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2018 será de las redes

La proliferación de las tecnologías de la información ha avanzado a una velocidad asombrosa.

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Escrito en OPINIÓN el

2018 será de las redes. Televisa lo sabe y se prepara. En su noticiero estelar reemplaza a una voz que ya sonaba a vinil –y no de los que venden en las tiendas hipsters de la Roma, sino de los rayados que rematan en los mercados de pulgas– por una voz seguramente femenina en formato mp3.

 

Los mexicanos no tropezaremos dos veces con el mismo copete. Basta recordar que a tres años de las elecciones presidenciales de 2012, esta televisora ya transmitía la telenovela que conduciría a Los Pinos a un joven político mexiquense casado con una conocida actriz (aún no disponible en Blim).

 

En cambio hoy, a tres años de 2018, entre el elenco no hay un protagonista viable. Y no es porque Televisa no quiera, sino porque ya perdió ese poder frente a la multiplicación exponencial de la conversación en las redes sociales.

 

Eric Schmidt y Jared Cohen, el primero ex presidente ejecutivo de Google y el segundo fundador de Google Ideas, calculan que si se mantiene el ritmo de innovación tecnológica, para 2025 la mayoría de los para ese entonces 8 mil millones de habitantes de la Tierra estarán conectados a Internet. De hecho, la meta 9.c de la Agenda 2030 de la ONU se plantea proveer acceso universal y asequible a Internet en los países menos desarrollados para el año 2020.

 

México no es un caso ajeno a esta tendencia global. La proliferación de las tecnologías de la información ha avanzado a una velocidad asombrosa. Según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares 2015 del INEGI, hace once años, en 2005, sólo 1 de cada 10 hogares contaban con Internet. 10 años después, para 2015, la cifra se incrementó a 4 de cada 10. Hoy en día alrededor de 62 millones y medio de mexicanos son usuarios de Internet, cifra equivalente al 57.4% de la población total.

 

La tendencia es creciente e irreversible, sobre todo si consideramos que el 70% de niñas, niños y adolescentes entre 6 y 17 años de edad ya son internautas. La generación que votará por primera vez en 2018 ya casi no ve televisión abierta. Consume contenido a la carta a la hora que quiera y a través de múltiples dispositivos.

 

Un factor a considerar es la brecha digital entre estados y regiones. Si bien en la Ciudad de México, Nuevo León y Baja California Sur el acceso a Internet es elevado, en estados como Chiapas, Oaxaca, Tabasco y Guerrero, el promedio de Internet en hogares alcanza apenas entre el 13 y el 23 por ciento. En el primer bloque de entidades Internet facilita la irrupción de fenómenos posmodernos como las candidaturas independientes. En el segundo bloque su escasa penetración facilita la permanencia de fenómenos premodernos como el gobierno latifundista de Manuel Velasco y Anahí.

 

Aun así, 2018 será de las redes. El PRI lo sabe y lleva años preparándose. Ha invertido millones de pesos del erario público para envilecer las redes y convertirlas en un espacio hostil e inhóspito para el diálogo. Sus bots son la versión digital de sus porros y acarreados.

 

Andrés Manuel López Obrador también lo sabe. Si en 2012 desestimó a las redes, cuatro años después comparte con sus amigos del feis fotos de sus recorridos por los pueblos más recónditos y de sus escalas en los puestos de comida a la orilla de las carreteras. Intencionada o accidentalmente, el “frijol con gorgojo” y “el avión que no tiene ni Obama” fueron piezas geniales de comunicación política, pues la gente se las apropió y reprodujo en un sinfín de memes.

 

Los aspirantes independientes no solo lo saben, sino que su misma viabilidad depende de las redes. Viejos políticos reconvertidos al purismo ciudadano, publirrelacionistas que en sus tiempos libres se revisten de intelectuales, opinócratas que lucran políticamente con el discurso antipolítico y hasta un astronauta, enfocan sus estrategias en la comunicación digital.

 

Pero también hay quienes no lo saben. Entre ellos se encuentra el secretario de Educación Pública. Aurelio Nuño sigue dilapidando el dinero que debería ir a la educación de los niños en la contratación de infomerciales encubiertos. En transmisiones en vivo corona a reinas de la primavera o entrega la obra que tapó un bache en una escuela. Ni Maduro en la televisión pública venezolana. Aunque la televisión sigue siendo el medio con mayor penetración en los hogares mexicanos (93.5%), Nuño nomás no levanta en las encuestas. La razón es que no basta la presencia, sino también la credibilidad, algo que tanto el PRI como las televisoras han ido perdiendo en los últimos años.

 

Que 2018 sea de las redes no implica que el reparto de despensas, la compra de voto, el peso de las maquinarias partidistas y las campañas a ras del territorio dejen de ser factores decisivos. Tampoco significará que el ciudadano se empoderará ni mucho menos que contaremos con una democracia de mayor calidad. Por lo contario, como lo están demostrando los comicios locales en curso, las redes pueden ser el mejor conducto para propagar campañas sucias, calumnias y rumores que pasan por verdades indiscutibles, de modo que nadie quede exento de hundirse en el lodazal electoral.

 

Lo que sí implica es que hay una nueva plataforma de disputa y que la televisión está perdiendo relevancia como fabricante y difusor de sentido político. No es motivo para echar campanas al aire. Los autoritarismos son más flexibles que en el pasado y han demostrado su capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias. Big Data, neuropolítica, vulnerar nuestra privacidad y diseñar publicidad segmentada por hábitos y gustos digitales, son parte del arsenal que nos tienen preparado para los comicios presidenciales. Que los mexicanos no tropecemos dos veces con el mismo copete no implica que no corramos el riesgo de tropezar de otra manera. 2018 será de las redes. La pregunta por responder es si será también de los ciudadanos.

 

@EncinasN

@OpinionLSR