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Algunas notas sobre las elecciones

Las campañas han girado en gran medida sobre acusaciones mutuas y revelaciones sobre conflictos de interés, tráfico de influencias, moches...

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Escrito en OPINIÓN el

El proceso electoral 2015 me ha parecido francamente mediocre y por momentos vergonzoso. Tal vez el error sea mío al esperar en los partidos políticos la capacidad y el sentido común de presentar una visión de país en medio de la profunda crisis política, económica y de seguridad pública que enfrenta nuestro país. Quizá me equivoco cuando pienso en las elecciones como procesos sociales de rendición de cuentas y deliberación para construir una agenda pública y no sólo en una disputa para ocupar puestos públicos.

 

Dejo algunos comentarios y preocupaciones al bote pronto que me deja este proceso electoral.

 

El transfuguismo partidista ha tomado nuevas dimensiones en un país ya acostumbrado a los cambios de bando y el chapulinazo. Lo que ahora destaca es que mientras en el pasado era posible observar a tránsfugas del PRI a la oposición, de un partido de oposición a otro o entre las diferentes variantes de la izquierda, ahora vemos políticos de oposición encontrando espacios bajo las siglas del PRI. Ahora sí, vivimos la transformación completa de los partidos en franquicias pragmáticas en los que cualquiera puede postularse si tiene posibilidades de ganar o de quitar votos a los rivales. Después se preguntan cómo es posible que aparezcan figuras como Abarca.

 

Las campañas han girado en gran medida sobre acusaciones mutuas y revelaciones sobre conflictos de interés, tráfico de influencias, moches, adquisición de suntuosas propiedades, esposas ricas o desviación de recursos públicos. La corrupción como arma arrojadiza electoral y el uso político del escándalo, nos permitieron descubrir una capacidad infinita de los partidos para disociarse de la realidad: acusar vehementemente y señalar con el dedo al rival, cuando la corrupción es igualmente grave en casa. Acusaciones que seguramente dormirán bajo el manto de la impunidad nacional una vez concluidas las campañas.

 

En la historia electoral de la infamia, el PVEM ha ganado por derecho propio un lugar de honor. El PVEM ha demostrado sin el menor remordimiento que violar sistemáticamente la ley sí paga. Que es posible asimilar todas las multas que imponga la autoridad, porque a final de cuentas se pagan con recursos públicos y porque los beneficios políticos son exponenciales. Lo cual ha sido posible también gracias a la tibieza de la autoridad electoral, quien sembrando impunidad deberá prepararse para cosechar conflictos y prácticas más desleales en 2018.

 

Como parte de la guerra electoral hoy también se vale destruir instituciones. Independientemente del contenido de la famosa conversación de Lorenzo Córdova, es indudable que las comunicaciones telefónicas de los consejeros electorales son permanentemente espiadas y es difícil no pensar que detrás del espionaje están involucrados autoridades o partidos políticos. Creamos órganos constitucionales autónomos para garantizar certidumbre y después permitimos que sean destruidos o capturados por la agenda de intereses políticos y partidistas. No tocamos fondo en nuestro proceso de degeneración institucional.

 

A pesar de la crisis política y moral derivada de casos como Ayotzinapa, Tlatlaya, Apatzingán o las infinitas fosas clandestinas, las violaciones graves a los derechos humanos y la violencia han pasado desapercibidos en la agenda electoral de los partidos, como si existiera un acuerdo mutuo para guardar silencio ante el horror. La lógica de no hablar de ciertas cosas, como si bastara arrojarlas bajo la alfombra para que desaparezcan del debate público.

 

Llama la atención la intención de voto que reflejan las encuestas. Para los ciudadanos todavía no es atractivo participar en elecciones en las que no se elige al Presidente. Lo cual sorprende, pues a pesar del debate público sobre el alcance y las consecuencias de las reformas estructurales, a los ciudadanos no parece importarles especialmente la composición del Congreso. Proceso electoral a través del cual, por cierto, se elegirán a los primeros diputados que podrán reelegirse desde la reforma constitucional de los años treinta.

 

Finalmente, sigo sin encontrar razones que expliquen, ni nadie que sea capaz de darme argumentos suficientes, para entender para qué sirvió la última reforma electoral y en especial la transformación del IFE en INE. Cabe esperar que a partir de septiembre comience el debate partidista sobre la necesidad de una nueva reforma, la enésima reforma electoral. No hay duda que uno de los peligros más graves en una democracia es la incapacidad de aprender.

 

@ja_leclercq