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El infierno de ser mujer en Ecatepec

En Ecatepec se denunciaron más casos de violación que en cuatro entidades del país; en el primer trimestre del 2017 se iniciaron 62 denuncias por dicho delito

Escrito en ESTADOS el

ESTADO DE MÉXICO (La Silla Rota).- María sufrió todo un infierno: fue violada, torturada y dejada moribunda, ella sobrevivió su bebé de cuatro meses no. Su única culpa: ser mujer y vivir en Ecatepec, Estado de México.

Era el 22 de abril del 2017, minutos antes de las 13:00 horas. La mujer de 34 años caminaba por las inmediaciones de la colonia San Agustín. Su jornada laborar en una tienda Mega Elektra, donde se desempeñaba como promotora de una marca de electrodomésticos, había terminado; se dirigía a Plaza Aragón, centro comercial que está ubicado a unos pasos de tu trabajo.

“Iba a pasar a Coppel a retirar dinero, para llegar más rápido caminé entre las calles. Entonces, alguien me llegó por la espalda, me puso un trapo en la boca para que no gritara y antes de  perder el conocimiento vi como abrieron la puerta corrediza de una camioneta negra donde me metieron”, relató María al medio local Afondo Estado de México.

De acuerdo con la mexiquense, el vehículo era de vidrios polarizados y sólo traía asientos delanteros.

Ya dentro de la camioneta, María solo escuchaba los gritos del conductor a su compañero, quien le decía que la callara, por lo que éste asintió la orden golpeando a la mujer con un tubo en la cabeza.

No había sido la primera vez

María vestía pantalón y playera negra de los productos que promocionaba, así como zapatos y mochila color rosa. Ella procuraba no arreglarse mucho para que no sufriera agresiones, ni acoso sexual en las calles. Incluso, anteriormente la mujer le había contado a su supervisor que en una ocasión, cuando caminaba en la calle, unos sujetos la estaban siguiendo, pero se metió a una tienda y no pasó a mayores.

Tras desvanecerse, María despertó, se encontraba desnuda y atada de pies y manos en un catre dentro de un cuarto con luz escasa.

“Se escuchaba una música tipo satánica a todo volumen, me mantenían con la boca tapada, mientras uno de ellos me tomaba fotografías. En ese momento ya tenía algunas cortadas que me habían hecho en el rostro como con un cúter”, detalló.

María sólo observó a dos hombres que en todo momento estaban encapuchados, sin embargo, escuchaba una tercera persona que nunca vio.

Al recobrar el conocimiento, ella escuchó a de sus raptores diciendo: “órale, wey, ya despertó la ruca, a quien le toca a ti o a mí”.

Posteriormente procedían a torturarla y violarla. Al terminar le ponían un trapo que impregnaba una sustancia que la dormía.

La práctica era sistemática: la mantenían despierta 10 minutos, la agredían sexual y físicamente, la volvían a dormir y cuando despertaba de nuevo, el flagelo continuaba.

“Cuando me violaban, me hacían cortadas con una navaja, si no sangraba repetían nuevamente las cortadas y cuando lo hicieron en mi panza pensé en decirle que en mi panza no, pero no podía hablar porque siempre tenía un trapo en la boca”, narró María al medio local.

Durante una de las violaciones, sintió que de la vagina le salía mucha agua y vio que estaba sangrando.

Ante dicha reacción uno de los agresores dijo: “Guacala, mira esta hija de la chingada ya está sangrando, no aguanta nada la culera”, entonces agarraron un  vaso  que tenía un líquido y se lo aventaron entre las piernas. María sintió frio y mucho.

Los victimarios limpiaron las partes íntimas con un trapo, el cual aventaron a un costado. María al ver donde caía el pedazo de tela se percató de un monto de prendas y zapatos manchados de sangre de otras mujeres.

En ese momento, María se dio cuenta que no era la primera vez que sus agresores lo hacían.

Además de las constantes agresiones sexuales, los individuos la cortaban, la mordían le hacían chupetones y la quemaban con cigarros. Mientras ella lloraba, ellos disfrutaban su dolor.

Los agresores nunca se llamaban por nombres. Uno de ellos es de tez blanca y  tenía alrededor de la boca, varios piercing, así como  anillos en todos los dedos de las manos, dos de ellos con figuras de calaveras.

El otro era de complexión robusta, tez  morena y alto, tenía un tatuaje en todo un brazo de una serpiente con  muchos colores.

Eso fue lo único que María vio de los agresores, pues siempre llevaban capucha.

A la madrugada del día siguiente de su secuestro, los sujetos intentaron ahorcar con un lazo.

