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¿A quién sorprende la baja calificación de Pemex?

Aunque se preveía un panorama oscuro para Pemex no imaginamos que ocurriera tan pronto.

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Escrito en OPINIÓN el

Hace cuatro años, escribiendo un texto sobre las deudas de las empresas y sus respectivas calificaciones crediticias, se observaba ya un fuerte deterioro de las finanzas de Pemex. La deuda de la todavía paraestatal, seguía creciendo y la mejor estrategia planteada por sus administradores, es decir gobierno y directivos, era la apertura del sector energético, para con ello decían, aminorar la carga de los pasivos laborales.

 

Pero lo cierto es que aunque alta, la deuda laboral no era el principal pasivo que habría que cuidar. Por supuesto, no intentamos minimizar el problema de la carga laboral, de suyo es un problema, pero la deuda que se preveía se iba a convertir en un grave problema en el futuro, era la emisión de bonos de deuda de Pemex. Durante diez años, los administradores en turno, colocaron en los mercados internacionales bonos de deuda como si de boletos de carnaval o de kermés se trataran.

 

Bajo ese panorama, la principal preocupación era que si se llevaba a cabo la apertura energética o semiprivatización de Pemex, la pregunta obligada era ¿cómo haría la petrolera para cubrir sus compromisos de deuda vía emisiones de bonos? pues al asociarse con privados, debería compartir la renta, restándole solvencia para enfrentar los compromisos contraídos con la contratación de deuda.

 

La factibilidad de llevar a cabo la apertura de Pemex, era ya sólo de cuestión de tiempo y en más de una conferencia sobre el tema, el cuestionamiento a los promotores de la apertura, era ¿cómo haría Pemex para enfrentar sus compromisos? Ninguno de los cuestionados supo dar una respuesta y el más aventurado se arriesgó a señalar que la petrolera se tenía que hacer más eficiente.

 

Lo cierto es que se venía venir un panorama más catastrófico para Pemex en materia financiera, pues sus administradores, se dieron todavía el lujo de seguir colocando bonos de deuda durante los primeros meses de 2016. Pero aunque se preveía un panorama oscuro para Pemex, lo que no imaginamos es que esto ocurriera más pronto de lo supuesto.

 

El reporte financiero de Pemex al primer semestre de 2016, revela que sus pasivos financieros aumentaron 19% con respecto al mismo periodo del año anterior, mientras que los pasivos laborales, crecieron sólo 2.5 por ciento. Informe también revela que los pasivos financieros represan hoy día el 60% del total de la deuda de Pemex y la deuda laboral sólo 37 por ciento. La referencia de deuda de Pemex era que los pasivos laborales estaban quebrando a la paraestatal; sin embargo, referencia está cambiando y la curva se hará cada vez más pronunciada hacia la deuda financiera.

 

Una vez aprobada la reforma, como por arte de magia, los precios internacionales del petróleo comenzaron a caer de tal forma que en doce meses se redujeron más del 70 por ciento. Esto fue un factor más de presión para Pemex pues aunque apenas han comenzado a otorgarse los primeros contratos a privados para explotación y exploración, los ingresos estimados para la empresa se redujeron a la mitad, lo que hizo que se detuviera la oleada de inversiones, mientras que el gobierno tuvo que destinar recursos extraordinarios para hacer frente a los compromisos que Pemex tenía con sus proveedores.

 

Este fue el primer round, pues en su mayoría, los proveedores son nacionales y su deuda estaba tasada en pesos. No así los vencimientos de deuda a los que debe hacer frente de aquí al 2050. Aunado a lo anterior, la devaluación del peso en más del 40% en los últimos dos años provocaron que los pasivos, principalmente los bonos de deuda contratados por Pemex en dólares, crecieran en valor pues el 79% están contratados en esa moneda.

 

Bajo este panorama y con lo previsto desde hacía más de cuatro años, la pregunta obligada era ¿cuánto tiempo tardarían las calificadoras en reducir la deuda crediticia de Pemex? En principio, la respuesta era unánime y automática, Pemex tiene el respaldo del gobierno federal y ese es su mayor activo para seguir emitiendo bonos, rezaban los analistas.

 

El problema era que junto con la semiprivatización de Pemex y la caída de su renta, el gobierno federal también perdería ingresos, una renta que superaba el 40% del gasto público federal de cada año, y que debería ser subsanada por el gobierno mediante la implementación de nuevos impuestos, si es que las propuestas fiscales se lo permitían. Esa fue otra de las preguntas lanzadas a todos los apologistas de la reforma energética y que como la pregunta anterior ninguno supo o quiso responder.

 

Ante esos escenarios, era evidente que Pemex perdería su corona de calificación triple A ostentada durante los últimos 30 años, el problema es que junto con Pemex, quien también está perdiendo confianza crediticia es el gobierno federal. Es decir, que la “perspectiva de reducción de calificación” anunciada por Standard & Poors para Pemex y CFE, lleva implícito el deterioro de las finanzas públicas del gobierno y junto con ello, el débil crecimiento económico ante un escenario global cada vez más adverso.

 

Así las cosas, las tres principales calificadoras de riesgo, han reducido ya implícitamente la calificación del riesgo de México, pues el principal argumento, es el incremento de déficit de cuenta pública, pues la economía mexicana no está creciendo como lo habían prometido sucedería con la apertura energética, tampoco ha generado la oleada de inversiones prometidas y muchos de los empleos que ello pudiera generar.

 

Con una economía débil, será cada vez más complicado recaudar los recursos necesarios para impulsar el crecimiento económico, mientras que las finanzas públicas continúan deteriorándose, pues la necesidad de liquidez, ha incrementado el saldo histórico de requerimientos financieros en 48.7% de acuerdo con datos de la Secretaría de Hacienda, lo que refleja un grave deterioro en las finanzas públicas.

 

El panorama parece complicado, pero aún existen caminos para detener el deterioro de las finanzas públicas y las de Pemex, sólo resta que el gobierno federal tome el camino correcto y que el contexto de la economía internacional recupere su ascenso. Un escenario distinto, pondrá a México y a los mexicanos, ante una fuerte resaca provocada por la euforia de la apertura energética; en otras palabras, a nadie debería sorprender la rebaja de calificación a Pemex.

 

@ijm14

@OpinionLSR

 

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