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¿Campañas violentas o propositivas?

La contienda en #EU confirma y ejemplifica un nuevo paradigma de la #ComunicaciónPolítica moderna.

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Escrito en OPINIÓN el

El tono violento que han adquirido las campañas políticas durante los últimos años llevó a las propuestas de los candidatos a un nivel secundario. Lo que predomina hoy es el ataque, la acusación, el insulto, la amenaza y la descalificación.

 

 Las campañas negras se han afianzado.

 

El fenómeno se da en la mayoría de los países democráticos. La contienda en Estados Unidos confirma y ejemplifica un nuevo paradigma de la #ComunicaciónPolítica moderna, al que no estamos ajenos.

 

La tendencia parece irreversible.

 

Desde 2006, el conflicto en las campañas se ha ido endureciendo por la alternancia de los partidos en las posiciones de mayor poder. También como consecuencia del nuevo modelo de comunicación que surgió con las #RedesSociales.

 

Para algunos, ganar no es suficiente.

 

Hay que aniquilar al adversario. O por lo menos desterrarlo, sacarlo de la política, desacreditarlo, dañarlo, minimizar sus capacidades de maniobra y ámbitos de influencia. Y, por qué no, meterlo a la cárcel.

 

Es la lucha del todo por el todo.

 

Las batallas se libran en todos los frentes. Se dan entre los partidos y dentro de los partidos. Los medios tradicionales y los digitales son el escenario propicio donde se montan los innumerables escándalos.

 

La #Corrupción es un tema dominante.

 

Con tal de ganar, ciertos partidos y candidatos pretenden erigirse en ministerios públicos y jueces. Presentan lo mismo presunciones o pruebas, poniendo muchas veces en riesgo el debido proceso. Las consecuencias no importan.

 

Además, realizan grabaciones ilegales.

 

Las filtran a quienes más convenga. Los medios que las reciben no pueden eludir la oportunidad que representan por su carácter noticioso. La ciudadanía —de manera paradójica y contraria a lo que dicen las encuestas— les presta especial atención.

 

Es imposible ignorar este tipo de mensajes.

 

Luego de las elecciones de junio pasado, se aceleró la disputa por la Presidencia de la República para el 2018. Aunque los tiempos formales de esa contienda están lejanos, la mayoría de los interesados ya están en campaña.

 

Muchos aspirantes se mantienen activos y visibles.

 

Quien no se mueva, tal vez no salga. Y tienen razón. Por eso aceleran el paso. Se montan en la agenda pública nacional y, cuando se puede, en la internacional. Sin embargo, los proyectos y propuestas no se comunican con nitidez, aunque la teoría y la práctica demuestren que hacen mucha falta.

 

El estilo rudo se mantiene.

 

Está demostrado que cuando existen razones o evidencias para desenmascarar la corrupción  —de quien sea— es algo positivo para la democracia y el sistema político. Pero no hay que olvidar los equilibrios y contrapesos que exige una campaña eficaz y que, al mismo tiempo,  inspire confianza.

 

De hecho, la ciudadanía no debe preocuparse.

 

Mucho menos asustarse. El problema principal está en que se sigan confundiendo los significados de la campaña negra con la negativa. Como he sostenido en ocasiones anteriores, esta última es indispensable, ya que nos permite conocer mejor a los aspirantes a cualquier cargo de elección popular.

 

Aún más, el contraste legítimo es indispensable.

 

Pero si las acciones denostativas o violentas tienen el mayor peso, las consecuencias para el país pueden ser de alto riesgo pues afectan la economía y la confianza en las autoridades.

 

A estas alturas, un cambio parece imposible.

 

Con la legislación electoral actual, con la imposibilidad de ir a una segunda vuelta, con la dispersión del voto que podrían generar las #CandidaturasIndependientes y con el poco valor que ciertos personajes de gran poder conceden a la #Estrategia política integral, el futuro no pinta bien.

 

Se vislumbra un escenario de gran tensión.

 

La ruta de solución que se necesita no elude el conflicto. Por el contrario. Cuando no hay confrontación se reducen las posibilidades de diseñar y operar una campaña exitosa. Lo que se requiere es revisar los modelos de #ImagenPública y #ComunicaciónPolítica hasta corregir la perversión del modelo actual.

 

Por el bien del país, es lo deseable y sí es posible.

 

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