Al pensar que estaba muerta, los criminales la vistieron y la fueron a tirar a un terreno baldío lleno de basura, cerca de las vías del tren que están a un costado del Gran Canal, a la altura de la colonia Jardines de Cerro Gordo, a 3.5 kilómetros del lugar donde fue raptada.

“Cuando estaba tirada escuché una voz en mi mente, que decía María despierta y recobré el conocimiento. No vi a nadie, pedí ayuda a un hombre que pasaba por el lugar y no quiso auxiliarme.”, contó.

Descalza y moribunda, María caminó hacia el módulo de la policía estatal, que se encuentra a un costado de Servicios Administrativos de Cerro Gordo, sin embargo, ahí le hicieron caso argumentando que era una “drogadicta de la calle“.

Tras la insistencia de la joven mexiquense, uno de varios policías y administrativos del lugar a los que pidió ayuda llamó a una ambulancia.

“Cuando llegó la ambulancia los policías se acercaron a tomarme fotos y a decir que ellos me habían encontrado. Le pedí a los paramédicos, como no creían que me habían violado, que llamaran a mi casa porque no me querían trasladar y fue así, que al hablar con una de mis hijas que les notificó me estaban buscando,  como me llevaron a la clínica 68 del IMSS”, mencionó María.

Ya en el hospital fue notificado al Ministerio Público su caso, sin embargo fue hasta dos días después que la Fiscalía llegó a tomar la declaración de María, así como las muestras de su cuerpo.

Como resultado de las agresiones, María perdió su bebé de tres meses.

 

En los últimos cinco años, sin falta, el Estado de México ha encabezado la lista de las entidades donde se registran más violaciones, con un promedio de 2 mil 100 casos al año, seis al día, de acuerdo al Sistema Nacional de Seguridad Pública.

En ningún municipio mexicano se denuncian más delitos sexuales que en Ecatepec, el cual se ha convertido en el territorio con más averiguaciones por violación. De enero de 2011 a marzo de 2017 se iniciaron mil 563 denuncias por este delito.

En el 2011 se iniciaron 377 denuncias de por el delito de violación en dicho municipio; 280 en 2012; 245 en 2013; 185 en 2014; 120 en 2015; 294 en 2016; y 62 en el primer trimestre de 2017.

El año pasado, en Ecatepec se denunciaron más casos de violación que en cuatro entidades del país, cuando en el municipio mexiquense hubo 294 denuncias en materia, en Tlaxcala se registraron 42, en Nayarit 83, en Colima 99, incluso superó en más de 100 por ciento las denuncias de Veracruz, donde se reportaron 128 casos.

En el primer trimestre del presente año, en Ecatepec se iniciaron 62 denuncias de violación, que superan por más de doble a las de Nayarit  y Colima en el mismo periodo.

El Código Penal del Estado de México establece una pena de 5 a 15 años de prisión y una multa de 200 a 2 mil salarios mínimos por el delito de violación. Siguiendo esa línea, si se le aplicara la pena mínima de 5 años de prisión a los victimarios de violación en Ecatepec de 2011 a 2017, sumarían una condena de 7 mil 815 años de cárcel.

Sin embargo, la mayoría de los casos permanecen impunes.

En cuanto a estupro, relación sexual con una mujer mayor de 15 años y menor de 18 años obteniendo su consentimiento por medio de seducción, de enero de 2011 a marzo de 2017 se iniciaron 88 denuncias.

En otros delitos sexuales, como actos libidinosos, acoso y hostigamiento sexual, se contabilizaron mil 1412 denuncias de 2011 a 2017.

Por lo que en menos de seis años se iniciaron 3 mil 063 delitos sexuales, entre violaciones, estupro, actos libidinosos, acoso y hostigamiento sexual en el Estado de México.

Cuatro días de su secuestro, María fue dada de alta del hospital, mientras espera el resultado de los estudios de enfermedades venéreas.          

No sabe aún si tras el daño sexual podrá volver a ser madre, lamenta el hecho pues, junto con su esposo y tres hijos, se encontraba emocionada por el nuevo integrante de la familia. Incluso ya le habían comprado ropa y juguetes.

Pasaron los días y las huellas de las torturas en todo su cuerpo persisten. María se aferra a los tranquilizantes, sin ellos las pesadillas de lo sucedido le vuelven a mitad de la noche. No ha ido al Ministerio para ampliar su declaración, no lo piensa hacer.

Los agresores se quedaron con varias identificaciones de ella, teme que ellos se enteren de que sigue viva y vuelvan por ella para terminar lo que empezaron. No quiere salir de su casa.