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Arnaldo Córdova

La muerte de Arnaldo Córdova cierra el ciclo del hombre y abre el tiempo de sus obras, su pensamiento y el de sus alumnos.

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Escrito en OPINIÓN el

 

No puedo dejar de narrar en esta entrega la intensa relación y las extraordinarias discusiones con Arnaldo cuando fue invitado por la Universidad Autónoma de Zacatecas para participar en la Maestría en Desarrollo Regional con la Cátedra el “Desarrollo Municipal”.

Las discusiones se dieron acompañadas de un buen vino tinto, un rico  mezcal o un whisky; Arnaldo era una persona de gustos refinados, con juicios directos e intransigentes, de un rigor científico a toda prueba.

A él se le podía debatir sólo con las pruebas y las fuentes en la mano. Él no las necesitaba, las traía en la memoria.

Recuerdo aquella tarde de tertulia en la que el mezcal zacatecano fue abundante, teníamos el compromiso de una clase de la Maestría en la UAZ, de la cual yo era  coordinador, y lo único que se me ocurrió, fue darle una taza con tres cargadas cucharadas de Nescafé y sentarlo frente al grupo, esa tarde presencié una de las mejores conferencias magistrales que he escuchado en mi vida.

Sentí un gran pesar el martes al enterarme de su muerte, vaya desde aquí mi solidaridad con sus hijos Lorenzo y Paola. Arnaldo fue un hombre honesto e intelectual exigente, que llevó a la acción su trabajo analítico, sin confundir jamás la amistad con sus ideas.

En un medio político cada vez más alejado de las ideas, donde la superficialidad y el pragmatismo se asumen como moneda de uso común, la obra de Arnaldo Córdova, hombre recto, consecuente con sus ideas, de trato duro, ofrece a quien la busca con seriedad, pistas para entender la historia política mexicana moderna”, aseguró Rolando Cordera.

Arnaldo Córdova estudió la preparatoria en Michoacán y obtuvo el título de Derecho en la Universidad de San Nicolás de ese estado, en donde estudió apasionadamente a los clásicos de la historiografía mexicana: Justo Sierra, Luis Chávez Orozco y Manuel Orozco y Berra.

Sin embargo, el desarrollo de sus ideas vendría más tarde, cuando realizó estudios de pensamiento filosófico, jurídico y político en la Universidad de Roma, donde obtuvo el doctorado en esa disciplina, y donde conoció a una extraordinaria mujer, Ana Paola Vianello, quien más tarde sería su esposa y madre de Lorenzo y Paola.

Como profesor en la máxima casa de estudios, en donde lo nombraron investigador emérito del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS), al igual que dentro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), se especializó en diversas líneas de investigación referentes al sistema político mexicano.

Fue un especialista en el estudio de la Revolución, del Cardenismo y uno de los mejores pensadores del Estado y el municipio, la vasta obra del intelectual y politólogo de izquierda, es fundamental para el estudio de la historia contemporánea del país.

Córdova, fue una de las voces más genuinas y frescas en la discusión política nacional y entre los títulos de sus libros destacan La ideología de la Revolución Mexicana, La formación del poder político en México y La Política de Masas del Cardenismo.

La labor de Arnaldo Córdova trascendió de la academia y la investigación a la política, en donde destacó como reconocido activista de la izquierda. A finales de la década de los 70´s participó activamente en el Movimiento de Acción Popular (MAP) junto con Gustavo Gordillo, Rolando Cordera, Carlos Pereyra, José Woldenberg, Pablo Pascual Moncayo, Adolfo Sánchez Rebolledo y Elizer Morales; participó en la fundación del Partido Socialista Unificado de México (PSUM), del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y recientemente se declaró simpatizante del Morena. Fue uno de los primeros diputados federales de izquierda, de 1982 a 1985.

Periodistas, políticos y académicos como Woldenberg,  Navarrete, Cordera, Arreola, Roy Campos y muchos más coinciden en que  Arnaldo era poseedor de “un edificio del pensamiento” que rompió con la manera biográfica de estudiar los procesos sociopolíticos y económicos del país, le puso atención a la trascendencia de los hechos y no a los hombres, haciendo de su trabajo un aporte significativo para la izquierda mexicana y para la academia en general.

Nos deja con su partida una propuesta de cómo acercarse al estudio de la política y cómo escribir historia de una manera más interdisciplinaria, siempre con el afán de responder mejor a las preguntas que surjan del quehacer político, parafraseando a Woldenberg,  la muerte de Arnaldo cierra el ciclo del hombre y abre el tiempo de sus obras, su pensamiento y el de sus alumnos.

Y si usted, lectora, lector querido, no tienen inconveniente, muchas gracias por sus amables comentarios y aportaciones, nos leemos el próximo jueves.

 

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