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Cacería en la ciudad

Al pasear en un parque puedes encontrarte con un monstruo y capturarlo.

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Escrito en OPINIÓN el

Cada vez será más recurrente observar en las calles de nuestras ciudades a multitudes corriendo de un lugar a otro. No serán audiencias que asisten a un concierto, ni mucho menos manifestantes inconformes. Un ojo lo tendrán puesto en las pantallas de sus teléfonos y, con suerte, el otro en el mundo que les rodea.

 

Estas tropas urbanas estarán conformadas por entrenadores de los llamados monstruos de bolsillo. Nintendo acaba de lanzar Pokemon Go, un videojuego que está provocando algo inédito: que los gamers se levanten del sofá de sus casas y salgan a las calles a practicar su pasatiempo favorito. Pikachu y compañía son personajes animados que se popularizaron en la década de los noventa y que se han reinventado para incursionar en los videojuegos de realidad aumentada.

 

Esta innovación tecnológica se caracteriza por superponer en una pantalla diferentes elementos virtuales, como pueden ser dibujos animados,sobre el entorno físico en tiempo real. Así, con ayuda de la geolocalización y de la cámara del celular, al pasear en un parque puedes encontrarte con un monstruo y capturarlo.

 

En los pocos días que tiene de haberse lanzado en Estados Unidos, Pokemon Go desbancó a Facebook y a Snapchat en el promedio de tiempo que los usuarios de telefonía móvil le dedican al día. Compite con Twitter en número de usuarios activos. En los últimos días ha sido descargado más veces que Tinder, la aplicación de citas en línea, lo cual nos hace suponer que los cibernautas han pasado de perseguir ligues a perseguir monstruos.

 

El nivel de incomprensión es tal, que algunas autoridades se sienten amenazadas y reaccionan virulentamente. La casta clerical de Arabia Saudita publicó un edicto para prohibir el videojuego, pues según ellos aparecen símbolos que evocan al judaísmo, el politeísmo y la masonería. Más que una realidad aumentada, estos ultraconservadores adulteran la realidad con sus dogmas. 

 

La euforia provocada por el lanzamiento de este juego coloca a las sociedades contemporáneas ante un debate ineludible: ¿De qué modo las nuevas tecnologías están modificando la manera en que convivimos entre nosotros e interactuamos con nuestro entorno?

 

En las redes sociales la conversación arrancó con posturas sumamente discrepantes. Hay quienes no están preocupados por los efectos de este videojuego. Por lo contrario, sostienen que es una invitación para regresar al espacio público. Saliendo de cacería en la ciudad, las personas conocerán lugares insospechados mientras conviven y se divierten. De este modo, dicha tecnología estaría facilitando el surgimiento de nuevos vínculos sociales y amistades.

 

Para ellos, Pokemon Go es un pasatiempo en el que confluyen personas de distintos estratos sociales, un espacio mitad físico y mitad virtual, en el que chicos y grandes se están encontrando. Porque hay que decirlo: más de un treintón está entusiasmado por revivir a través del juego alguna faceta de su infancia. Quienes ya son papás tienen en sus hijos el pretexto ideal para bajar la aplicación (aunque luego no le suelten el teléfono al niño). Pero no faltará el adultescente que no tenga hijos y entonces justifique que la descargó para hacer un poco de ejercicio y bajar de peso.

 

En contraparte, los detractores ven con pavor lo que califican como un nuevo tipo de enajenación no imaginable siquiera para la ciencia ficción de Stanley Kubrick. Para este bando, Pokemon Go representa la cúspide del aburrimiento de una sociedad que ya no sabe qué hacer con su tiempo libre.

 

Un vecinó irritado por los entrenadores que se saltaban la barda de su jardín para atrapar a su presa digital colocó un letrero en la entrada de su casa: Esto es lo más estúpido que me ha tocado vivir, y vaya que he pasado por la coreografía de Macarena y las dos presidencias de George W. Bush. Aconseja a los gamers a ir al bar de la esquina, tomarse con calma una cerveza, buscarse una vida y reconsiderar seriamente sus decisiones. El mensaje se viralizó en las redes, con lo cual el vecino anónimo se convirtió en el paladín de los haters del Pokemon Go.

 

Una consecuencia de tecnologías como la realidad aumentada es que está provocando que perdamos la capacidad de poner atención profunda, de mirar el esplendor de un atardecer y rendirnos ante el asombro. Antes de entrar en estado contemplativo, es un deber snapchatear, añadir algún efecto facial y compartir el momento en las redes. Antes de adentrarse en el ambiente caótico de la ciudad y percibir sus ruidos y sus olores, habrá que estar checando el smartphone para ver si en el camino se cruza un monstruo de bolsillo. De manera inconsciente y acrítica hay una claudicación generalizada ante el designio de los desarrolladores de apps, quienes son capaces de modificar hábitos y conductas de sus usuarios.

 

Como sostiene el filósofo Byung-Chul Han, la cultura y los mayores logros de la humanidad han requerido un entorno en el que la atención profunda fuera posible. En nuestros tiempos, la mirada pausada y la calma están siendo reemplazadas por la atención dispersa, la cual se caracteriza por el acelerado cambio de foco entre diferentes tareas, fuentes de información y procesos.  La paradoja es que al pretender hacer varias cosas a la vez, el sujeto del rendimiento no concreta ninguna. La pretensión del multitasking ha conducido a la fatiga de multitudes.

 

La realidad aumentada ofrece estímulos digitales en dosis cada vez más intensas. Acaso sea una fuga –aunque sea momentánea– del hastío y el miedo de individuos que viven en situaciones cada vez más inciertas. Antes, dice un meme con nostálgica ironía, para aumentar la realidad la gente no se complicaba la vida: consumía drogas.

 

El bombardeo de mercadotecnia invasiva y de tecnologías perecederas cuyos sucesores prometen experiencias más intensas, pretenden generar consumidores adictos a estímulos digitales. Como en una relación con los dealers, las primeras dosis son gratuitas, pero las que siguen tienen un costo. Así lo advierte la tienda virtual del iPhone: “Descarga gratuita. Ofrece compras dentro de la app”.

 

Lo que Pokemon Go ha suscitado en unos, entre los que me incluyo, es estupefacción. Y eso que la realidad aumentada y la realidad virtual apenas van comenzando. De ahí el impulso de adentrarse un poco en el tema y tratar de comprender de qué va todo esto. Aunque a fin de cuentas, no es para tanto. Es sólo un juego. ¿O no?

 

@EncinasN

@OpinionLSR

 

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