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La seguridad en el País de las Maravillas

Este fragmento describe atinadamente la actual estrategia en seguridad del gobierno federal en México.

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Escrito en OPINIÓN el

Cuando Alicia se encontró con una bifurcación y sin saber qué camino tomar, le preguntó al gato Cheshire, el cual se encontraba muy tranquilo descansando en la rama de un árbol. El gato regordete, con su característica sonrisa, le devolvió la pregunta: “Eso depende ¿A dónde quieres llegar?” Alicia contestó: “No me importa mucho a donde llegue, con tal de que llegue a algún lugar.” El gato volvió a sonreír y le dijo que entonces tomarás cualquier camino, y caminando lo suficiente seguramente llegarás a “algún lugar”.

 

Este fragmento de Alicia en el País de las Maravillas del escritor británico Lewis Carroll, describe atinadamente la actual estrategia en seguridad del gobierno federal en México. Una estrategia que va por buen camino porque no va a ningún lado, sin mucho rumbo, ni brújula.

 

El gobierno puede intentar engañarse y creer que la seguridad ha mejorado en el país. Sin embargo, los ciudadanos conocen la realidad de aquellos discursos vacíos que hablan de un país maravilloso, pero que, no es México. Los datos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública del INEGI 2016, son contundentes. Nueve de cada diez mexicanos que viven en el Estado de México, la Ciudad de México, Tamaulipas, Puebla, Tabasco, Morelos, Veracruz, Guerrero o Zacatecas se sienten inseguros. 

 

No es ficción que un gran número de mexicanos vive con miedo constante de ser –o que algún miembro de su familia sea– extorsionado, asaltado, secuestrado o algo mucho peor. El ciudadano común, no el político que vive en el país de las maravillas, ha tenido que aprender a convivir y a sobrevivir la violencia, a lidiar cotidianamente con la delincuencia y a aguantar explicaciones sin fundamentos de sus gobernantes como: “Es por el efecto cucaracha.”

 

El gobierno sigue empecinado en aplicar una estrategia militarizada de ‘mano dura’ que no ha dado ningún resultado. La semana pasada, el Secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, informó que los militares, desde hace tiempo, realizan funciones de Policía Militar en los estados de Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila, Durango y Michoacán. Por lo que, impulsará un proyecto para que la Policía Militar asuma un papel más relevante en materia de seguridad pública. Así es, militares trabajando como policías.

 

Todo mal por un lado, pues tener a militares realizando funciones de seguridad pública es inconstitucional. Y por el otro lado, terrible. Las fuerzas armadas no están diseñadas para llevar a cabo estas responsabilidades. Únicamente se desgasta a la institución militar y se pone, todavía más, en peligro el frágil estado de los derechos humanos en el país.

 

Bueno, pensemos por un momento que los militares son capaces de restablecer la ley y el orden, pero ¿y si no es así? Primero los gobiernos apostaron por las policías municipales, lo cual no resultó. Segundo, se intentó con las policías estatales y tampoco se consiguió el objetivo. Después, se incluyó a la Policía Federal para apoyar a las policías locales, tampoco se logró lo planeado. Ahora, el gobierno apuesta por el Ejército y la Marina. Y si tampoco lo logran estas instituciones ¿a quién recurrirá después el gobierno?

 

Para resolver un problema, por más obvio que parezca, primero se debe reconocer que existe. En este caso, el gobierno necesita reconocer que no cuenta con instituciones fuertes que puedan hacerse cargo de esta responsabilidad. Y que más que formar parte de una solución, en este momento son parte del problema.

 

La situación de la seguridad en México no está ni cerca de mejorar, sobre todo, si no se hacen cambios radicales. Y por radicales no me refiero a la iniciativa sin pies ni cabeza del Sombrerero Loco –también conocido como el Senador Jorge Luis Preciado – de armar a la ciudadanía para que pueda defenderse contra la delincuencia. Por ‘radical’ me refiero al término original de la palabra: ir a la raíz, a las causas fundamentales.

 

El gobierno debe de voltear a sus instituciones de seguridad pública y transformarlas. Esto no significa cambiarlas de nombre o uniformes, aparecer unas corporaciones para desaparecer a otras, ni tampoco significa reformas legales que maquillen el problema. Transformarlas, se refiere a hacer un verdadero diagnóstico de nuestras instituciones para modificar el ethos de la propia institución. Y así, saber cómo dotarlas de rumbo para después trazarles un camino.

 

Esto no es tarea fácil, y tampoco es un proyecto que podrá realizar el Estado por sí solo. En mi opinión, este escenario tiene dos posibilidades. La primera, en un acto de humildad, el gobierno pide ayuda a la sociedad civil. Incluye a la ciudadanía a explorar rutas para recuperar la seguridad del país y de manera conjunta coproducen espacios para la paz. La segunda, el gobierno sigue inventando soluciones sin que nada mejore, y a la ciudadanía le repite hasta el cansancio, tal como lo hace el gato regordete de Alicia en el País de las Maravillas, “No estoy loco, sólo mi realidad es diferente a la tuya.”

 

@feromd 

@OpinionLSR