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Baltimore

La discriminación, las crisis económicas, la violencia, el crimen, no se acaban por decreto o porque existan leyes que así lo indiquen.

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Escrito en OPINIÓN el

Parece que no pasa de moda y que el tema sigue dando para mucho más. La enorme diferencia racial en los Estados Unidos no tiene un fin claro y sigue dando de qué hablar. Durante la semana pasada en la ciudad de Baltimore (situada en el estado de Maryland, en el Noreste de los Estados Unidos) se registró una serie de protestas violentas en contra de la muerte de Freddie Gray, un joven afroamericano de 25 años. El caso parece ser similar al de otras ciudades, en circunstancias muy similares. Pero vamos por partes.

 

¿Qué sucedió en Baltimore? Para entender un poco más lo acontecido, Baltimore se encuentra a menos de una hora en automóvil de Washington DC y es uno de los puertos más importantes del Atlántico para Estados Unidos. Es una localidad con una población elevada de personas cuyo perfil racial se ubica entre los afroamericanos. En la ocasión que nos ocupa, la policía local detuvo al joven Gray y –esposado– lo subió a una camioneta (una “van” para ser precisos). Mientras eso sucedió y en tanto Gray estuvo en custodia de la policía, falleció por diversas lesiones (es decir, por negligencia). Esto ocasionó una serie de protestas masivas, en las cuales, la población de origen afroamericano se vio envuelta en una serie de disturbios, en los que acabaron por cometer diversos actos vandálicos en una buena parte de la ciudad.

 

Pero para entrar a fondo y como lo decía al principio, lo sucedido en la ciudad de Baltimore no se trata de un hecho aislado y esta es la cuarta o quinta ocasión en que he escrito un artículo similar, narrando esta problemática que sigue vigente en los Estados Unidos. Por supuesto que este problema es algo que tiene que ver directamente con el racismo imperante en la sociedad estadounidense, y que también toca importantes puntos sobre los protocolos de conducción de la policía y el uso de la fuerza por parte de ésta.

 

No obstante creo que va mucho más allá y el análisis que debemos hacer tiene alcances mucho más profundos que una serie de acciones procedimentales. ¿Baltimore es solamente un pretexto para vandalizar patrullas de la policía? ¿Es el racismo y el abuso policial la causa de todos los males que suceden entre “blancos y afroamericanos” en los Estados Unidos? ¿Se justifica la violencia para combatir a la violencia? ¿Es la discriminación una moneda de cambio? Yo creo que la respuesta a todas las preguntas anteriores es “no”.

 

Y trataré de explicarme: Una de las causas que generan estos problemas de disturbio público, de discriminación, de violencia, es precisamente la de “gobernar en papel”. Nadie puede dictar los parámetros que las personas deben seguir para actuar o conducirse, porque acabarán por fracasar. Si alguien pretende cambiar el “status quo”, debe empezar a cambiar las raíces del pensamiento y cultura de las personas que se comportan de esa manera. No hay que eliminar el racismo por ley, acabar con la inseguridad por decreto o evitar la violencia en el discurso; se requiere que las personas, los ciudadanos y los políticos dejen de pensar de esa forma para dar paso a nuevos parámetros.

 

Aunque en Estados Unidos la discriminación se supone que ya no existe, la verdad es que sigue existiendo de manera subrepticia. Quizá sea políticamente incorrecto decirlo, o expresarlo, pero en la más mínima oportunidad, es un tema que surge de manera recurrente y no parece haberse terminado por “decreto”.

 

La discriminación, las crisis económicas, la violencia, el crimen, no se acaban por decreto o porque existan leyes que así lo indiquen. Ese sería el error más común. Todo lo anterior termina porque hay un cambio cultural en la manera de pensar de una población, una ciudad o un país. El reto de un gobernante no es el de “pasar leyes” en el Congreso, o de generar “acuerdos políticos”. Por supuesto que sí, en un sentido pragmático, pero no en el largo plazo. Si un gobernante realmente quiere transformar a una sociedad, debe gobernar para que ese cambio exista en la cultura, en el pensamiento y en la escala de valores, y no sólo en la ley.

 

Las normas y la cultura de la legalidad son un primer paso absolutamente necesario e indispensable para que esto suceda, pero debe seguirle un cambio de raíz. De otra manera, seguiremos hablando e insistiendo que “el racismo ya no existe”, pero en la práctica, habrá muchos casos más como el de Freddie Gray. Y esa una lección que México debe aprender, pues la discriminación en nuestro país es de clase y tiene que ver con la desigualdad que, en última instancia, genera violencia. Allí la diferencia entre gobernar y administrar. Mientras la primera transforma, la segunda solamente nos “saca del paso”.

 

@fedeling