ser padres de trillizos, un té par tres para el resto de mi vida,  y que llevaba impreso un guiño genial de Gustavo, mi ya entonces hermano del alma.

 

Es cierto que pude haber respetado el acuerdo con mi editora de LSR y dedicarme a hablar del líder de la banda más importante del rock hispanohablante. Pude haber abordado su variada discografía solista, en especial el pequeño tesoro que es Once Episodios Sinfónicos. También pudimos jugar a la cábala y relacionar el hecho de que su despedida más famosa (Gracias…. ¡totales!) la pronunció hace diecisiete años en el mismo mes que decidió despedirse de este mundo de forma definitiva. De igual forma hubiera sido correcto abordar la evolución de Cerati de ser “un guitarrista rítmico y sencillo” (como alguna vez se describió) al aventurado experimentador musical que fue en su etapa final.

 

Todo eso era correcto periodísticamente, pero hubiera dejado de lado el hecho de que hace cuatro años me dolió en el alma saber que  uno de mis mejores amigos desconocidos había caído en un súbito coma, en un limbo donde sus horas desaparecían y le prolongaban de manera cruel su vida, hasta que decidió ya no más el pasado jueves 4 de septiembre.

 

A Cerati, había que escribirle una columna sentida, emocional, visceral. Pero sobre todas las cosas una columna agradecida por los momentos que me ayudó a construir a lo largo de casi 20 años de andanzas compartidas.

 

Ahora llega el momento de hacer el duelo por el músico, el genio, el amigo lejano que siempre estaba presente. Y la mejor forma de hacerlo es con sus propias palabras…

 

Cruza al amor.
Yo cruzare los dedos...

...Y, gracias por venir.
¡Gracias, porvenir! (Bis)

Adorable puente...

Cruza al amor...
...cruza al amor por el puente.

Usa al amor...
Usa al amor como un puente
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G. Cerati

 

eduardohiguerabonfil@gmail.com

@HigueraB