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A dos puntas

JOSÉ CARREÑO FIGUERAS

Por
Escrito en OPINIÓN el

Trump: un viaje marcado

El presidente Donald Trump parece en medio de una exitosa gira internacional pero sus problemas en casa están lejos de desaparecer.

Trump hizo una escala en Arabia Saudita donde ante líderes de medio centenar de países islámicos puso a Irán en el centro de los conflictos que azotan medio oriente, una postura que por causas religiosas y geopolíticas acomodó perfectamente a sus anfitriones.

Pasó luego a Israel, una nación que amen de su importancia estratégica y su alianza histórica con los Estados Unidos, tiene también significado para un país que se considera como baluarte de la cristiandad y donde un sector importante de población considera que tiene un papel casi bíblico, como protector de la Tierra Santa.

Pero ni ahí, al igual que en el Vaticano y seguramente tampoco en Bruselas o Taormina, ha logrado salir de la sombra de conflictos políticos domésticos acarreados en buena medida por su inexperiencia política y su necedad.

La investigación que durante los próximos meses, quizá años, va a ser parte de sus dolores de cabeza fue acarreada por su ignorancia respecto a las nociones de límites y balances que es central para el sistema político estadounidense.

De hecho, sería otra cosa si no hubiera insistido en designar al general Michael Flynn a pesar de señales contrarias del aparato político y de seguridad estadounidense, significado según se sabe ahora por una advertencia de la Procuradora General en funciones Sally Yates, entre otros avisos.

Más cuestionable aún, pese a que no era necesariamente algo negativo, fue su decisión de invitar al canciller ruso, Sergei Labrov, a la Oficina Oval, en medio del escándalo por el despido del director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), James Comey, luego de aparentemente sugerirle abandonar las pesquisas sobre los contactos entre alguno o algunos de sus ayudantes -en especial Flynn- y funcionarios rusos.

Al margen de que el FBI tenga o pueda tener todavía una mentalidad de Guerra Fría, lo que Trump puso a prueba fue la honestidad de Comey. Y al hacerlo, el reprobado fue el presidente.

Parte del problema es que Trump parece pensar que como presidente tiene un derecho ilimitado a hacer lo que le parezca, sin necesidad de prestar atención a detalles políticos o de procedimiento.

Para un hombre que ha pasado su vida en litigios resulta una visión notablemente ingenua. El presidente de los Estados Unidos es el principal cabildero del país y en el caso de Trump  tuvo a bien iniciar durante su campaña electoral una serie de conflictos con legisladores republicanos y demócratas que no acabaron con su toma del poder.

Ahora esa falta de consideración se refleja en una investigación que igual va a ningún lado, pero es viable opinar que durante meses le quitará tiempo, atención y fuerza al gobierno Trump.