Main logo

2015: Las grietas del sistema

El PRI obtuvo su peor resultado desde 2006 y aun así alcanzará una cómoda mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Pocos pensaban que las elecciones del domingo nos depararían sorpresas. Parecía que todo estaba de antemano escrito con la tinta tricolor del desánimo y el cinismo. De nueva cuenta, los ciudadanos se encargaron de modificar este libreto.

 

Tengo que reconocer que mi súbito entusiasmo poselectoral parte de un panorama adverso. De acuerdo con los datos preliminares, con el 30% de los votos el PRI será la primera fuerza y contará con una amplia ventaja en la Cámara de Diputados. El PAN alcanzó los 22 puntos porcentuales y se coloca en la segunda posición. Muy detrás les siguen el resto de los partidos, los cuales no rebasan los 12 puntos porcentuales.

 

Considerando que por lo pronto no existen condiciones para que los partidos del espectro progresista se coaliguen, que el Verde es un disfraz del PRI y el Panal su satélite, en San Lázaro se aproxima la instauración de un bipartidismo de derechas.

 

Además, es un hecho que los firmantes del Pacto por México coordinarán las fuerzas mayoritarias de la Cámara Baja.  En el PRI y el PAN serán César Camacho y Gustavo Madero, respectivamente. Al interior del PRD se pronostica una cruenta batalla por liderar una bancada diezmada entre Acosta Naranjo y Jesús Zambrano, ambos adeptos al pacto. Sumando los votos pactistas (PRI+PAN+PRD+Verde+Panal) obtendrán cuando menos 400 de 500 diputados. Con esta correlación de fuerzas parlamentaria, pareciera que Peña Nieto podrá sentarse en sus laureles y gobernar tranquilo durante la segunda mitad de su sexenio. ¿Será?

 

No lo creo. Es una victoria del régimen que augura su pronta derrota. Evoca al rey Pirro cuando dijo “un triunfo más así y estoy perdido”. Las elecciones 2015 abrieron nuevas grietas en el sistema. Una muralla demasiado grande como para no caer, una maquinaria de poder cuyos engranajes están desgastados y sus cimientos endebles. Desfasado en la historia, el bloque gobernante exhibe fisuras internas.

 

Primera grieta. Hay un antes y un después de los triunfos de las candidaturas independientes. De procedencias heterogéneas, El Bronco en Nuevo León, Pedro Kumamoto en Zapopan, Manuel Clouthier en Culiacán y Alfonso Martínez en Morelia, le arrebataron a las partidocracias la llave de la representación. Los caballos de Troya han ingresado a las instituciones.

 

Fenómenos metropolitanos, demostraron que a los partidos tradicionales se les puede vencer desde afuera, utilizando hábilmente las redes sociales y haciendo campaña cara a cara de modo no convencional. Sus triunfos entusiasmarán cada vez a más ciudadanos a competir por esta vía. A los partidos  se les presenta un reto inmenso: están obligados a cambiar y a abrir sus puertas para no quedarse anclados en el pasado, a no ser que quieran ser barridos por esta ola que está oxigenando el sistema político.

 

El alfarismo que arrasó en Jalisco no es ajeno a esta nueva forma de hacer política más cercana a la sociedad y distanciada de los aparatos y el corporativismo. Tales experiencias derrumban las hipótesis del “chilangocentrismo”. México es hoy un país policéntrico, y la innovación política está emergiendo en otras regiones igualmente densas en creatividad ciudadana.

 

Segunda grieta. He de reconocer que, sin chilangocentrismo de por medio, en estas elecciones me sentí muy orgulloso de pertenecer a la Ciudad de México. Los capitalinos decidimos rechazarles el pasaporte a la impunidad a quienes desde la Asamblea, las delegaciones y el gobierno central corrompieron el proyecto de una ciudad de izquierdas. El chilango votó de manera informada y estratégica, anulando en algunos casos, diferenciando sus preferencias en otros, castigando el mal desempeño y provocando la dispersión del poder.

 

En política, la soberbia es la peor de las consejeras. Todavía en los días previos a la jornada electoral, se podía escuchar a algunos dirigentes perredistas decir que iban a ganar todos los distritos locales y todas las delegaciones. En efecto, Héctor Serrano le prometió carro completo a su jefe, pero se lo entregó destartalado. Se derrumbó el mito del poder detrás del trono, de la eminencia gris, de la mano que mece la capital. La voracidad de los grupos dominantes y el agandalle en la selección de candidatos impresentables, condujo al partido que hegemonizaba la capital a su perdición, tan pronto apareció una alternativa competitiva.  Lo más llamativo es la nula capacidad autocrítica de los autores del ocaso del partido del sol azteca, los cuales se limitan a decir: ¡vamos contra los traidores! Allá ellos.

 

Pero por sus responsabilidades, el jefe de Gobierno no puede caer en la autocomplacencia ni en la persecución de chivos expiatorios. Tendrá que reconocer que Morena, con su mayoría en la Asamblea y con sus triunfos delegacionales reconocidos (más los que puedan ir acumulándose en las próximas semanas) se ha vuelto el factor de gobernabilidad en el Distrito Federal. El mensaje que las urnas envían a Mancera es rectificar el camino: demandan un gobierno con impronta progresista, con autonomía y que se diferencie del gobierno federal. Remover al actual secretario de Gobierno puede ser la primera muestra de voluntad, pues ya ni siquiera es reconocido como interlocutor válido por la principal fuerza política en la ciudad.

 

Tercera grieta. Ya no les creemos. Hay que destacar que las trampas a nivel nacional que hasta el último día el Partido Verde puso en marcha, no tuvieron el impacto electoral que sus estrategas esperaban. Sus votos no son resultado de los tuits de la chafarándula, la entrega ilegal de utilitarios, de boletos de cine y tarjetas platino. Tampoco se deben a la publicidad encubierta en radio y TV y a su campaña de vales. Su mayor caudal de votos (alrededor del 50 por ciento) proviene de Chiapas, el único estado que gobierna, y se explica por las viejas artimañas del mapachismo, por cooptar a los partidos de la oposición y por la compra de votos. Otra buena noticia: el voto libre no cayó en su estafa. La repudió. 

 

Este país está cambiando. Sus territorios presentan dinámicas políticas a lo sumo diferenciadas, por lo que una sola estrategia nacional que no reconozca estas particularidades carece de fuerza y precisión. Por ejemplo, es contraproducente llamar al voto nulo a los electores de Zapopan cuando tenían la suerte de contar con Kumamoto, un excepcional candidato.

 

Aún así, es prematuro lanzar las campanas al aire. Si algo ha demostrado el priísmo es su capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias, taponear sus fisuras y acrecentar las de sus opositores. Podemos definirlo como un autoritarismo flexible y pragmático, capaz de navegar en los ríos democráticos y manipular a su favor elementos de la democracia como las candidaturas independientes. Paradojas electorales, el PRI obtuvo su peor resultado desde 2006 y aún así, gracias al abstencionismo pasivo, a sus calculadas alianzas y a la fragmentación de la oposición, será la primera vez en mucho tiempo que alcance una cómoda mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

 

Por lo pronto, lo verdaderamente significativo de estos comicios es que han abierto diversas grietas al sistema y le han aportado a la sociedad múltiples hojas de ruta para salir de la espiral de descomposición. En algún momento cercano, estos torrentes democratizadores tendrán que confluir.

 

@EncinasN